Cuentos reales

Shaktival es el nombre que usa un hombre de mirada tímida y sonrisa generosa que vive en la aldea de Kottakarai, en el sur de la India. Shaktival trabajaba de cocinero y tenía una pequeña pastelería en la que vivía con su familia, cuando acudió a la inauguración de un templo dedicado a Hanuman cerca de su pueblo.

Aquí hago un inciso para explicar quién es Hanuman, con el hándicap de no saber qué explicar. Estos últimos quince días he estado muy dedicado a Hanuman, hasta el punto de recibirlo en un sueño, en el que Hanuman se me ha aparecido en la forma de una máscara asimétrica, o mejor diría como una letra china hecha de planchas doradas que se asemejaba a la representación de una cara casi humana; casi como un jeroglífico dorado, que flotaba en el cielo y me preguntaba provocador:

-¿De verdad crees que me vas a comprender?

Este es Hanuman para mí.

La representación común de Hnuman, no la que soñé yo, es la de un hombre fornido con cara de simio. Se le representa muchas veces volando, con una maza y una montaña en la mano, y otras rezando o meditando.

Un evento central en la historia del universo es el momento en el que los Deva, las divinidades luminosas, y los Asura, magos oscuros con poderes cósmicos y titánicos enemigos de los Deva, se asociaron para batir juntos el océano estrellado del universo y destilar de él el elixir de la inmortalidad. El Mahabharata narra este evento pero omite que en el momento en el que la primera gota de la inmortalidad salió exprimida del océano, Vishnu tomó la forma de la mujer más sensual que había visto el cosmos y bailó una danza tan hipnótica que todos los Asura quedaron hechizados, inmóviles. Este momento de distracción o aprovecharon los Deva para hacerse con la inmortalidad. La operación fue un éxito pero, según me han contado, a Shiva le gustaron las formas de aquella mujer ilusoria que había representado Vishnu y quedó enamorado.

Me cuesta encontrar las palabras justas porque me es imposible discernir las corrientes sutiles e inmesurables que impulsaron a Shiva e Vishnu a ejecutar aquella acción enigmática pero el hecho es que hicieron el amor, los dos aspectos de la divinidad, Vishnu en forma de mujer y Shiva en forma de hombre. Su descendencia, el fruto de aquél acto de amor, fue una energía tan podersa que no podían bajarla directamente al mundo material. Le pidieron al dios del viento que lo hiciera y así, en el seno de una tribu de monos, el embrión que la madre de Hanuman acababa de concebir en su interior fue cargado con la energía del dios del viento y la energía de Shiva, con la intervención de Vishnu.

Hay una explicación, también, de por qué esta energía nació entre monos, pero la dejo para otro día.

Siguiendo con la energía de Hanuman, nos podemos ir formando la idea de que era poderoso como un agujero negro, por lo menos, y siendo todavía bebé confundió la imagen del sol entre las hojas de un árbol de mango con una madura fruta dorada, lo cual le impulsó a saltar hacia el espacio exterior para comerse al sol.

Se dice que las cualidades de Hanuman son inmesurables, incluido su cuerpo físico: puede volverse más pequeño que un átomo o más grande que la galaxia en la que vivimos. No tuvo ningún problema en engullir el sol.

Quién sí tuvo problemas con ello fue Indra, el rey de los Deva y el encargado de mantener el orden meteorológico. Por culpa de aquel monito la tierra se quedó sin luz e Indra defendió el equilibrio golpeando la mandíbula de Hanuman con su arma, el rayo, de manera que Hanuman cayó de vuelta a la tierra con la boca abierta.

El dios del viento recogió a Hanuman en su caída y Shiva explicó a Indra que era a su hijo a quien había golpeado. Todos los dioses se sintieron mal y bendijeron a Hanuman con regalos. Indra transfirió al cuerpo de Hanuman toda la energía del rayo y Brahma le dio la capacidad de comprender toda la creación.

Para que no causara más problemas los dioses hicieron que Hanuman olvidara sus poderes y el sol asumió la responsabilidad de convertirse en su gurú, guiando sutilmente a Hanuman a través de su vida hacia la madurez.

Y estas historias las tenía muy incorporadas Shaktival, el pastelero con quien he empezado este escrito, cuando fue a la inauguración de un templo de Hanuman.

Recogió algunas de las monedas que lanzaron los sacerdotes durante la ceremonia y volvió caminando a casa. Pero en el camino encontró una fotografía en el suelo, en un lugar inesperado, en medio del campo. Era la fotografía de una estatua negra de Hanuman decorada con una larga guirnalda.

Esto le pareció una señal a Shaktival y se llevó la fotografía a casa, le preparó un altar, le encendió una vela, le hizo las ofrendas apropiadas y le rezó a Hanuman con mucha devoción.

Shaktival no habla inglés, todo lo que cuento lo sé de su hijo, Cakrapani, que me contó que aquella misma noche su padre despertó a la familia saltando por la casa y cantando el nombre de Rama.

Hanuman es, ante todo, devoto de Rama. Rama es una de las encarnaciones más importantes de Vishnu y la historia de Rama es el llamado Ramayana, “la vía de Rama”, una historia que me encanta narrar y que fue la semilla de este proyecto de Respirar el Mahabharata.

El Ramayana se puede encontrar dentro del Mahabharata; los cinco hermanos protagonistas lo escuchan narrar en la selva. Por razones que espero poder explicar mejor en el futuro, siento que el Ramayana es el corazón del Mahabharata, es su compasión, así como la Bhagavat Gita es su comprensión. Es por esto, y porque Hanuman actúa también en el Mahabharata, que considero este escrito apropiado para este diario de Respirar el Mahabharata.

Volviendo a Hanuman, lo que más le gusta hacer es decir el nombre de Rama.

Al cabo de un rato Shaktival volvió en sí y dejó de actuar de aquella manera, pero el evento se repetía y noche sí noche no, Shaktival volvía a saltar en trance recitando el nombre de Rama. Pronto la familia entendió que en aquellos episodios su pariente se veía poseído por la energía de Hanuman, a quién de día Shaktival seguía venerando en su apropiado altar.

Dado que Shaktival seguía siendo un padre de familia tierno y responsable, y el negocio de la pastelería prosperaba, la familia aprendió a convivir con la situación. La esposa de Shaktival intentó acudir a ciertos expertos para que bloquearan el acceso de Hanuman al cuerpo de su marido, pero nada funcionó. Hanuman seguía apareciendo y se convirtió en una más de la familia.

En caso de que leer esto te incomode, por parecer demasiado íntimo, he de decir que cuando le he preguntado a Cakrapani, el hijo de Shaktival, si podía contar su historia, me ha mirado con los ojos bien redondos y me ha dicho, sorprendido:

-Es la verdad, ¿Por qué no lo vas a poder contar?

Pero todo cambió cuando llegó a la pastelería de Shaktival un amigo, llorando, y le contó que estaba pensando vender su casa para costear una operación muy difícil. Un agente policial había dañado una vértebra del hijo del señor desesperado, golpeándole con un bastón, y la única posibilidad de que volviera a caminar era con una operación que la familia no podía pagar de otra manera.

Aquel día fue la primera vez que Shaktival se atrevió a compartir con alguien lo que hasta aquél momento la familia consideraba una excentricidad. Le explicó al señor necesitado la situación y le ofreció consultar a Hanuman como último recurso, antes de vender la casa.

Aquella misma noche invocaron a Hanuman y este ser tan enigmático, mono, mensajero divino, avatar y poseedor de la visión del poeta original, recomendó a los presentes preparar un ungüento hecho de hierbas que podían recoger en los bosques cercanos. Desde un punto de vista médico la recomendación era absurda pero Shaktival insistió a su amigo probar aquello como última opción. Si no funcionaba, podían pasar a vender la casa y pagar la operación.

Sobra decir que, milagrosamente, funcionó.

El amigo de Shaktival le regaló una vaca, y rápidamente comenzaron a aparecer personas de las aldeas vecinas pidiendo consejos de Hanuman.

Las vacas han aumentado, de una a nueve. La pastelería se cerró y en un terreno nuevo se ha erguido un modesto templo a Hanuman, que Shaktival mantiene en un estado continuo de incuestionable devoción.

Cuando yo he conocido a Shaktival no conocía todos estos detalles. Había oído rumores de que se convertía en Hanuman y tenía muchas ganas de presenciarlo para estar por fin cerca de este ser misterioso. Sin embargo pensaba que para conocer a Hanuman debería ser invitado a algún tipo de ceremonia íntima. Cuando hace unos diez días una persona muy especial, que merece otro escrito dedicado solamente a él, me ha invitado a contar el Ramayana en un templo de Hanuman, no me he imaginado que aparecería el mismo Hanuman en el lugar. Pensé que probablemente esa noche el sacerdote me pondría a prueba, y así podría ganarme la bendición de conocer a Hanuman, pero había olvidad que otra de las cosas que más le gustan hacer a Hanuman es escuchar el Ramayana.

Voy a dejar este escrito aquí, porque se está alargando mucho, primero, y también porque siento que todavía no he asimilado del todo este encuentro físico con Hanuman. Si has leído hasta aquí te saludo, te honro y te agradezco. También me disculpo. Dentro de quince días espero poder continuar esta historia.

El desenlace inmediato de lo que estoy contando es obvio: he tenido el honor de conocer a Hanuman; lo que todavía no acabo de asimilar son las consecuencias de este encuentro. En quine días espero entenderlo mejor y poder relacionar la experiencia con el proceso artístico que es Respirar el Mahabharata.

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