Kshetra es una palabra sánscrita que significa, según el pensador C. Radhakrishnan, <aquello que está sujeto a degeneración y (por tanto) es transitorio>, probablemente considerando la palabra kshetra como derivada de la raíz sánscrita de clase 1 kshi: corromper, destruir, arruinar, terminar. También, según el mismo pensador: <campo>, sinónimo de espacio, que es a su vez sinónimo de lugar.
El prestigioso diccionario sánscrito Monier Williams traduce Kshetra como lugar, propiedad, terreno, a partir de la raíz sánscrita Kshi, pero de clase 2, que se traduce por habitar, estar, residir.
En lo filosófico, como sucede a menudo con el sánscrito, el significado de ambas raíces no se contradice sino que se complementa.
Todos los objetos del mundo son Kshetra, desde la más pequeña partícula a nivel subatómico hasta la más grande; es decir, el universo completo. Nuestra vida tiene lugar en más de un kshetra a la vez, y el funcionamiento correcto de cada kshetra es la acción que le es natural.
Todos los eventos en el universo son complementarios. Ningún ser vivo pude existir a menos que forme parte de un balance mayor. Todo lo que actúe bajo un <auto-interés> que vaya en contra de esta ley queda alienado y acaba sufriendo, tarde o temprano.
Cada ser vivo manifiesta y actúa acorde a unos impulsos de la naturaleza basados en la biosfera colectiva. Los seres vivos no conocen la avaricia y no atrapan ni acaparan como los humanos. A esto se refiere la frase <observa los pájaros en el cielo; no plantan ni cosechan>. De hecho hacen las dos cosas, pero la diferencia crucial es que mientras lo hacen no sienten que lo hacen para sí mismos, y tampoco lo hacen bajo el impulso de ningún derecho de propiedad. Trabajan por el bien mayor por instinto. Esto es conocido como shayajña: ritual colectivo, o <Tomar parte del funcionamiento del mundo>, según C. Radhakrishnan. Toda acción con un interés que sea más estrecho que este es perjudicial para el que la hace. Uno no puede formar parte del balance a menos que esté desapegado.
Uno puede iniciar el acercamiento a la verdad de muchas maneras. También el ateo tiene una visión de la verdad en mente; está buscando una alternativa mejor a las propuestas religiosas y creencias existentes.
Sea cual sea la postura que uno toma en un principio, esa idea crecerá y evolucionará. Cuando el individuo se percata de que existe algo más auténtico y permanente que él ya ha iniciado el sendero del descubrimiento del ser en el universo (Ātman). Después, basándose en lo que haya podido oír, leer y ver, o las costumbres que conoce, continúa el aprendizaje.
La mayoría de las personas, independientemente de la fe que procesen, rezan a su propio y único Dios, quien se supone que escucha a sus penas, y solo a las suyas. Para algunos Dios es un ser redentor que cumple las necesidades de individuos y comunidades selectos. El concepto crece con la madurez del individuo; muchos quedan atrapados en alguna de las fases intermedias pero algunos repiensan y buscan senderos frescos. Sea cual sea el sendero y sea cual sea el lugar, todos estamos en ruta hacia el ser mayor, ser superior o supremo. También la negación y el odio a Dios forman parte de este viaje. Ninguna religión o fe es errónea o inútil. Todos los ríos fluyen junto al mismo sendero evolutivo, todos somos compañeros de viaje. No tiene sentido sentirse enfadado o separado de nadie. La única cosa a recordar es que este aprendizaje no se debería estancar en la guardería.
El descubrimiento de que existe una fuerza única y fundamental que sostiene el universo es el primer paso. Uno puede concebir esto como el creador / señor. <Pertenezco a esto> (tasmaivahan) es la actitud que refleja una relación de dueño y servidor. Sin embargo, el dueño es abstracto, distinto de uno y lejano. En el siguiente paso (taivaham– soy tuyo), el sujeto de la dedicación es más cercano, vivo y familiar. El último paso es tvamevaham (soy tú mismo) y lo vuelve todo claro. Incluso entonces permanece la distinción <yo-tú>, indicando una línea de separación. Cuando estos dos desaparecen y uno se unifica con ello se dice que uno ha alcanzado el verdadero conocimiento. Jñanayajña, comprender el sacrificio, es el esfuerzo de luchar por este conocimiento. No hay necesidad de preocuparse por los pasos intermedios pues también nos ayudan a ascender. Ya sea filosofía o simple adoración de naturaleza, continuar y progresar con la actitud adecuada le lleva a uno al éxito (jaya).
El alma no le tiene rechazo a nadie adoptando el sendero o método que sea. Cada uno puede tomar la cantidad de agua que quiera de este enorme océano dependiendo del tamaño del contenedor que uno tenga. No existe parcialidad ni favoritismos.
La entrega absoluta no lleva a nadie a una manera particular de adoración sino que investiga de manera imparcial la naturaleza de todas las creencias y revela los secretos elementales de la naturaleza profunda de las cosas (prakṛti) y, al final, redirige a todos hacia el último encuentro.
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La Bhagavad Gita es un texto central del Mahabharata, la gran obra, “el kshetra que contiene todo este proyecto”. En la Bhagavad Gita se expone el dialogo entre Krishna, hablando en nombre de la máxima consciencia, con su discípulo y amigo Arjuna. Se trata de un texto traducido y re-traducido, así como comentado y debatido a lo largo de los siglos. El texto de esta entrada se compone de los comentarios de C.Radhakrishnan a los versos 13.2 / 1.1 / 3.9 / y 4.11 de la Bhagavad Gita.
Los escritos que aparecen en este blog representan el pulso de un acto artístico que consiste en el voto de estudiar durante 12 años el Mahabharata y estrenar cada 12 de Diciembre un espectáculo nuevo basado en la narración oral de un capítulo nuevo de esta gran obra. Puedes ver una explicación más detallada del proyecto en el apartado Una performance de 12 años, o el significado de este blog.
La parte más importante de este proyecto es su dimensión oral, o los encuentros personales. En el apartado Próximas actividades puedes ver un calendario de las posibilidades para vivir en vivo la narración oral de estos materiales.
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