Memorias del Sol

Tengo 8 años. Nos estamos manifestando en las calles de la ciudad que amo. Alrededor de la manifestación, en las aceras, hay gente que nos escupe y nos llama traidores. Puedo oler la primavera en los árboles y no comprendo las miradas que nos rodean; me parecen exageradas. Desorbitadas.

De repente llegan policías montados sobre caballos enormes. Todos corremos. Nos golpean con palos y gente cae delante de mí. Al final de la calle abren las puertas furgonetas policiales y hombres uniformados arrastran manifestantes a su interior.

Este es el yoga que le enseñé a Vivashvan, el brillante dios del sol– dijo Krishna en medio de otra batalla, milenios antes que aquella otra que pulsa en mis memorias. –Yo he creado esta acción y sus despliegues, pero no siempre actúo; la acción no me afecta, no me veo manchado por ella ni deseo sus frutos. Quien entiende esto no se ve enredado en las cuerdas de la acción. (Bhagavad Gita 4.13).

La palabra sánscrita que usa el texto de la Bhagavad Gita para decir “enredado” es bandha, o a veces su derivado nibandha, ambas palabras elaboradas a partir de la raíz bandh (बन्ध), que significa todo lo relacionado con atar, frenar, asir, enredar, bloquear o inmovilizar con un nudo. La pabra “chevel” (כבל) , en hebreo, significa cuerda, o atadura, y es la usada para la traducción al hebreo de nibandha. Es interesante observar que la raíz bandh (बन्ध्) es muy cercana fonéticamente a la raíz badh (बध्), que significa sufrimiento, rechazo o aflicción. Es interesante porque en hebreo si se escribe “chevel” con la letra het (חבל) suena prácticamente igual que escrito con la letra chaf (כבל), pero significa también dolor, o daño, en lugar de atadura.

Esto no es filología académica, ¿pero no es inspirador? Porque hay una relación obvia entre la atadura y el dolor. Y creo que no es solamente que aquello que nos ata nos produce dolor, sino que también aquello que duele nos ata. Las memorias dolorosas nos atrapan y volvemos a ellas una y otra vez, en miles de versiones distintas, de manera más o menos consciente. Memorias dolorosas de nuestro pasado personal y memorias dolorosas de nuestro pasado colectivo, como una guerra civil o la guerra del Mahābhārata.

¿Pero por qué recurrir a una etimología creativa para decir esto? Porque el lenguaje es un juego, como cubos de construcción o piezas de lego traslúcidas que refractan la luz y limitan el viento. No hay mucha distancia entre la etimología creativa y este discurso que estoy haciendo. El dolor, las memorias y las ataduras existen por sí mismas, sin necesidad del lenguaje, y lo que nos libera de ellas también, pero el lenguaje nos lo recuerda. El lenguaje recuerda las ataduras, y recuerda también aquello que nos libera de ellas. «Este es el yoga que le enseñé al sol», dice Krishna en la Bhagavad Gita, un poco antes del origen de nuestra era, durante la batalla que terminó la era anterior. ¿Cómo le enseñó Krishna al sol su yoga? (resumido en la invitación a actuar sin esperar nada a cambio) ¿En qué idioma se hizo la transmisión? ¿Se parecía a nuestros idiomas humanos? ¿Sonaba parecido? ¿se veía igual? ¿Tenía forma?

Preguntémosle al sol, que brilla para todes por igual. ¿En qué idioma nos responde?

Por todo el mundo se estudian escrituras sagradas sin cesar. Pero nadie se vuelve sabio.

Para comprender realmente basta entender dos letras y media de amor.

Kabir.

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