La historia que empezó en la entrada pasada tiene una tensión interna dramática, pero a la vez primal, y curiosamente actual. Como un arquetipo que se perpetúa de las maneras más inesperadas.
Los personajes son: una reina, que ha perdido su trono y vive ahora disfrazada de concubina en un reino pequeño, para que sus enemigos no la encuentren.
Cinco hermanos, uno de los cuales fue emperador del mundo, son los maridos de la reina. Ellos también se están escondiendo, en la misma corte que ella, bajo identidades distintas.
Un general de la corte desea a la reina disfrazada de concubina. Ella lo rechaza y él la arrastra de los pelos al salón principal, donde la tira al suelo y la patea. Dos de los maridos de la reina están presentes, uno casi actúa, pero el otro lo para, para que su identidad no sea reveleda.
En privado, después, la reina se lamenta:
<<Me quema en el cuerpo que un militar me haya arrastrado a la sala de reuniones, ante todos los cortesanos, y me haya llamado sirvienta.
¿Qué hija de reyes, más que la hija de Drupada, mi padre, querría vivir como yo, y sufrir tantas miserias? ¿Quién sino yo, hubiera soportado ser abusada por segunda vez por Saindhava, el mismo rey que me insultó en la asamblea donde perdimos el reino y me intentó secuestrar cuando vivíamos en el bosque? Aparte de mí, ¿quién más soportaría vivir después de haber sido golpeada por los pies del general, en presencia del rey y ante la mirada mis maridos? He sido atormentada por varias miserias como estas ¿De qué me vale la pena estar viva?
Kichaka, el de la mente malvada, es el general del rey y, además, su cuñado. Mientras yo vivo en las residencias reales disfrazada de concubina, este malvado me acosa constantemente pidiéndome que sea su mujer. Tratada así por alguien que merecería ser matado, se me hincha el corazón en el pecho como una fruta cuyo tiempo haya llegado.
Mi marido parece un bobo silencioso reflexionando sobre sus actos. Antes, cada vez que salía le acompañaban decenas de miles de elefantes engalanados con decoraciones doradas y lotos; ahora vive de la limosna del rey. Cien mil hombres infinitamente energéticos lo honraban como rey en la capital. Cien mil sirvientas le atendían en la cocina con platos en las manos, sirviendo a invitados mañana y noche. Él, supremo entre los generosos, daba miles de monedas de oro. Ahora se ve en esta miseria. Muchos bardos y ministros, con voces preciosas y adornados con pendientes con joyas, le mostraban sus respetos día y noche. Mil sabios se hospedaban siempre en su sala de reuniones. Eran ricos en austeridades y estudio y todos sus deseos eran atendidos. Sin distraerse, financiaba a los ciegos, a los ancianos, a los desprotegidos y a quienes habían perdido su reino. Yudisthira siempre fue devoto de la no-violencia y ahora ha encontrado su infierno como sirviente de un rey. Yudisthira se hace llamar en la corte Kanka, el apostador. Cuando vivía en su capital todos los reyes le traían tributo, ahora pide el salario de otros. Era el protector de la tierra y todos honraban su soberanía. El rey ahora ha perdido sus poderes y está bajo el control de otro.
Como el sol, cegaba la tierra con su energía, pero ahora Yudisthira es un apostador en la corte del rey Virata. El que era honrado por reyes y rodeado de sabios está sentado bajo otro. El inmensamente sabio busca ahora su sustento pidiendo a otro. ¿Quién no sufriría, viendo las penas inmerecidas de Yudsthira, que tiene el dharma en el alma? La tierra entera servía a este valiente, y ahora está sentado bajo otro, mientras yo estoy desprotegida, en medio de un océano de pena.
Pierdo los sentidos cuando veo a mi segundo esposos luchar con tigres, búfalos y leones en el interior de la corte. La reina me ve desmayar y dice al resto de mujeres que la acompañan: “creo que esta dama de sonrisa dulce siente afecto por el cocinero y sufre cuando lucha con estos inmensos seres. La sirvienta es preciosa y el cocinero es muy guapo. Las mentes de las mujeres son imposibles de predecir, pero creo que están hechos el uno para el otro. Ella siempre siente pena por él porque llegaron a esta corte al mismo tiempo”. Mediante palabras así hace que todos me miren. Cuando ve cómo me enfado sospecha que me siento atraída por él. Estoy sobrellevada por este sufrimiento, sumado a la pena por Yudisthira, mi primer marido, y no soporto el vivir.
Él solo, mi tercer marido, sobre su carro, derrotó a dioses, hombres y dragones serpentinos. Este joven es ahora el profesor de danza de la hija del rey. El héroe de alma infinita que pudo satisfacer al mismo dios del fuego en el bosque de Khandava. Ahora Arjuna vive en la corte interior, como un fuego escondido en un pozo. Los enemigos temblaban con el tañido de su arco o una de sus palmadas, ahora satisface a mujeres con el sonido dulce de su canto. Su cabeza siempre estaba adornada por una diadema que era como el sol, ahora su pelo descuidado está trenzado. A este grande le son conocidas todas las armas mágicas, pero lleva ahora pendientes de mujer. Miles de reyes, cuya energía era ilimitada, no podían enfrentarlo en la batalla, igual que el océano no cruza la línea de la costa; pero este guerrero es ahora un profesor de danza. Se esconde detrás de su disfraz y sirve a la princesa. La tierra con sus bosques y elementos móviles e inmóviles solía temblar ante el rugido de su carro, su nacimiento terminó con las penas de su madre, y ahora me da pena. Vive cubierto de joyas femeninas y hace sonar los aros que cubren sus brazos. Cuando lo veo pasar mi mente se sumerge en la tristeza. Él es equivalente a un dios, y cuando lo veo entre las chicas jóvenes, rodeado de instrumentos musicales como un elefante macho rodeado de jóvenes elefantes hembra, al servicio del rey, pierdo la noción de toda dirección. Seguro que la madre de mis maridos no puede ni imaginar las dificultades por las que están pasando.
El joven Sahadeva es el señor entre los guerreros. Palidezco al verlo trabajar de vaquero. Pienso mucho en la actitud que siempre ha tenido: la sinceridad es su valor y no me consta de ninguna falta que Sahadeva haya cometido nunca, a consecuencia de la cual tenga que pasar por esta infelicidad. Viendo a mi cuarto marido siendo señalado por el rey como un toro más entre el ganado me supera el miedo. Va vestido de rojo y sobresale entre todos los vaqueros. Le muestra respetos al rey. La madre de mis maridos siempre alababa la conducta de Sahadeva, su virtud y su reputación: “Es modesto, dulce en su hablar, devoto al dharma y cercano a mí. Oh Draupadi, consuélalo en el bosque cada noche”. Cuando veo a Sahadeva ocupado con las vacas, cubriéndose con cuero de ternero para dormir, ¿cómo puedo soportar mi vida?
Y él, Nakula, quien posee las tres cualidades de belleza, habilidad con las armas e inteligencia; atiende ahora a los corceles del rey. ¡Cómo han cambiado los tiempos! El rey y el público que lo acompaña miran cómo Nakula entrena a los caballos y los dirige con velocidad. Le he visto, con todo su brillo, mostrando los corceles al rey. ¿Cómo puedo ser feliz? Estoy afligida por cientos de miserias, y hay otras peores:
Merodeo el palacio como una cortesana, y soy yo misma una princesa. Como si estuviera enferma, espero el tiempo en que mis penas se terminen. Para los mortales se dice que la prosperidad, el éxito, la victoria y la derrota son siempre pasajeros. Pensando en esto espero que mis esposos se vuelvan a levantar. Lo que lleva un hombre a la victoria puede llevar también a su derrota. Estoy esperando este cambio. Los hombres dan y suplican, matan y mueren a manos de los enemigos. En este orden. No hay nada que le sea demasiado difícil al destino, ni puede el destino nunca ser contradicho. Por tanto, espero a que el destino se manifieste. Donde antes no había agua puede haber agua después, como los lagos que se secan en verano y después se vuelven a llenar. Pensando en estos cambios espero que nos levantemos de nuevo. Si uno no es exitoso a causa del destino, incluso si ha actuado bien, se dice que el inteligente debería actuar para que el destino le sea favorable.
Estoy indefensa y no puedo encontrar la paz.>>
Sin paz interior, no hay paz exterior. Este exilio forzado y esta humillación de la reina Draupadi y de sus cinco maridos, los Pandava, terminó en una guerra horrenda; en un evento traumático que sigue afectando a nuestro inconsciente colectivo. Esa guerra, que fue un eco de la lucha de la luz contra la oscuridad, o de la pugna de los dioses y sus enemigos por la inmortalidad, y de la cual toda discusión sigue siendo un eco, representa la herida de la humanidad. El recuerdo (uno más) de lo peor que podemos hacer.
El abuso, la humillación, la crueldad, son horribles porque nacen de la empatía. El peor daño lo sabemos hacer porque entendemos qué es el dolor. Sabemos qué nos duele y sabemos cómo infligir ese mismo dolor a los demás. Sabemos cómo ofender, cómo enfuriar, cómo molestar y provocar a los demás. ¿Y por qué lo hacemos? ¿Hasta dónde queremos llegar?
Ha llegado la hora de pensar en estas cuestiones. No podemos hacernos más los bobos. Meditemos en el discurso de la reina Droupadi. Meditemos en el dolor de los demás y reflexionemos sobre nuestras intenciones, sobre la provocación, el insulto, el desprecio, y el lugar hacia el cual derivan. Esta historia es un aviso, para todos nosotros.