Krishna es para siempre

En la entrada anterior escribí, influenciado por el Mahābhārata, sobre el esfuerzo por perseguir los placeres del cuerpo como una batalla perdida.

Una persona cercana me expresó su tristeza al leer esa entrada, porque le pareció sentir que, en cierta forma, yo estaba renunciando a la vida. Pero aquí la paradoja está en que no se puede renunciar a la vida. Es imposible, porque todo lo que somos es vida. Algo que tenemos la libertad de hacer es actuar violentamente contra el cuerpo, incluso hasta llegar a su destrucción, pero esto no implica ninguna renuncia sino lo contrario: una acción violenta. Dejarse llevar por la vida no lleva a la destrucción. Al contrario, dejar de perseguir y abandonarse al paso de la vida lleva a la apreciación, precisamente, de aquello que subyace al marchitamiento del cuerpo, que es la vida misma.

La vida es incomprensible e indefinible, porque la vida brota de la oscuridad. Y la oscuridad es lo desconocido: aquello que no alcanza la luz. La oscuridad es insondable; no se puede medir ni comprender: no se puede ver, ni escuchar, ni oler, ni saborear. Pero en la oscuridad nace la luz y en ella desaparece. En medio de lo incomprensible cristaliza la inteligencia, y esta consciencia del ser que nos fascina y angustia, pero no podemos decir que solo la vida inteligente sea vida, ni la vida consciente. Existe también la vida mineral, y la vida lumínica, y otras formas de vida para las que no tenemos palabras. Todos los fenómenos son vida y solamente cuando no se rechaza ni uno solo de sus aspectos es cuando vemos componerse ante nuestra mirada interior al cuerpo humano completo, simbolizado por este otro cuerpo que se hincha, palpita y marchita. Una y otra vez. Generación tras generación.

Narada, el viajero de las estrellas, le contó esto a los dioses de la luz; el vidente Ásita se lo contó a los ancestros de la luna y Shukra, el brujo, se lo contó a los espíritus de los elementos y a los espectros de la furia. Vyasa, el autor del Mahābhārata, se lo contó a los humanos diciendo:

<<Miles de madres y padres, cientos de hijos y esposas, se han sucedido existencia tras existencia; y más que lo harán.

Miles de ocasiones para celebrar, y miles de ocasiones para pasar miedo, preocupan, día tras día, al ignorante, pero no al que comprende.

Yo grito, con los brazos levantados, y nadie me escucha: Tanto riqueza como placer brotan del dharma, entonces ¿por qué no es el dharma seguido?

Ni por placer, ni por miedo, ni por avaricia, debería uno abandonar nunca al dharma; ni para salvar la propia vida. El dharma es eterno; la felicidad y la pena no lo son. La vida es eterna; el cuerpo por el que esta vive no lo es. >>

Según fuentes orales estas líneas son la esencia del Mahābhārata. Con ellas Vyasa resumió el mensaje de siete mil páginas.

En cuatro estrofas, miles de páginas, o sin decir ni una sola palabra, el mensaje es el mismo: que todo es transitorio, y todo importa, porque es para siempre.

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