Antes. Mucho antes. Antes del antes. Antes de que existiera el antes. Antes del tiempo. Había una pitón llamada Vritra, que retenía el fluir de las aguas universales. Este ser alargado y plegado sobre sí fue fraccionado y repartido en fragmentos, que fueron esparcidos por el universo.

Ese fraccionamiento lo llevó a cabo la energía diamantina del emperador de la luz y los sentidos: Indra. Después, los que habían luchado del lado de Vritra fueron perseguidos y cazados por los dioses esplendorosos (deva) y no hubo lugar en el cosmos donde la oscuridad pudiera refugiarse de la luz.

Aterrorizados, los enemigos de la luz (Asura) se escondieron en el fondo del océano, lleno de gemas y poblado de peces pequeños y gigantes. Desde las profundidades conspiraban la destrucción de los tres planos. Cada asura, de acuerdo a sus inclinaciones y carácter, proponía un método distinto para vencer a los deva, y en lo que estuvieron todos de acuerdo fue en que lo primero que tenían que destruir era la sabiduría.

Hicieron su ciudadela en la morada de Varuna -el dios que reside en las profundidades- y, desde ese palacio de mil puertas, salían de noche a devorar a los sabios de la tierra, uno a uno. Cada la mañana los ascetas se encontraban los huesos descarnados de alguno de sus compañeros, esparcido junto a restos rotos de los objetos sacrificiales que le pertenecían.

Los ascetas en la tierra llegaron a tener tanto miedo que se escondieron en cuevas que tapaban cascadas. Algunos murieron, incluso, de terror.

Los héroes de aquella era buscaron a los asura por toda la tierra, con la intención de luchar contra ellos, pero no los encontraron, llegando algunos incluso a morir de cansancio. Los sabios en aquella era dejaron de practicar los sacrificios ceremoniales y los dioses dejaron de recibir sus ofrendas; es decir, la conexión entre la tierra y el cielo se diluía.

Preocupados, los dioses se encaminaron hacia Vishnu -el que permea todo y está en todas partes-. Juntos se presentaron en el espacio que queda dentro del espacio y le pidieron ayuda:

-Oh tú que naces una y otra vez como avatar para proteger el orden, ayúdanos en esta dificultad.

-Los asura más oscuros se han refugiado en el océano – contestó Vishnu – ahora él los acoge y protege; mientras exista el océano la tierra no podrá liberarse de la opresión de los asura.

El único que tiene el poder de librarnos del océano es Agastya. Agastya es un rishi, nacido de la mente de la expansión cósmica, pero por su propia voluntad Agastya volvió a nacer de la semilla de Varuna, el dios de las profundidades, y por ello es él el único que nos puede ayudar. Agastya es un emisario de la consciencia, el fulgor de la vida, e hijo del vientre de las aguas, el lugar donde no llega la luz.

Los dioses fueron a buscar a Agastya en el lugar en el que residía. Fueron a buscar a Agastya, quien era capaz de beberse el océano entero, y lo acompañaron a la orilla del mar. Todos los seres, de todos los mundos, los seguían. Todos los planos de la existencia querían ver aquella proeza única. Ante ellos rugía el océano, atronador, como si hiciera bailar sus olas ante la mirada de todos. Parecía que se riera, con su espuma, cuando se abalanzaba contra las cavidades en las rocas. Estaba repleto de animales y lo visitaban masas de aves.

Agastya se agachó, y comenzó a beberse el océano. Absorbía todas las aguas hacia su interior mientras todos los seres, en los tres planos, le animaban.

Cuando se secaron las aguas lo que había sido el océano parecía un gran desierto montañoso y los deva se abalanzaron en su interior, cazando y aniquilando a los asura que en él se habían refugiado. Los restos de las armaduras doradas, quebradas, en el fondo seco del océano, brillaban bellamente bajo el sol. Los pocos asura que sobrevivieron a ese ataque se refugiaron en las entrañas de la tierra.

Tras esas batallas turbulentas los seres pidieron a Agastya que devolviera el océano a la tierra, pero Agastya ya lo había digerido.

-Tendrá que pasar mucho tiempo hasta que vuelva el océano- les dijo Agastya –Y esta tarea ya se la ha encomendado el destino a alguien. Será el rey Bhagiratha quien devuelva el océano a la tierra y no yo.

Así dijo Agastya.

¿Y quién fue el rey Bhagiratha? ¿Cómo recuperó Bhagiratha las aguas que llenan los océanos de la tierra? Estas preguntas quedan por responder. Y se responderán, pero no en la próxima entrada. La próxima entrada es la última de este cuarto año de Respirar el Mahabharata. La entrada que la sigue, la del 15 de Diciembre, será la primera del quinto año.

Como ha venido siendo hasta ahora, la última entrada antes del estreno del próximo capítulo de Respirar el Mahabharata (el 12 de cada diciembre) será un manifiesto que ponga por escrito las intenciones de este cuarto año de proyecto. Ahora, lo importante, es preguntarnos de qué va la historia que acabo de compartir. ¿Es una historia que habla de una serpiente cortada o de la percepción sesgada que los sentidos tienen de la vida? ¿Es una historia que habla de relación entre la luz y la oscuridad, que donde hay una no puede haber la otra? ¿Y qué sería la luz y qué sería la oscuridad si no tuviéramos sentidos que las percibieran? ¿Y si nuestra mente no las dividiera? ¿Y qué esconden las aguas profundas del cosmos? ¿Qué esconden las aguas profundas de nuestro cuerpo? ¿Y qué, o quién, puede llegar al fondo de lo insondable y destapar sus secretos?