Narrar las aguas

Le damos mucha importancia a los últimos seis o siete milenios de historia de la humanidad, pero podríamos decir que esta importancia es desproporcionada en relación a los, por lo menos, doscientos milenios que ya llevamos de existencia. Y sabemos, aunque no quede de ello registro histórico, que hace mucho tiempo los elefantes volaban. Los sabemos de las historias de los tiempos antiguos de la humanidad.

Hace muchísimo tiempo los elefantes volaban, pero uno de ellos se sentó sobre la rama de un árbol para escuchar cómo cantaba un humano. La rama se rompió y el elefante se cayó sobre aquella persona, que se hizo daño, se enfadó, y usó los poderes creativos que tenían él y sus compañeros en aquella era, para modificar la realidad con los sonidos expresados por su caja torácica y cuerdas vocales: aquel sabio condenó a la mitad de los elefantes a caminar sobre la tierra, mientras el resto se convertían en nubes, y desde entonces los elefantes están relacionados con la lluvia.

En la guerra del campo de Kurukshetra, que se describe en la gran obra llamada Mahābhārata, muchos elefantes tuvieron que luchar a la orden de los guerreros humanos que los entrenaban. Se luchó allí una guerra que duró dieciocho días. El treceavo de ellos fue tan triste, y exigente, que en medio del fuego del campo de batalla Krishna y Arjuna usaron sus capacidades extraordinarias para crear un lago artificial que refrescara a los caballos. (Jayadratha vada parva 74-75)

Arjuna disparó una flecha que se hundió en la tierra e hizo brotar agua y más agua hasta llenar un lago pequeño. A continuación, con más flechas, creó una valla a su alrededor y un techo de flechas cruzadas. Krishna entró en aquel pabellón y desató los caballos al resguardo de la sombra.

El resto de los guerreros estaban asombrados; nadie había visto nada igual.

Krishna calmó a los caballos, les quitó las flechas que llevaban colgando del lomo y curó sus heridas. Acariciándolos, los llevó a beber. Krishna sonrió como no lo hacía desde en años; parecía de nuevo el joven que fue, cuando se entretenía con sus amigas en el bosque.

Sobre la superficie de las aguas se reflejaba la batalla, igual que un espectro superficial de las cosas, una imagen plana, se refleja en nuestro laberinto mental.

Las palabras son noche, un toque de algo que me separa del vacío. Como un bebé que se agarra a la sensación del contacto con la sábana para no desvanecerse entre las estrellas. El agua no solo es la materia que revive a los caballos de Krishna, sino también un espejo de nuestra mirada líquida. Espejo contra espejo, agua dentro de agua. Sombras cantando a las sombras, hechizadas por puertas que se abren al infinito. Un vacío que salta al abismo. Un encuentro entre columnas azuladas con relieves, que narran nuestras vidas. Aquí nos encontramos, en las aguas sin fondo. Porque aguas sin fondo somos nosotras.

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