¿Quién es Ganesha?

Damos importancia a nuestras opiniones y las ponemos en un pedestal como si fueran verdades, aunque en el fondo sabemos que nuestra manera de ver el mundo es parcial, y lo que consideramos verdad no es nada fijo e inalterable sino que depende del momento y de un punto de vista. Pero es importante que le demos importancia a nuestras opiniones, porque sobre ellas se apoya nuestra comunicación con el mundo. La mente humana no percibe el mundo tal cual es, en cada momento, porque la cantidad de información que cada instante emana es indigerible. Para vivir, nuestra mente proyecta sobre el mundo un modelo predictivo de cómo deberían ser las cosas, según lo visto hasta el momento: Si dejo ir un objeto en el aire caerá, y si camino hacia el semáforo me acercaré a él, etc.

Este modelo predictivo se basa en conceptos (gaņa); en abstracciones y síntesis de las repeticiones más frecuentes en la experiencia acumulada o una síntesis de las opiniones heredadas del entorno social. El señor (Iśa) de estos conceptos es Ganesha (gaņa + iśa = gaņeṡa), el llamado dios de los portales, representado con un cuerpo de bebé y cabeza de elefante. Él pone, quita, baraja y mueve los conceptos que tiene nuestra manera de ver el mundo.

Y a Ganesha también se le llama Vigneshvara, el señor de los umbrales, porque se dice que no solo quita barreras, sino que también las pone. Ambas cosas son igual de importantes. Así como a veces es necesario poder cuestionar nuestro modelo mental predictivo y revisar axiomas que consideramos incuestionables, como que el mundo es sólido o somos buenas personas, también es importante mantener un modelo predictivo coherente para manejarse por el mundo. Por esto a Ganesha también se le llama Pramukha, o “la cara original / anterior a todo”; porque lo que vemos siempre es él: nuestro modelo predictivo poroso, que se adapta al caos cósmico de las posibilidades para protegernos, enseñarnos, guiarnos o despertarnos según la ocasión.

Es llamativo que Ganesha fuera el escriba que trazó con la punta rota de uno de sus colmillos (Ganesha tiene cabeza de elefante, no lo olvidemos) los versos del Mahābhārata. Vedavyasa, abuelo de los protagonistas del conflicto del Mahābhārata, quiso escribir la historia de la guerra que los destruyó, para el recuerdo de la humanidad. Le pidió a Ganesha que pusiera por escrito lo que le dictaba y Ganesha aceptó, con la condición de que Vedavyasa recitara toda la historia en una sola vez. A lo cual Vedavyasa aceptó, pero introdujo acertijos en el texto que hacían pensar a Ganesha. Durante esas rumiaciones del señor de los conceptos Vedavyasa aprovechaba para descansar.

Es llamativo, porque la versión escrita por Ganesha no es la versión del Mahābhārata que nos ha llegado a nosotros. La versión que conocemos es la que contó el hijo del discípulo de Vedavyasa quien le escuchó a su maestro contar el Mahabharata en un sacrificio de 12 años. Si quedó en algún lugar un manuscrito físico, de la mano de Ganesha, no sabemos dónde está. Porque tampoco podemos estar seguros de qué tipo de caracteres usaba Ganesha al escribir, tal vez ese manuscrito sea la misma realidad que compartimos. Aquello que nuestros  modelos predictivos comparten. Esta realidad poderosa (Mahābala) y voluminosa (Lambodhara), ambos epítetos de Ganesha, a quien también podemos llamar conocimiento original (Prajña) y señor de la palabra (Vakpati), como si palabras, conceptos y realidad tuvieran un mismo dueño.

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