El sonido del placer

Giorgio de Santillana y Hertha con Dechend son dos pensadores, historiadores del pensamiento científico, que en 1969 publicaron un vasto estudio en el que presentaban la hipótesis de que muchos fragmentos enigmáticos de las antiguas historias sagradas se pueden entender como una narración del movimiento de los cuerpos estelares visto desde la tierra. Es decir, que las historias sagradas son ciencia; concretamente astronomía[1]. Este acercamiento me gusta porque transciende la interpretación metafórica de las historias sagradas, y psicológica, porque a estas las intuyo limitantes. A veces, cuando una historia habla de ninfas y músicos celestiales, no está meramente personalizando las capacidades creativas de la psique humana sino que habla, simplemente, de ninfas y músicos celestiales. ¿Que no entendemos de qué ninfas hablan las historias, porque nunca las hemos visto? Esto es un problema nuestro, no de las historias. Que no seamos capaces de escuchar a los músicos celestiales no significa necesariamente que no existan, tal vez el problema es que no escuchamos bien…

De todas maneras, volviendo al estudio citado, El molino de Hamlet, he leído en él esta semana la cita de un texto pitagórico, un comentario al texto de Plutarco: Por qué los oráculos ya no dan respuestas, en el que Petrón, «un pitagórico de la primera escuela italiana, contemporáneo y amigo del gran doctor Alcmenón (c. 550 a. c.), teorizó que debe haber muchos mundos: 183 en total. Y esta es una información que ha recibido de un «hombre» misterioso que solía verse con los seres humanos solo una vez al año cerca del Golfo Pérsico, mientras que pasaba «los demás días de su vida relacionándose con ninfas y semidioses errantes» (421A)».

Más allá de la interesante temática del estudio, me ha llamado la atención el contacto con ninfas y semidioses, de los cuales proviene una información tan detallada de la realidad. Me llama la atención porque también en el Mahābhārata, son muy numerosas las historias en las que un humano accede a una comprensión mayor de la realidad y una acción mayor en la realidad, a partir del encuentro con una apsarā, lo que llamaríamos una ninfa celestial, o un gandharva, un músico celestial.

Cuando digo comprensión mayor de la realidad, hablo de cuando un padre entiende el significado profundo de la reproducción y una acción mayor en la realidad es cuando pasamos a actuar de acuerdo a nuestra comprensión actual. Parece que la realidad puede tener muchos niveles y podemos movernos con suficiente comodidad dentro de una interpretación de la realidad que nos ofrezca los parámetros necesarios para encontrar una felicidad. A veces, sin embargo, las historias sagradas como el Mahābhārata, nos hacen ver el destello de otra cosa, de una realidad más compleja, más profunda si se quiere, o más articulada, que no niega el plano al que estábamos acostumbrados, pero nos ofrece la intuición de nuevos retos. Y no solo las historias sagradas, pueden haber eventos vitales que nos lleven también a replantearnos nuestra interpretación de la realidad de la misma manera. En el Mahābhārata estos momentos de transcendencia vienen a menudo de la mano del encuentro de un ser humano con una ninfa (apsarā), o un músico celestial (Gandharva).

A mí, cuando en los encuentros en los que narramos el Mahābhārata o el Rāmāyaņa alguien me pregunta por las apsarā o los Gandharva, me gusta ofrecer una descripción corta pero que encuentro muy inspiradora, según la cual en la corte de Indra, quien es el rey de los dioses, bailan para él las apsarā y tocan los Gandharva. Dado que Indra es también el dios de la lluvia, se dice que las apsarā son las gotas de agua que forman las nubes y los Gandharva el sonido de los truenos. Esto lo he recogido de diferentes Purāņa y derivado de la etimología de la palabra apsarā, cuya raíz ap significa agua. Y no es descabellado permitir que la raíz de los nombres sánscritos de los elementos de una historia sagrada nos inspiren a la hora de escuchar la historia. En este caso también, no hay que olvidar que Indra es el rey de los dioses pero Indriya son también los sentidos que nos conectan con la realidad. Las ninfas bailan para los sentidos, o el rey de los sentidos, y llevan a bucear más hondo en la realidad a la que pertenecemos. Para ampliar esto ofrezco ahora el plato fuerte de esta entrada, que es de hecho el texto que he querido introducir con todo lo escrito hasta ahora. Se trata de un fragmento de una obra llamada The Yoga of Snakes and Arrows, de Harish Johari. No quiero entrar a comentar ahora este libro porque significaría salirse del tema de las apsarā y los Gandharva, que es lo que quiero desarrollar. Según Harish Johari: «Se dice en las escrituras que los gandharva son Sus notas musicales. La palabra gandharva en “inglés” puede traducirse como músicos celestiales. Vienen en ocho formas de creación distintas que no pueden ser percibidas por el ojo normal; pero tienen el poder de adoptar cualquier forma a voluntad. No están compuestos de pesadas partículas materiales, pues habitan el plano astral. Sus esposas son llamadas apsarā (ninfas), y juntos, y de todas las maneras posibles, entretienen a Dios y aquellos que por su evolución hayan alcanzado este plano. Se han entregado al entretenimiento de los dioses en el plano celestial. Como músicos celestiales viven en armonía con la música divina. En las historias de los Purāņa hay numerosas referencias a las acciones de los gandharva y las apsarā. Inicialmente están libres del ciclo de nacimiento y muerte – pero si no actúan en armonía con su manera de ser, caen a la tierra desde el cielo, y toman nacimiento como seres humanos. Aun así allí donde están proveen la diversión.

[Cuando jugamos al juego de la vida, la diversión] es una expresión de dicha interna, una sensación de ritmo, un sentido de la armonía. La diversión vuelve ligero al jugador y le provee de los incentivos para el recreo y el entretenimiento. El entretenimiento ilumina la existencia mundana y provee nuevas vías, nuevas vistas, nuevos horizontes. Todas las artes elevadas son un producto de este estado (…) que tiene que ver con la vibración del segundo chakra. (…)

La vida se basa en el principio del entretenimiento – la diversión. La vida puede percibirse como entretenimiento cuando el jugador ha transcendido el primer chakra (seguridad). La esencia del espíritu es entretenimiento. Toda la creación es un divertimiento de la energía- por Shakti, el principio materno, el Dios absoluto… o cualquier manera en que el Jugador Supremo, quien no juega, sea llamado. Si el Juego Divino (entretenimiento) no estuviera involucrado personalmente en el juego, el Uno no podría elegir volverse muchos. Es durante el proceso de diversión que el Uno se convierte en muchos. Divertirse es aceptar. Aceptar es rendirse. Rendirse es disolverse y volverse Uno.[2]»

Me parece una explicación excelente de la clave de las ninfas y los músicos celestiales en las historias sagradas. En mi caso, lo que me pregunto, es cómo divertir a las personas que vienen a escuchar las narraciones del Mahābhārata o el Rāmāyaņa. ¿Cómo apoyar a la diversión y que el encuentro mantenga esa dimensión de entretenimiento que lleve a comprensiones más ricas y múltiples de la realidad? La respuesta habitual que recibo es divirtiéndome yo mismo. Para divertirme profundamente, busco las apsarā y los gandharva en las historias, y me permito verlos cuando aparecen, para darles el respeto que merecen.

[1] El molino de Hamlet. Los Orígenes del conocimiento humano y su transmisión a través del mito. Giorgio de Santillana y Hertha von Dechend, Sexto Piso Ensayo, 2015.

[2] The Yoga of Snakes and Arrows, Harish Johari, Destiny Books, 2007.

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