Cuando nació lo llamaron Gángeya: “hijo del Ganges”; que también podríamos traducir por “el que es del Ganges”. Porque Gángeya “fluyó”, como quien dice, a este mundo, desde el Ganges.
El Ganges, además de ser un río, es una corriente estrellada de aliento vital que vivifica todos los mundos. Es la vía láctea. El Ganges, cuando quiere, nace en este mundo con la forma de la diosa. O en forma de mujer, si es que hay alguna diferencia.
Y la diosa mujer Ganges parió un hijo, a quien llamaron Gángeya, y este hijo tenía un conocimiento innato del funcionamiento externo e interno del mundo. Como hijo de la diosa, conocía el lenguaje silencioso de las piedras y los secretos de la reproducción celular. Gángeya podía hablar tanto con su propia sangre como con el viento. Podía manifestar sueños y sentir las estrellas más lejanas. Y en lo externo, Gángeya conocía las costumbres humanas, las leyes y los procesos que articulan la política. Pero, sobre todo, Gángeya comprendió el poder y la importancia de la palabra.
Cuando su padre terrenal, el rey Shantanu, se enamoró de una pescadora que olía a flores, Gángeya renunció al reino y a tener descendencia; para dar lugar en la corte a la pescadora, y al linaje que de ella nacería. Desde entonces a Gángeya se le pasó a llamar Bhishma, “el terrible” – porque todos los mundos temblaron cuando hizo su voto.
Su madre, el Ganges, se había difuminado de vuelta al cielo, y su padre, el rey, estaba ocupado con su nueva familia. Bhishma se quedó solo, ofreciendo ceremonias a las aguas del río Ganges, y reflexionando sobre la política del reino.
Bhishma se convirtió en consejero, y general de las tropas. Se convirtió en una presencia energética en la corte; temida, honrada, pero no necesariamente escuchada. Sus consejos eran cuestionados, o directamente ignorados.
Así es como Bhishma no pudo evitar aquella guerra que todos recordamos de una u otra manera. A pesar de su presencia imponente en la corte, Bhishma no pudo evitar la guerra que desintegró su mundo.
Por lealtad, y por el peso de su palabra, Bhishma se vio involucrado en la guerra civil, y luchó junto al lado en el que él no creía. Por lealtad al reino y a las normas. Por lealtad a la palabra que había dado.
Gángeya hizo la promesa de no tocar nunca a una mujer, y pasó a llamarse Bhishma, el terrible. Por esa razón sus contrincantes mandaron contra él una mujer. No cualquier mujer sino su némesis: la mujer que había jurado vencerlo en una vida anterior. Y protegiendo el avance de la que iba a hacer caer a Bhishma en el campo de batalla estaba Árjuna, el discípulo favorito, bisnieto de la pescadora, quien avanzaba por el campo de batalla como un torbellino de muerte.
Bhishma, el hijo del Ganges, entendió que no podía ganar, y se rindió. Dejó que las flechas enemigas entraran en él como el frío en el cuerpo y cayó al suelo sobre una cama de flechas. Todavía estaba vivo, porque Bhishma podía morir solo cuando él lo decidiera, pero había abandonado la lucha.
Y todavía queda mucho que hablar de Bhishma, porque toda la tercera parte del Mahābhārata narra el discurso que él hizo clavado en el suelo, sobre su cama de flechas, después de la batalla, antes de dejar que su aliento vital volviera al cielo. Pero es importante parar hoy la narración de este voto de 12 años para nombrar a Bhishma. Porque con él murió un mundo; una manera de hacer. Terminó una era, con su muerte, y estos siglos en los que nos ha tocado vivir son una transición entre la memoria de aquella manera antigua de hacer, entre ese recuerdo que se difumina, y la aceptación y comprensión de lo nuevo, de lo que nos toca asumir ahora. Hace siglos y milenios que estamos asumiendo, juntos, la muerte de Bhishma, y cuando completemos este duelo podremos comprender lo que nos toca hacer ahora.
La grandeza del hijo del Ganges es tal, que siendo casi inmortal por la gracia que le dio su padre de poder elegir el momento de su muerte, como premio a su renuncia al reino y a la posibilidad de tener hijos que pudieran acceder al mismo. Bhisma decide que sólo puede matarlo un hombre que haya sido mujer, dándole la posibilidad de vengarse a Amba, aquella mujer a la que le arrebató la posibilidad de casarse con el Rey, y que juró matarlo, en otra vida.
Hola Anibal. Sí, en la versión completa del Mahabharata la cuestión queda un poco ambigua. Por una parte, Bhishma explica su negativa a luchar con Shikandi/Amba como una extensión de su voto de celibato. “No tocar a una mujer”, implica para Bhishma, tampoco luchar contra una mujer. Shikandi ya es hombre cuando lucha en Kurukshetra, pero como fue mujer antes de cambiar de género, Bhishma lo sigue considerando como tal. Quizá para darle a Shikandi la oportunidad de vengarse, porque Bhsihma sabe que Shikandi ha sido Amba en la vida anterior. Sin embargo tampoco es Shikandi quien vence a Bhishma literalmente. Bhishma está atravesado por muchísimas flechas cuando decide rendirse, y la mayoría son de Arjuna. Es la combinación de ver a Shikandi protegido por Arjuna en la batalla, la que hace que Bhishma decida renunciar, y en ese momento el mundo entero se despide de algo. En esta entrada quería hacer un llamado a leer entre líneas, tanto la historia de Bhishma, como eso que estamos despidiendo en el mundo. Más allá de cualquier interpretación.
Saludos