Era el fin.

Cuando la gran guerra terminó, dicen, Krishna detuvo el carro.

La costumbre de aquellos tiempos, la de los caballeros, era luchar en parejas. Un dirigía el carro llevando las riendas de los caballos mientras el otro lanzaba flechas, jabalinas, gritos e insultos.

La vida de uno dependía de la del otro. Era una relación íntima y especial entre dos personas que atravesaban juntas el bosque de la muerte.

La costumbre de aquella época era que cuando el carro se detenía, al fin de una batalla, el auriga bajaba primero y hacía los honores al guerrero, que se apeaba después. Pero Krishna no se movió. Arjuna, dicen, esperó, primero confuso, después aparentemente molesto e indignado. Krishna seguía mostrando la misma ligereza y tranquilidad de siempre, probablemente. Y estaba claro que no se iba a mover. Así que Arjuna, el guerrero, bajó primero, cuentan, en un gesto que transgredía la jerarquía militar. Humillado.

Después se bajó Krishna, y el carro se encendió. El vehículo que compartían se convirtió en una bola de fuego que desapareció en segundos, dejando cenizas humeantes.

El carro ya había sido destruido en la batalla. Las flechas incendiarias de Drona lo habían calcinado. – le dijo Krishna al perplejo Arjuna. –Lo he estado sosteniendo con mi energía.

¿Qué pensó Arjuna? No lo sabemos. No lo sabe nadie. Lo que las historias nos pueden contar es lo que dijo Krishna. Eso es lo que oyó el viento y lo que la tierra recuerda.

Lo que sabemos es que Krishna es Dios: –Todo se sostiene en mí, aunque yo no dependa de nada – Eso también dijo Krishna.

Parece ser que Arjuna, si es cierto que se ofendió cuando Krishna no se quiso bajar del carro antes de que él lo hiciera, no entendió que su entereza dependía de su auriga. Si Krishna se hubiera bajado antes, Arjuna se hubiera visto envuelto en llamas.

Yo también, cuando me indigno y me ofende el mundo, es porque olvido todo lo que le debo. Actúo como lo hizo Arjuna, más preocupado del honor que consideraba que se le debía, que de entender por qué Krishna seguía en el carro y qué estaba haciendo en él.

¿Cómo fue el encuentro de las miradas de Krishna y Arjuna después de entender? ¿Cómo miró Arjuna a Krishna después de escuchar su respuesta? ¿Cómo miró Krishna a Arjuna? Este es el canto de Nara y Narayana, del ser humano dialogando con el camino invisible que tanteamos: el sendero que a veces vemos y a veces no, pero que ha sido trazado para nosotros.