El llamado a la reunión

Continúo con la comparación etimológica y poética de la traducción hebrea de la Bhagavad Gita con el texto sánscrito original. La Bhagavad Gita es un canto metafísico sobre el rol del ser humano en el mundo, pero forma parte de una obra más extensa, que es el Mahābhārata. El Mahābhārata es el relato de una gran guerra, y la Bhagavad Gita testimonia lo que se dice que le dijo el guerrero Krishna a Arjuna, su compañero de armas. Arjuna se preguntó por el sentido de la guerra, en nombre de la humanidad, y Krishna contestó sobre el sentido de la vida, en nombre de la eternidad. Ese dialogo, entre el ahora y el siempre, o entre el cuerpo y el universo, sigue reverberando en nosotros en este mismo momento, y cada vez que nos preocupamos y con cada cosa que nos maravilla.

Pero el primer verso de la Bhagavad Gita no salió de la boca de Krishna ni de Arjuna, sino del rey Dhritarashtra, cuyos hijos son los que se disponían a enfrentarse en el campo de batalla. El consejero del rey Dhritarshtra había recibido el don de saber de manera simultánea todo lo que pasaba y se decía en el campo de batalla -Había recibido el don de la mano del narrador del Mahābhārata, de Vedavyasa- y en un momento trágico de la batalla Dhritarashtra se arrepiente de no haber hecho suficiente por evitar la tragedia, y pregunta a su consejero qué fue lo que le dijo Krishna a Arjuna en el campo de batalla, antes de empezar a luchar:

[Estando] -recuerda Dhritarashtra- “Reunidos en el campo del deber, en Kurukshetra, ansiosos por combatir” (Según la traducción de Fernando Tola[1]). Y en una entrada anterior ya me detuve en la primera parte del verso: “Reunidos en el campo del deber” por lo que aquí propongo observar la composición lingüística de “ansiosos por luchar”, porque en la comparación entre el sánscrito y el hebreo se escucha el sonido lejano de un llamado distante, pero cercano, que no se percibe solamente con los oídos.

Es importante explicar que el primer verso de la Bhagavad Gita, leído literalmente, está dividido en dos partes: una primera, de ocho sílabas, dice: “en el campo del dharma, en el campo de los Kuru” y una segunda línea, también de ocho sílabas, se puede traducir como: “ansiosos por luchar”. Porque la palabra sánscrita samavetās combina el prefijo sam– usado para significados como junto, juntar o unir, con el participio de la raíz verbal –i, que se usa con significados como llevar a, empujar, impulsar, animar, promover, ofrecer o también defender. La raíz verbal –i (o su derivado –ava) infunde énfasis, vida y movimiento a la palabra con la que forma un compuesto. En este caso la palabra es sama: Una reunión. Una reunión con énfasis. Samaveta: participio pasivo en pasado de sam + ava: Reunidos (pero con ganas, con énfasis), de aquí la acertada traducción hebrea por nikhalim, el pasivo de la raíz kahal, que se usa para designar congregaciones y reuniones de personas.

De he hecho, la palabra kahal se usa tradicionalmente para designar a los miembros de la comunidad judía, y en cuando a lo que atañe a la traducción de la Bhagavad Gita al hebreo, probablemente no sea lo más relevante ahora definir los diferentes tipos de organización que ha tenido la comunidad judía a lo largo de la historia, pero sí es interesante abrir los oídos a los campos semánticos que invoca esta palabra: como reunión, por ejemplo, comunidad e incluso llamado, porque uno de los sinónimos de kahal, en el lenguaje bíblico, es mikrá: llamado. Los traductores de la biblia de los setenta (septuaginta) al griego, eligieron traducir la palabra kahal y sus derivados por la palabra ekklesía (έκκλησια) derivada etimológicamente del verbo kleo, llamar, pero usada para designar a la asamblea democrática ateniense en la época en que se tradujo la biblia al griego. Asamblea, como en kahal, en el sentido de una comunidad congregada; convocada. Porque una pregunta interesante es ¿qué es lo que “llama”, o convoca, una comunidad? ¿No será que, de alguna manera, lo que convierte un grupo de personas en comunidad es aquello que los ha convocado a todos? El lenguaje, en general, distingue entre el caos y la construcción, o entre la forma y lo indefinido. Distingue entre el sonido y el lenguaje, entre el rugido y el discurso, o entre la multitud y el grupo reunido, entre ekklesía y un montón disgregado.

La Bhagavad Gita habla de una batalla; los guerreros reunidos en ese campo sagrado (campo del dharma) fueron convocados por un mismo llamado. Vemos dos bandos, pero que han venido a hacer lo mismo; han venido a luchar. Y en el caso de la Bhagavad Gita quien emitió el llamado fue la misma tierra:

 En el primer libro del Mahābhārata – la obra de la cual la Bhagavad Gita es un capítulo- se explica que la diosa tierra se sentía oprimida por el peso de los guerreros y la dureza de sus acciones, por eso pidió ayuda a Vishnu, o “lo que permea todo”. Vishnu nació, entonces, como Krishna, para guiar a todos los guerreros del mundo a ese campo de batalla sagrado. Por esto son samaveta, en sánscrito: reunidos con entusiasmo… ¿o bajo un mismo llamado?

Y para no dejar dudas sobre la intensidad que caracteriza la reunión que describe el primer verso de la Bhagava Gita, la siguiente palabra es un verbo que está en forma desiderativa (que muestra entusiasmo), que en sánscrito se forma repitiendo la raíz verbal:

Yuyutsavas es una repeticiónde la raíz yud: luchar, enfrentar, superar, guerrear. Yuyutsavas sería como decir “reunidos para luchar luchar”, en el sentido de reunidos (o llamados a encontrarse) con “muchas ganas de luchar”. Para lo que la versión hebrea usa la palabra sasón: que se usa como exaltación, alegría en festividades, o entusiasmo. “Convocados para la batalla con entusiasmo”, pondría en hebreo, siendo interesante mencionar que la palabra hebrea para batalla (krav – קרב) es básicamente la misma que cercanía (krv – קרב), siendo plausible que la palabra para cercanía sea el origen de la palabra batalla en hebreo.

Las palabras clave aquí son unión, comunión y lo que emana de ellas. ¿Si toda la raza humana comparte un mismo espacio (loka) o mundo, qué es lo que nos mantiene separados o unidos? ¿Acaso no estamos todos reunidos en un mismo mundo? ¿No hemos sido todos convocados a esta misma vida juntos? ¿Qué es lo que nos separa y qué es lo que nos une?

Los soldados convocados al mismo campo están separados por dos bandos, pero unidos por una misma batalla. La batalla a la que acuden con ganas, o con entusiasmo.

La vida ruge, y susurra. El lenguaje es un templo de arena en el agua, sostenido por convenciones temporales. A estas profundidades extensas, inasibles como el cielo, hemos sido convocados, enfáticamente; llamados a vivir juntos en esta misma dimensión, en este mismo momento. Aquí y ahora. En este espacio y en este lugar, invocado por las miradas de los presentes y por lo que pueda pasar. Como si fuera el potencial creativo lo que hiciera al lugar. Como si el lugar fuera el mismo encuentro.

Los que hemos sido convocados a este mundo nos reunimos en sus páginas – en sus sonidos – en sus pensamientos, colores, sombras, sensaciones, sabores y aromas.

¿Para qué? Eso le preguntó Arjuna a Krishna en el campo del dharma; eso le preguntó Nára a Naráyana en el centro del universo; eso le preguntó la duda al corazón. Veamos qué nos dice la Bhagavad Gita, escuchemos qué nos dice nuestro aliento al respecto.

Recitación del primer verso de la Bhagavad Gita:


[1] Tola, Fernando Trad. Bhagavad Gita, el canto del señor Monte Ávila, Buenos Aires.

Entre Yavé y Brahma

Continúo con la propuesta del octavo año de Respirar el Mahābhārata, que consiste en comparar el original sánscrito de la Bhagavad Gita con su traducción hebrea. Lo que pueda aportar una reflexión de este tipo se irá viendo a lo largo de este año 2023. El sánscrito y el hebreo son idiomas considerados sagrados, porque la creación del mundo tuvo -tiene- lugar mediante sus sonidos. Traducir la Bhagavad Gita al hebreo es re crear su mensaje con sonidos distintos, pero con una carga religiosa parecida. La comparación entre los dos idiomas sirve de indagación en el significado de lo sagrado, y narrar este proceso es un acto creativo -artístico- que entronca con la motivación de este voto de 12 años.

El sánscrito y el hebreo también comparten la condición especial de ser idiomas “revivivdos”. Más de una vez he oído la pregunta de si el sánscrito todavía se usa o si es un idioma “muerto”, lo cual me remite al hebreo como otro lenguaje que fue rescatado de la muerte para la construcción de un estado. Es interesante el uso de la palabra “muerto”, porque ni el hebreo ni el sánscrito nunca se han dejado de usar en un contexto religioso, ni se ha dejado de escribir poesía mística, o espiritual, en ambos idiomas. Cuando en la edad moderna se habla de revivir el sánscrito, ampliando su uso a la conversación diaria en poblaciones indias como Mattur o Hosahalli, o de revivir el hebreo para que sea usado en ámbitos seculares en el estado e Israel, ¿de qué tipo de muerte han de ser revividos ambos idiomas? ¿Acaso el ámbito de la liturgia, el debate religioso y la poesía mística es el de la muerte, y el ámbito secular corresponde a la vida? Dejo esta pregunta abierta y si quieres comentar algo al respeto puedes hacerlo en los comentarios. No siento que sea el momento para mí para opinar sobre esta cuestión, porque en esta entrada quiero apuntar más bien a la importancia de la palabra vida. Para entender a qué nos referimos hoy cuando decimos lenguaje vivo, o muerto, habría que definir qué es la vida para nosotros.

Por ejemplo, en esta entrada, considero que vale la pena comentar un fragmento de la introducción al traducción que estoy usando, de Immanuel Olsvanger (quien estudió sánscrito en Konigsberg, Bern y Basel, antes de emigrar a Palestina en 1933). Una introducción escrita en India, por N.I. Nikam, de la universidad de Mysore, de quien lamentablemente no he podido encontrar más información, y publicada en hebreo en la edición original de la traducción. Un texto breve en el profesor presenta la Bhagavad Gita definiéndola como un texto universal, que representa el interés instintivo por la religión que tiene el ser humano, más allá de credos y sectas.

El autor presenta dos puntos centrales para la Bhagavad Gita, que según él son también los pilares centrales de toda vía de pensamiento hindú: Brahmavidya (ब्रह्मविद्या), que queda traducida al hebreo como “hăvāyāh”   (הֲוָיָה) y Yogashastra (योगशास्त्र) que se traduce aquí por “mishmá’át ruchānit” (מִשְמְַעַת רוּחָנִית).

Brahmavidya es un compuesto de las palabras Brahma y Vidya: La palabra Vidya está derivada de la raíz verbal Vid, que se puede traducir por: conocer o comprender.

Vidya se puede traducir como ciencia, aprendizaje o filosofía. Tradicionalmente se ha dicho que existen cuatro tipos de Vidya:

Trayīvidyā: conocimiento de los tres veda (textos religiosos) principales, o conocimiento del ritual.

Ānvīkshikiīvidyā: lógica y metafísica.

Daņdanītividyā: conocimiento de cómo gobernar correctamente.

Vārttāvidyā: Conocimiento práctico, como agricultura, comercio o medicina.

Más adelante se añade Ātmavidyā: conocimiento interior. Y el autor de la introducción abarca todas estas ramas con el compuesto Brahmavidya, o “conocimiento de Brahma”. ¿Pero qué es Brahma?

La palabra Brahma deriva de la raíz Bŗih, que se puede traducir por: crecer, aumentar, expandir, promover e, incluso, “espesar”. De esta raíz deriva el nombre del dios Brahmā, quien da forma y modifica la creación. La fuerza creativa de la realidad, que de una manera más metafísica podría llamarse Brahmán: “aquello que posee expansión”; la realidad profunda de las cosas, un movimiento expansivo hacia dentro y hacia fuera, en todas las dimensiones. Conocer esto (Brahmavidya) es uno de los pilares del hinduismo, según N.I. Nikam, e Immanuel Olsvanger lo traduce al hebreo como Havayá (הֲוָיָה), derivado de Hové: presente, ahora.

El místico judío de la Zaragoza del siglo XI, Iben Pakuda, en su obra Hovót Halevavot, traducida al castellano como Guía de los deberes, habla de de la Havayá como “aquello a lo que uno sale después de formarse en el útero materno”. Mientras en algunos contextos Havayá podría traducirse como “la vivencia” del mundo, o “la manera de ser” de algo. Y en un sentido religioso, “el nombre de toda esta vivencia del mundo (shem havayá) es el nombre que incluye todos los nombres: el nombre completo de la divinidad.

Yavé, el nombre de la divinidad, está compuesto de la misma raíz que Havayá, de ahí la relación con Brahma, que es una palabra que alude tanto al creador personificado como a la realidad, en todos sus aspectos conocibles.

Lo que cada un@ pueda entender de esta comparación lingüística queda influenciado por nuestra constelación de asociaciones personal, dependiendo de qué asociamos a la palabra mundo, experiencia o creación. Lo que propongo como ejercicio es parar un momento la lectura y visionar, como si miráramos las nubes pasar sobre la montaña, las imágenes e ideas que se dibujan en nuestro paisaje interior.

Más que hacer el esfuerzo de definir la experiencia a la que apuntan estas palabras, propongo el ejercicio de vivenciar la experiencia lingüística en sí. Un ejercicio que se irá puliendo a lo largo de este octavo año de Respirar el Mahābhārata.

El otro pilar, o punto central, de la visión hindú, según el autor mencionado, es Yogashastra; y esta palabra es igual de fascinante que la anterior, porque es prácticamente imposible de traducir de manera literal. La prueba es que las traducciones más contemporáneas de la Bhagava Gita ya tienden a dejarla en el sánscrito original, confiando en que el uso repetido de la palabra vaya habituando a los lectores interesados a sus diversos significados posibles. Yoga, derivada de la raíz yuj, se puede traducir como: atar, yugo, pero también disciplina, o arte, dependiendo del contexto.

En el Mahābhārata, por ejemplo, la palabra Yoga aparece en muchas ocasiones y en contextos aparentemente distintos: Los guerreros hablan del yoga del tiro al arco, que han aprendido de sus maestros, y la reina Gandhari tiene la capacidad de volver a su hijo invencible con el acto de poner en él su mirada, gracias al yoga de haber mantenido los ojos cerrados durante décadas. Hay místicos que saben todo lo que ha pasado, siempre, en el mundo gracias a su yoga y existen armas mágicas con capacidad de destrucción masiva que se consiguen gracias a un yoga determinado.

En la Bhagavad Gita se habla de varios yoga, que supongo iremos viendo a lo largo de este año, y para nosotros, los lectores contemporáneos, yoga son secuencias de posturas físicas practicadas regularmente, asociadas a un estilo de vida austero y meditativo. ¿Qué es lo que une todos estos significaos, con el sentido de la raíz sánscrita yuj: atar?

Shastra, la segunda palabra del compuesto, es igual de ambigua. La traducción más coherente en el contexto de esta introducción es la de Enseñanzas. Probablemente el autor se refería a esto, a las enseñanzas de yoga (aunque, de nuevo, ¿en qué pensaba al decir yoga?). Y aún así, es interesante tener en cuenta que la raíz shas se puede traducir por cortar, y shastra puede ser cualquier instrucción oral tanto como manual escrito o compendio de normas.

El segundo pilar, entonces, junto a Brahmavidya, es Yogashastra: “comprender las enseñanzas del yoga”, lo cual Immanuel Olsvanger traduce por Mishma’at Ruhanit. Mishma’at se puede traducir por disciplina, pero vale la pena mencionar que deriva de la raíz sham’a, que tiene que ver con la escucha. En este caso disciplina tiene que ver con “oír”, en el sentido de “hacer caso”, obedeciendo al tópico hebreo de que oír de verdad significa hacer. Según Maimonides, en sus escritos editados a la comunidad de Yemen (Epístola a Yemen): Oír, callar y hacer trae el bien verdadero.

Pero, ¿oír qué? Pues la palabra ruhaní deriva de ruah, que se puede traducir por viento. ¿Oír, hacer caso al viento? ¿A los vientos de Brahma, la expansión universal? Todas las palabras hebreas que se refieren al interior sutil e inasible del cuerpo tienen que ver con el aliento y la respiración. Nefesh, neshamah, ruah, son sinónimos de alma, o se refieren a aspectos distintos del alma, si se quiere, pero se pueden traducir también por soplo, respiro y viento. En el segundo verso del libro bíblico de Génesis lo que vuela encima de las aguas sin forma es la ruah divina. En la traducción al griego conocida como “la de los setenta”, en el siglo III a.e.c la palabra ruah de este verso se tradujo por primera vez por pneuma, y de ahí al latín en la Biblia Vulgata como spiritus dei. Por esto la traducción más común de ruah es “espiritual”. Mishma’at Ruhanit: Disciplina espiritual, o escuchar la voz del viento divino: Yogashastra, conocer las enseñanzas espirituales.

Considero la traducción bien escogida, porque la tradición insiste en que el yoga no es especulación sino acción. La misma Bhagavad Gita insiste en ello. En el sentido de “escuchar es hacer”, la traducción de yoga por mishma’at, disciplina espiritual, es inspiradora, y abre campos semánticos interesantes. Si volvemos a la pregunta de ¿Qué es vida?, con la que ha empezado este escrito, puede ser muy indicativo el tener en cuenta los pilares de comprender la expansión del mundo y escuchar los vientos espirituales, para serles fiel.

Escuchar cómo respiran los fenómenos. Escuchar con la piel. Escuchar el espíritu de la escucha. Caminar, respirar, es escuchar. Escuchar es estar. Estar es hacer.

Entre la comprensión del mundo y una vía espiritual; entre el hebreo y el sánscrito; se abre el misterio de la vida. Esta vida que pasa rápida como el vuelo de una flecha. Entre las palabras y el silencio. ¿Qué aportan a nuestro mundo las palabras? ¿Y qué le quitan?

Entre el sánscrito y el hebreo

Sobre las llanuras salvajes se delinean las poblaciones humanas, como diagramas de paredes y costumbres que recuerdan vagamente algo que vimos antes de nacer. Por esto a veces tiene sentido, todavía, lo nuestro y lo que construyeron nuestros antepasados; lo que nos han contado y enseñado. Pero a veces no. Como un parpadeo.

Sobre los terrenos fértiles crecen y desaparecen bosques, o ciudades que se convierten en desiertos y desiertos que florecen y se convierten en ciudades…

El Mahābhārata es el relato de una guerra cósmica que atraviesa varios planos existenciales. Visto desde el plano material, la guerra ocurrió en un pasado lejano, pero en otros planos el conflicto continúa. El Mahābhārata habla del conflicto y de la paz que permea todo conflicto. Para escuchar su mensaje es necesario abrirse a la posibilidad de que nuestra vida transcurre simultáneamente en varios niveles de existencia y uno de ellos transciende toda descripción, todo conflicto y, además, nos habla subjetiva y personalmente a cada un@ nosotr@s.

En el centro del Mahābhārata, cuando se dispone a empezar en el plano material y temporal la gran batalla mencionada, el guerrero Arjuna entra en crisis y cuestiona a su compañero Krishna el sentido de todo. En ese momento Krishna se revela como la voz de ese plano eterno y personal del cual emanan todos los demás. Por esto el texto que recoge su respuesta es llamado Bhagavad Gita: La raíz sánscrita bhag tiene significados relacionados con la repartición de abundancia, o el brotar, como una fuente, de contenido. –Van es un sufijo de posesión, de ahí la palabra Bhagavan, “el que posee abundancia para repartir”. Bhagavan es uno de los nombres de la divinidad, en sánscrito, ¿porque qué reparte toda la abundancia de los mundos sino la divinidad?

Bhagavan, también, se ha usado tradicionalmente en sánscrito para referirse a reyes y lideres regionales, en tanto a que el monarca, o el patrón, es quien reparte entre los súbitos la abundancia de las tierras que le pertenecen. De ahí que Bhagavad Gita, “el canto de bhagavan”, se traduce a menudo como “el canto del señor”, siendo Dios el señor de todos los mundos, aunque podría perfectamente traducirse como “el canto de la fuente de todo lo que existe”, porque quien habla en este texto es la fuente cósmica, universal, de la cual emanan todas las dimensiones que habitamos.

Lo que quiero decir con esto, aparte de introducir la Bhagavad Gita, es que las traducciones de este texto tan esencial abren nuevas perspectivas, alejan y acercan al original, como una exploración guiada, tanto de las posibilidades del lenguaje como de los pliegues del mundo que el lenguaje muestra y esconde.

Para este octavo año de Respirar el Mahābhārata propongo una exploración artística de la traducción hebrea de la Bhagavad Gita, narrando en este idioma que estoy usando para el blog las cercanías o distancias entre el sánscrito y el hebreo. Lo que puede aportar un trabajo así se irá viendo a lo largo de este año 2023. El sánscrito y el hebreo son dos idiomas que se consideran sagrados porque la creación del mundo tuvo -tiene- lugar mediante sus sonidos. Traducir la Bhagavad Gita al hebreo es volver a crear su mensaje con otros sonidos, y narrar este proceso es un acto artístico, creativo, que entronca con la motivación de este voto de 12 años.

Para este ejercicio me propongo usar la traducción de Immanuel Olsvanger, de 1956, junto con la de Itamar Teodor, mucho más moderna pero que todavía no ha llegado a mis manos. Estas son los únicas traducciones directas del original sánscrito al hebreo, a mi saber. Las otras traducciones de la Bhagavad Gita publicadas en hebreo se han traducido a partir de traducciones inglesas del texto.

Para evitar análisis lingüísticos demasiado técnicos, que pueden dar más protagonismo a las palabras que a la inspiración, propongo ir presentando cada 15 días textos basados en los campos semánticos de las palabras sánscritas y sus correspondencias hebreas. Si leyendo esto tienes alguna duda más técnica puedes escribirme a respirarelmahabharata@gmail.com, o añadir un comentario.   

Dharmakṣetre kurukṣetre (धमृक्षेत्रेकुरुक्षेत्रे)

Dharma (धमृ) – firme / sostener / decreto / práctica / uso / costumbre / justo / correcto / ley / doctrina / disciplina.

Kōdésh (קֹדֶשׁ) – Cercano a dios / aquello que transciende lo secular / el país del “kodesh” es la tierra santa / la ciudad de “kodesh” es Jerusalén / actos de “kodesh” son las costumbres / el idioma de “kodesh” es el hebreo / el pueblo de “kodesh” es el judío.

Kṣetra (क्षेत्र) – propiedad / terreno delimitado / región / país / una figura geométrica / diagrama / signo zodiacal /

Derivados: útero fértil / cuerpo / marido

En forma verbal: Raíz kshi, clase 2: residir / habitar

Sdēh (שׂדֵה) – Terreno para agricultura / comarca / zona / terreno no habitado (animales del שׂדֵה)

Kuru – linaje de los kuru

¿Qué son los dioses?

¿Qué es un dios? Cual interrogante resplandeciente, como un fulgor inalcanzable, la palabra Dios arde en el firmamento de nuestra razón.

Porque, no nos confundamos, decir que los dioses son inventos de la humanidad, un recurso para conseguir poder, no es mucho más que un juicio exterior a las personas creyentes, que suele derivar en acusación, incluso, de avaricia o simpleza mental, pero esto sigue sin explicar lo que es un dios. Este tipo de crítica hacia quienes se consideren creyentes puede ofrecer cierta sensación de superioridad intelectual pero sigue sin explicar qué es aquello en lo que creen los creyentes. Decir que los creyentes creen en una falacia tampoco explica en qué consiste esa falacia. Estas son acusaciones que solamente sirven para huir de una reflexión más profunda, y de la confrontación con los límites de nuestra propia capacidad de razonar el mundo.

 

Hace quince días compartí un texto procedente del libro Upasana de Olivia Cattedra: una descripción de la energía universal procedente de los antiguos himnos védicos[1], escrita en primera persona, que reescribí de la siguiente manera: «Yo transito la atronadora existencia[2] entre sus elementos[3], las potencias de la libertad[4] y los dioses que miran desde las estrellas[5]. Soy el centro del poder[6], el fuego que conecta el cielo con la tierra[7]y los ciclos de la naturaleza[8]. Soy el soporte del vino de la inmortalidad, que brota de la piedra sacrificial; soy la base de lo que da forma[9]; de lo que inspira tu viaje[10] y del gozo heredado[11].  (…)»

 

Se trata de la interpretación de un himno que en su versión sánscrita original es mucho más compacto, y a la vez más complejo.

Me explico:

Donde la energía dice: «yo transito la atronadora existencia», lo que está transitando en el original es a Rudra. Rudra es uno de los nombres ancestrales del dios Shiva, literalmente “el aullador”. Rudra es todo lo que existe, es el gran señor de la existencia, y se conocen muchas historias sobre sacrificios a los que Rudra no ha sido invitado, y que han acabado desastrosamente mal. Rudra vive en los márgenes del universo, pero lo sabe todo, lo ve todo, y es todo. Si se margina, si se intenta ignorar, reaparece con furia.

En este caso, una posible traducción hubiera podido ser «yo transito los márgenes ignorados del universo», o sino, dado que el dios del viento es un fiel servidor de Rudra: «yo transito los vientos que aúllan en los márgenes oscuros de la realidad, aquellos que nadie quiere ver pero siguen formando parte de la existencia», uniendo así un significado de la palabra Rudra –aullador- con la explicación del símbolo Rudra. ¿Pero seguiría esto siendo una traducción? Parece más bien una inferencia. Por otro lado la opción literal: «transito el aullador», tampoco sería una traducción con mucho sentido.

Griffith traduce por «transito los Rudras», pero esto implica directamente usar la palabra sánscrita, lo cual se aleja también del propósito de una traducción.

La frase continúa con «y los Vasu». De nuevo, opción 1: dejar la palabra Vasu en la traducción. Problema: Al que no sabe qué son los Vasu la traducción no le sirve de mucho. Los Vasu son entidades que controlan los elementos del aire, fuego y tierra, junto al cielo, el espacio, el sol, la luna y las estrellas. Y esto también está muy simplificado porque si nos ponemos a deshilar con más atención se podría escribir un libro entero solo para explicar el significado de los Vasu. «Yo transito los elementos», es una opción de compromiso. Problema: Que el que lee esta traducción no llega a conocer el nombre de los Vasu y no reconocería, leyendo otro texto que mencionara los Vasu, que el texto en cuestión está hablando sobre los mismos Elementos, personificados, que aparecen en el himno que aquí comento.

Pero no se puede tener todo. Al final, si alguien quiere entrar en profundidad en la simbología tradicional de la India lo más recomendable es estudiar sánscrito, y después los idiomas dravídicos, pero por esta misma regla para entender el mundo deberíamos estudiar todos los idiomas.

Una traducción, en un punto, siempre es una reinterpretación. Esto es inevitable, sobre todo cuando se trata de idiomas antiguos, tan cargados de significado, como pueden ser el sánscrito o el hebreo.

El libro de la creación, por ejemplo, es un tratado hebreo sobre… cosas simbólicas. El mismo título ya es problemático. En la primera estrofa del llamado Libro de la creación aparece una frase que dice algo así como «Dios grabó su nombre con tres sfarim: sfr, sfr, sfr». ¿Por qué no traduzco sfarim? Para ilustrar la problemática. La raíz hebrea sfr puede significar cuenta, número, contar en el sentido de narración, y libro. La frase dice algo así como que el mundo se creó con tres veces una raíz que puede significar estas cosas. ¿Cómo se traduce esto? El hebraísta Manuel Forcano traduce el fragmento como «… lo creó de tres maneras: por la escritura, el número y el relato[12]». El problema es que sfr no significa «manera», pero también reconozco que yo no hubiera sabido salir mejor del aprieto.

Y aquí aparece otro dilema: Lo que traducimos por El libro de la creación, en el original dice Sfr Yezirah, donde Sfr es esta misma raíz con significados múltiples. ¿Por qué no traducir, entonces, por «el cuento de la creación»? ¿Y «las cuentas de la creación»? Todas estas son traducciones posibles, viendo el contenido del enigmático tratado, pero al final el traductor tiene que tomar una decisión, y parece que «libro de la creación» tiene coherencia porque el objeto que tenemos entre manos es, al fin y al cabo, un libro.

En fin, que toda traducción es una interpretación, esto es lo que vengo a decir. Y en el caso de la primera estrofa del Libro de la Creación el traductor tiene la facilidad de que se repite tres veces la misma palabra sfr, con lo que puede usar tres de los significados posibles y quedar como un señor.  ¿Pero qué pasa si la palabra se usa una sola vez?

Cualquier aprendiz de sánscrito, o yoga, conoce el dilema del segundo verso de los Yogasūtra de Patañjali, que dice: el yoga es citta vŗtti nirodha – donde vŗtti viene de la raíz vŗit, que significa girar, moverse, revolverse, y muchas más cosas. Ni– viene a decir dirigir, y rudh– sostener, por lo que nirodha se entiende como «manejo», o «control». «El yoga es el control de los remolinos de la consciencia (citta)» parece una frase un poco forzada y, dada la larga tradición de referirse a los procesos mentales como vŗttis, la traducción de «yoga es el control de los procesos mentales» parece ser la más concreta. Hace poco más de un año leí la traducción, bastante poética, del famoso yogaș citta vŗitti nirodha como «algo así como el puente o la unión comienza frenando, controlando o deteniendo la propensión de la mente a descentralizarse» en un libro poco difundido llamado El Budismo del Tercer Milenio, escrito por Hugo Raúl Cornejo. La traducción me gustó porque la vi coherente con mi propia experiencia de observar cómo funciona mi mente y percibir cuán propensa es a «descentralizarse», y porque me pareció original, y acertada, la manera de incorporar el significado centrífugo de la raíz de la palabra vŗitti al contexto más filosófico del tratado.

Lo interesante para mí es el posterior proceso de descentralización por el que ha pasado mi mente, que me ha llevado a recordar, con el tiempo, esta frase que ahora cito de manera literal al volver a consultar el documento original, como algo parecido a: «yoga es encontrar el equilibrio entre los remolinos … ». Creo que esta modificación en mi recuerdo tiene que ver con que el autor, Hugo Raúl Cornejo, es argentino, y de alguna manera mi inconsciente ha mezclado el recuerdo del momento en el que sentí aprecio por su traducción con un tango conocido, llamado «Los mareados», que canta algo así como que la vida es una borrachera en la que buscamos el equilibrio; un mensaje que relaciono con el concepto de Māyā y mis intentonas de encontrar el equilibrio a través de la práctica de la meditación. En esta borrachera, que es el mundo de las apariencias, ni-rudh es un «controlar hacia», parecido al marinero que flota en medio de un remolino y se aferra al mástil del barco en busca de un centro.

En fin, con todo esto quiero ilustrar cómo una traducción nunca es perfecta, y cómo la mente no retiene las palabras tal cual son sino que recuerda más bien lo que estas le evocaron en el momento de leerlas. A mí me interesa más lo que una palabra pueda evocar, y por ello opto por una traducción poética, seguida de la palabra sánscrita original, como: «sostengo lo que inspira tu viaje» allí donde el original dice «sostengo a Pushan». Porque Pushan es un dios que navega por los cielos y ayuda a los navegantes a encontrar su rumbo. Y esto se puede entender de muchas maneras pero como traductor, intérprete y re-creador, opto por compartir aquello que más me inspira de Pushan: La sensación de que en el cielo navegan señales que ayudan a uno a encontrar el equilibrio entre los remolinos de la vida.

Porque, volviendo al principio, un dios es una condensación de significados – una aglomeración poética. Un dios es un enigma, un interrogante. Los dioses son señales, avisos que parpadean en las fisuras del caparazón racional en el que nos envolvemos y nos muestran el horizonte de un espacio que transciende las creencias a las que nos aferramos.

Si no existe ningún navegante en el cielo, tampoco existen remolinos en la mente, porque la construcción «remolinos mentales» es poética. Pero si no existe la poesía tampoco me creo que la materia se constituye de diferentes núcleos energéticos que giran alrededor de sí mismos y se repelen y se atraen dependiendo de la densidad y la velocidad. Porque si todo lo que somos es átomos, ¿cómo se explica que solamente de la unión de un espermatozoide con un óvulo nace una vida nueva? Si la materia no es más que un juego de átomos ¿por qué no puede un óvulo impregnar otro óvulo?, ¿o un espermatozoide otro espermatozoide? ¿Y por qué nos aferramos tanto a nuestra vida, entonces, si sabemos que todo es una misma energía movida por el azar? ¿Y qué significa el azar? ¿Si el azar no significa nada por qué creemos en ésta palabra?

Lo que quiero decir es que la vida es poesía. Porque nos comunicamos con palabras y las palabras son ambiguas, como la poesía. No vamos por la vida repitiendo lo que nos han dicho palabra por palabra sino que reinterpretamos y volvemos a contar de maneras diferentes aquello que hemos oído o percibido. Toda comunicación es un acto creativo. Traducir es interpretar, igual que cualquier comunicación.

 

En el Mahabharata[13], se explica que «del espacio nace del ego, y el viento nace del espacio. La energía nace de los vientos, el agua es el resultado de la energía y la tierra nace de la condensación de las aguas. Estos son los ocho elementos originales.

Los cinco sentidos de conocimiento, los cinco órganos de acción, los cinco objetos de los sentidos y la mente, como el decimosexto elemento, se forman a partir de la transformación de los elementos originales; el ego, el viento, el espacio, la energía, el agua y la tierra.

Los oídos, la piel, los ojos, la lengua y la nariz son los cinco sentidos. Los pies, el ano, los genitales, la boca y las manos son los cinco órganos de acción. Sonido, tacto, forma, sabor y olor son lo que se puede conocer y penetran la conciencia. La mente va por todas partes; conoce el sabor desde la lengua y se dice que se convierte en palabras. Unida a los sentidos, la mente se ocupa de todo. En sus formas variadas, estos dieciséis deberían conocerse como divinidades.»

Esta es otra manera de usar la palabra, el poder poético de la palabra, para describir el mundo en el que dibujamos nuestra identidad. Aquí parece que los Dioses son algo muy concreto y suficientemente transcendente a la vez. Los dioses serían el contacto de los sentidos con las corrientes elementales; el horizonte de nuestra capacidad de percepción. Los dioses no son nada foráneo a la realidad, pero nada que se explique fácilmente tampoco. Porque ¿quién puede definir el límite del olfato?

 

El tránsito por la realidad es un acto poético. Todas nuestras acciones, todas nuestras percepciones, son aproximativas. El acto artístico no crea nada, solo traduce, reinterpreta la realidad. Hablar de los dioses que surcan el firmamento estrellado no es más que una expresión poética de la misma realidad en la que viran los átomos y los bailarines de tango. Esa realidad que nuestra mente no acaba de acabar de comprender, pero a veces se confunde y cree que lo ha hecho, hasta que se encuentra con otro límite, con otro destello de lo incomprensible en la discoteca de la realidad.

 

***

Esta entrada es la última de este año de Respirar el Mahabharata. La siguiente, el próximo 1 de Diciembre, será un resumen del segundo año del proyecto, y el próximo 12 de Diciembre estrenaremos el segundo espectáculo del proyecto en Respiro Yoga, en Villa Adelina, en Buenos Aires, junto a la actriz y cantante Gisele Cornejo y el grupo musical Surindia.

Si vives en Barcelona y lees esto antes del domingo 19 puedes venir a ver el ensayo abierto del espectáculo que se estrenará en Diciembre en la sala del colectivo CRA’P en Mollet del Vallès.

 

[1] Ŗg Veda X, 125

[2] Rudra

[3] Vasu

[4] Aditya

[5] Vishvadevas

[6] Indra

[7] Agni y Mira-Varuna

[8] Ashvin

[9] Tvastŗ

[10] Pushan

[11] Bhoga

[12] El llibre de la creació, Fragmenta, 2012

[13] Moksha Dharma Parva 203

¿Qué significa Mahābhārata?

Cada vez que alguien me pregunta qué es el Mahābhārata me pongo a dudar, me cuesta encontrar una respuesta rápida. ¿Es un libro? ¿Un libro de la India? ¿Si una obra escrita tiene entre 6.000 y 7.000 páginas sigue siendo un libro? El Mahābhārata es tan extenso, e incluye tantas líneas argumentales, que siento la tentación de llamarlo una recopilación de historias antiguas, pero el Mahābhārata tiene una línea argumenta central, y muy clara, con unos personajes principales y un inicio, desenlace, clímax y final que arrastran hacía sí las líneas argumentales menores y las engloban todas en un mismo contexto. ¿Es entonces el Mahābhārata una historia? ¿Una saga? Sí, también, pero eso confunde, porque el Mahābhārata incluye dentro de sí tantos mitos y tantas historias, que llamarlo una sola historia es insuficiente. A mí, esta dificultad de definir el Mahābhārata es una de las cosas que más me fascina de esta ¿obra?, ¿fenómeno?, ¿recopilación?

El mismo título, Mahābhārata, no tiene una traducción nada fácil. La palabra Mahābhārata es un compuesto sánscrito, un compuesto que contiene las palabras mahā y bhārata, esto no lo cuestiona nadie, pero el sentido de estas dos palabras dentro del compuesto es bastante interpretable y esta ambigüedad del título Mahābhārata es enigmática.

Mahā, la palabra que ocasiona menos división de las dos, se traduce habitualmente por grande, pero lo interesante es que igual que el adjetivo castellano gran, el significado de mahā puede variar levemente dependiendo de la palabra a la que esté unida en un compuesto. Mahā, siendo más específicos, amplifica el significado de la palabra que define. De esta manera, mahā se puede traducir por gran, pero también por pesado, fuerte, abundante, poderoso, dependiendo del contexto y del compuesto. En mahāpitŗ o mahāmatŗ significa también padre anciano y madre anciana. Para decidir qué tipo de mahā tenemos en mahābhārata, deberíamos entender bien qué significa bhārata, y aquí las aguas del misterio se vuelven más oscuras.

La palabra bhārata es un derivado de la raíz sánscrita bhŗ, de la cual fluyen una miríada de significados relacionados con el concepto de sostener, fomentar, alimentar, llevar, estar embarazada, levantar u ofrecer. Significados cercanos a lo que hace para la creación el planeta tierra, por lo cual uno de los nombres de la tierra en sánscrito es bhārata también. Una de las traducciones de Mahābhārata es la gran tierra, y una de las acepciones de la palabra mahā, aceptada por el diccionario sánscrito Monier Williams, es la de vaca. En este caso, mahābhārata podría significar también la vaca embarazada, lo cual no es descabellado, porque en el imaginario mítico indio a la tierra se la representa a menudo como una gran vaca, y está embarazada de sus hijos, los seres vivos, entre los cuales están los humanos, quienes combaten la gran guerra civil descrita en el Mahābhārata, asistidos por la influencia sobrenatural de otros seres, seres que viven en los elementos de la tierra y otros que observan desde las estrellas, todo se ve involucrado en el gran conflicto del Mahābhārata.

Mi opinión es que las diferentes traducciones e interpretaciones de algo tan simbólico y arquetípico como el Mahābhārata no necesariamente se anulan entre sí sino todo lo contrario, se suman. La gran tierra puede ser también la gran vaca. Y los significados no terminan aquí.

En el tratado gramático de Pāņini, datado sobre el siglo IV antes de la era común y el mayor referente para el estudio de gramática sánscrita, el autor define el significado de la palabra bhārata como saṁgrāma (bhārata nāmah saṁgrāmaḥ). Saṁ es un prefijo que significa reunión, o junto, o unido, y grāma significa gente, comunidad o tribu. Podríamos entender que el gramático Pāņini nos está diciendo que bhārata significa reunión de gentes, pero en un interesante estudio[1], el sanscritista contemporáneo M. G. Dhadphale defiende que saṁ puede significar también confrontación, y que bhārata significa, según Pāņini, la guerra de las tribus. M. G. Dhadphale defiende su propuesta, además, con el dato de que en la traducción persa del Mahābhārata, encargada en 1582 por el emperador Akbar, Mahābhārata se traduce como Razmnama, que en persa significa la historia de la guerra.

Mahābhārata, según Dhadphale, significaría la gran guerra, lo cual tiene sentido. Porque el Mahābhārata habla de la gran guerra de la tierra, la gran confrontación de las gentes que viven en el seno de la gran vaca sagrada.

Por otra parte, antes de terminar, no puedo dejar de lado una observación más:

Es importante decir que Bhārata, entre otras cosas, es el nombre del emperador/monarca que inició el linaje de los hermanos que combatirán en la guerra civil que relata el Mahābhārata. El padre de Bhārata, el emperador sagrado Dushyanata, renegó de su hijo en un primer momento y no quiso reconocerlo como legítimo heredero. Tras la insistencia de la madre de Bhārata Dushyanta se retractó y cogió a Bhārata en brazos, de ahí el nombre Bhārata, en el sentido de: el acogido, el sostenido. No se puede negar tampoco que el Mahābhārata es la historia de un linaje también, la extensión de Bhārata, el rey acogido.

Sobre la cuestión del linaje y el nacimiento de Bhārata voy a continuar escribiendo en la próxima entrada. En cuanto al título Mahābhārata, a mí me inspira la imagen de una flor de loto con miles de pétalos. Cada vez que se descifra uno de los significados del título se abre un pétalo, pero detrás de este pétalo aparece otro pétalo y el centro de la flor sigue quedando más allá del alcance de nuestra comprensión. El Mahābhārata es así también, no en vano se dice que lo que no está en el Mahābhārata no se encuentra en ninguna otra parte.

 

 

[1]
EXACT SIGNIFICATION OF THE TITLE MAHĀBHĀRATA G. Dhadphale, Annals of the Bhandarkar Oriental Research Institute,Vol. 88

 

Tema: Baskerville 2 por Anders Noren.

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