Allí fuera hay un mundo objetivo: el de todas las cosas iluminadas por los rayos del sol. Allí fuera, una pared es una pared y el fuego quema. Allí fuera, está el cosmos, desplegándose hacia las entrañas del infinito. Y aquí dentro, hay un mundo interior: tiene formas y nombres, pero sus paredes son maleables y su fuego nunca quema. Entre el infinito y lo objetivo, hay un mesocosmos que enlaza todas las posibilidades: es el lugar donde las formas brillantes que danzan sobre un tronco se llaman fuego, y este fuego es un dios, que enlaza el tronco seco con la respiración de nuestro cuerpo, y con en el sol, y el ritual, y la poesía.
El ser humano se mueve y se desplaza por y mediante este mesocosmos. Gracias al mundo intermedio reconocemos el espacio que nos rodea; reconocemos nuestra relación con nuestro hogar. Porque nuestro hogar es un lugar físico y otro lugar interior. Mediante el mesocosmos reconocemos nuestra relación con nuestra aldea, nuestra familia, nuestra raza y el planeta.
Pero en el mundo intermedio uno se puede perder, dando vueltas alrededor de los propios pensamientos. Porque la dirección aquí no se encuentra con la mente, ni ninguno de los sentidos, sino mediante la acción. La acción desinteresada, la entrega, es la guía para ir reconociendo el pulso vital que nos llama a atravesar las aguas fantasmales en las que se diluye el tiempo, y en él todas las formas del mundo objetivo.
Mahābhārata, es el nombre de una gran historia, que habla de cómo encontrar esta dirección. Para hacerlo, el Mahābhārata nos cuenta la historia de aquellos que vivieron antes que nosotros; la humanidad anterior:
El Mahābhārata nos habla de un mundo en el que las cosas eran distintas, y nos habla de cómo murieron los héroes (kshatriya) que defendían al mundo de bandidos. Nos habla, el Mahābhārata, de una humanidad que conoció a los reyes (kshatriya), aquellos seres que vivían por hacer lo correcto y proteger la justicia. Pero, dice el Mahābhārata, que llegó una era misteriosa y oscura en la que los Kshatriya se convirtieron en una carga demasiado pesada. La tierra rogó por ayuda, con un plañido que fue escuchado en todos los mundos. Y nació Krishna, y su contraparte femenina Krishná: también llamada Droupadi, la oscura, nacida del fuego. Entre los dos se encargaron de que murieran todos los hombres kshatriya, en una guerra total, que quedó narrada en los cantos del Mahābhārata.
Este gran canto iniciático que se llama Mahābhārata es lo que estoy narrando en doce años. Dejándome transformar por el Mahābhārata, entregándole la mayor parte de mi tiempo y mis pensamientos entre el 2016 y el 2028. Y este sexto año se lo dedico a Krishna, porque es el centro del Mahābhārata, junto a Krishná. Porque el Mahābhārata dice que allí donde está Krishna está la victoria (jaya). Solo que, si Krishna y Krishná fueron quienes destruyeron a los Kshatriya, ¿a qué tipo de victoria se refiere el Mahābhārata?
Cuando Krishná (Krishnā), instiga a sus cinco maridos como fuego en sus entrañas; cuando los insta a ir a la guerra contra sus primos, en nombre de la justicia, y la venganza, ella sabe que esa guerra que está avivando será la destrucción de todos. Y cuando en medio de la batalla Arjuna, quien fue el más poderoso entre los kshatriya, sintió que no debería participar de esa guerra corrupta, Krishna lo animó a hacerlo, aun sabiendo que esa guerra significará la desintegración de todos los clanes. Y cuando, al final de esa guerra terrible, Krishna animó al héroe Bhima a luchar de manera deshonesta, y ganar con un golpe bajo el último duelo de la batalla, sabía que se ganaría una maldición. Y esa maldición fue la que lo destruyó a él, a Krishna, y a todo su linaje. En la próxima entrada explicaré mejor este fragmento, que todavía no ha aparecido en el blog, sobre la muerte de Krishna y algunos de los sucesos que llevana ella; pero lo que importa ahora es que eso era precisamente lo que Krishna buscaba. Krishna provocó su muerte, y la de su linaje, porque también fue un guerrero, y su clan (los Vrishni) debía desaparecer como los otros.
Así, ¿cuál es la victoria de Krishna? Porque con la desaparición de los reyes comenzó nuestra era. Ahora nadie nos protege de los bandidos. Las guerras siguen existiendo, pero ya no son batallas, sino saqueos, y el fuerte esclaviza al débil para venderlo en el matadero. Así es la era de los bandidos coronados. Pero Krishna, y Krishná, siguen existiendo. Porque ellos sostienen todas estas formas que llamamos universo; con una pequeña parte de sí mismos. En medio de la confusión, en medio del paisaje fantasmal de las fantasías y los deseos, sigue estando Krishna. Y allí donde está Krishna está la victoria. Pero para estar con Krishna, y llegar a la próxima victoria, habrá que dejar ir alguna cosa. Así como la humanidad anterior tuvo que renunciar a los héroes, para seguir a Krishna, esta humanidad nuestra tiene que renunciar a algo. ¿Qué se nos está pidiendo que renunciemos, para que comience la era siguiente?
La próxima humanidad, se cuenta en el mismo Mahābhārata, será perfecta. La humanidad que nos suceda, recuperará la era de la luz, donde todos sabrán lo que tienen que hacer, y lo harán. ¿Qué es lo que tenemos que dejar ir, para dar paso a la próxima humanidad?
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Si te interesa la relación de Krishna con el mesocosmos, tal y como se describe en la Bhagavad Gita, probablemente el texto filosófico más conocido del Mahabharata, puedes seguir los encuentros que estoy haciendo sobre el tema para La estrella de la devoción, un colectivo dedicado al arte religioso contemporáneo. Los encuentros se pueden seguir en vivo o en diferido, escribiendo a: respirarelmahabharata@gmail.com
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