Una experiencia es algo que cala muy hondo y, aunque sea algo que no entiendas enseguida, vuelve; y al volver, da sentido a algo que puedas estar redescubriendo, pero en su momento no supiste reconocer como algo que dio sentido al hecho de hacer, o de estar, o de vivir. Una experiencia puede pasar desapercibida a nivel mental, pero aflorar después y convertirse en una experiencia, para dar la sensación de estar repitiendo algo que estemos viviendo[1].
Lo que experimentamos no es lineal, es algo que tiene muchos planos, y a veces los planos se encuentran. De repente algo hace que aquello que había pasado vuelva a aflorar, pero como ya estamos en otro lugar, en otro momento de nuestra vida, eso que ha vuelto a aflorar nos llega como una experiencia. No como un déjà vu, sino como algo que nos hace conectar con alguna memoria profunda. Quizá una memoria nuestra, o quizá otro tipo de memoria…
…Cuando Harischandra, el hijo de Trishanku (el rey de quien terminé de hablar en la entrada anterior) se encontró con dificultades para tener hijos acudió a Vishvamitra, y Vishvamitra le recomendó meditar a solas en el bosque sobre el dios Varuna.
Entonces la atención del rey volvió hacia la libertad original (Aditi), madre de todos los dioses. Y vio el tiempo, que hace fluir todas las aguas. El tiempo, que hace que salga leche de las ubres, y florezcan las plantas. Ante su mirada interior, el rey Harischandra vio como el tiempo lo controlaba todo, sin derramar una gota de sangre.
El rey vio en las profundidades de su cuerpo como Varuna desplegaba las dimensiones del habla y el ritual, y abría los caminos para que pasara el sol.
Vio los ojos de Varuna, brillando como las estrellas de la noche, observando el ímpetu de cada persona, y vio la disponibilidad de Varuna para acudir a toda suplica sincera[2].
Entonces llegó caminando un anciano con su bastón, vestido como un asceta peregrino.
El anciano paró ante el rey y se presentó como Varuna, el dios de las profundidades, guardián de la dirección cardinal del ocaso.
-Si quieres tener descendencia, deberás sacrificar para mí a tu primogénito.
…
Poco después la reina quedó embarazada y hubieron grandes celebraciones en la corte, con generosas donaciones fluyendo hacia todos los súbitos.
El día del nacimiento del príncipe primogénito, el mismo anciano mendicante apareció en la corte, pero el rey le dijo que antes de tener nombre es como si el bebé no hubiera nacido, y pidió a Varuna que volviera en un mes, cuando terminara la ceremonia de nombramiento del hijo, quien recibió el nombre de Rohitashva (caballo rojo).
Ese día volvió Varuna.
Pero el rey dijo al dios que su hijo no tenía dientes, y eso lo hacía inepto para ser sacrificado.
Cuando aparecieron todos los dientes del hijo Varuna volvió, pero Harischandra le pidió que esperara a que le hicieran el primer corte de pelo, porque hasta entonces todavía no llegaba a ser un niño.
-¡No pongas más excusas! Gritó Varuna con los ojos enrojecidos de furia. Es el apego al amor filial lo que te impide cumplir con tu palabra, y con el destino del niño. ¡No te confundas!
El día de la ceremonia del primer corte de pelo del príncipe, Varuna apareció usando la forma del mismo asceta renunciante. El rey cayó de rodillas ante él, y después de recibirlo con ofrendas, honores e himnos laudatorios, el rey dijo a Varuna que “como bien sabría”, la infancia se completa con el rito de paso (upanayana) en el que el niño recibe el cordón sagrado y los deberes de un ser humano adulto. Es entonces cuando está preparado para las enseñanzas espirituales, y para plantearse su participación en el mundo. Un humano sacrificado antes de ese momento no sería una ofrenda valida.
-No deberías mentir, no es propio de tu linaje – dijo Varuna, pero se apiadó de la angustia del rey, y acordó volver cuando el niño cumpliera diez años, y recibiera el cordón sagrado (upavīta).
Varuna se mostró enfadado, pero aceptó esperar, una vez más. De esta manera el rey y la reina ganaron unos años de tranquilidad, pero a medida que se acercaba la ceremonia de paso su angustia fue en aumento. Y el día del recibimiento del cordón sagrado, y de la entrada del príncipe al mundo adulto, por supuesto que Varuna acudió.
De rodillas, y con la cabeza postrada ante los pies del anciano, el rey suplicó con todas sus fuerzas.
-Deja que nuestro hijo termine la formación con su gurú. Como bien sabes, el inicio de la vida adulta debería hacerse con un período de formación con el maestro espiritual de la familia. Te lo suplico, no dejes que mi hijo abandone este mundo sin conocer, por lo menos, la manera de liberarse de las ataduras del miedo a la muerte.
Y para Varuna diez años o diez segundos tienen un peso parecido. Lo importante es el cumplimiento de la palabra, y era este límite con el que el rey Harischandra estaba jugando, con el de no llegar a cumplir su palabra.
Varuna aceptó esperar un poco más, avisando al rey de que no intentara evitar su destino. Pero, durante su formación fuera de casa, en las instalaciones (ashram) para la instrucción de su gurú, el príncipe, que era un niño inteligente, pensó en las idas y venidas de Varuna que había presenciado a lo largo de su vida. El príncipe entendió la situación y, asustado, huyó, para salvar su vida.
Cuando terminó el período de instrucción del príncipe Varuna entró al palacio caminando, en el cuerpo del mismo anciano delgado, pero se encontró al rey solo, avergonzado, anunciándole que el niño había desaparecido.
Y dado que Varuna está relacionado con las aguas, castigó al rey con la enfermedad de la gota. Pero ya volveremos al rey Harischandra, en próximas entradas, y también terminaremos la historia de su hijo, Rohitashva.
Esta historia recuera, entre otras cosas, que los rituales con los que marcamos el paso de la vida no nos evitarán que esta termine. El hijo del rey, igual que el rey, tendrá que entregar su cuerpo de todas maneras, haga lo que haga. Igual que todos nosotros. Pero, sin embargo, repetir estas ceremonias es importante. La repetición es algo que en sí mismo no se puede reproducir; a medida que repites vas transformando lo que pasa – por lo tanto no hay algo que esté igual. Cuando intentamos repetir una experiencia la manera como la entendemos nunca será la misma dos veces, porque hay algo de nosotros que cambia. Reconocemos que hay algo que se repite, algún tipo de memoria, o sensación, está ahí, pero la manera como lo vivimos es siempre algo que es diferente a como lo estaremos viviendo en el momento. Por otra parte, el ejercicio de repetir es importante porque te obliga, o te permite, ser concreto – y al ser concreto algunas cosas se destilan: hay cosas que quedan y permean, y nos van transformando, y otras que puedan quedar atrás y desaparecer.
¿Qué es lo que permea, y queda, de todos estos rituales de transición, que se repiten generación tras generación, de manera más o menos consciente?
Todos terminamos desapareciendo en las profundidades de la noche, o en las aguas de Varuna, si se quiere. ¿Qué es lo que queda, de generación en generación? No sé si es algo que se pueda expresar con palabras. O no de manera directa. Por esto son tan útiles estas historias, que hablan de eras antiguas con formas extrañas, pero que a la vez nos son tan cercanas como la sangre que se arremolina en nuestro corazón.
En la próxima entrada seguiremos con la historia de Rohitashva, el hijo que escapó, y más desventuras de Harischandra, en busca de más claridad en este bosque de experiencias y vivencias que se repiten y hacen eco entre sí.
[1] Quien ha respondido en esta entrada a la pregunta ¿Qué es la repetición?, y ¿qué es una experiencia?, ha sido Toni Cots, maestro, viajero y experto en teatro espiritual y el uso tradicional del cuerpo y la máscara como conexión entre mundos.
[2] Las imágenes de esta meditación sobre Varuna están basadas en las descripciones de los himnos dedicados a este dios en el Rig Veda, libro 5, cantos 5, 41, 61 y 82