“Manifiesto” del segundo año

Estas líneas que estás leyendo forman parte de un diario o, como a mí me gusta llamarlo, un cuaderno de bitácora imaginal, que documenta la evolución de mi lectura del Mahabharata, la historia más grande jamás contada.

Yo, que escribo estas líneas, soy un amante de la ironía, porque me parece reconocer en ella la sonrisa de la transcendencia, y en este caso la bella ironía consiste en la constatación de que documentar la evolución de mi lectura del Mahabharata es un propósito basado en una premisa huidiza e insegura, de entrada, por no decir imposible; porque ese yo que lee el Mahabharata se dilata y separa, y re-ordena, y nunca para de evolucionaro se deja de mover.

La palabra inglesa blog viene del lenguaje naval: es el cuaderno del viaje en el que el capitán anota las observaciones más relevantes entre aquello que transcurre en el avanzar de la expedición. El viaje naval hacia lo exótico también es un viaje de auto-reconstrucción, pero en el caso de los antiguos viajes de exploración colonial renacentistas, o los viajes comerciales de la modernidad, el yo del capitán, la referencia a la hora de anotar observaciones -lo que decide qué es relevante y digno de anotar- está más definido, porque correspondía a los intereses expansivos y comerciales de la corona o el organismo que financia la empresa. El capitán anota aquello que pueda servir a otros capitanes para facilitar próximos viajes, perfeccionar las rutas y mejorar la efectividad de futuros proyectos navales. Podrá cambiar la personalidad del capitán con el viaje, y la de los marineros, pero los intereses de la corona siguen siendo los mismos.

Esto, es el mito. Pero al final, también la corona cambia, el sistema económico se transforma. La gente siempre quiere lo mismo pero de maneras distintas. Los reinos se convierten en imperios y los imperios en países y los países en alianzas y las asociaciones en fondos económicos comunes y el yo que apunta lo que ve y lo que le pasa, sigue cambiando.

Irónica seguridad la de saber que todo es y será siempre diferente.

Todo viaje es un partir de un lugar desconocido hacia lo desconocido. Durante el viaje, uno siente que entiende mejor lo que va dejando atrás. Esta es la vivencia interior, la de la profundización. El viaje interior que refleja el viaje exterior, a través del tiempo.

La materia es el poso que va dejando el flujo del tiempo. Igual que las partículas que arrastra el cauce del río se posan en los márgenes y se condensan en esa arcilla suave y tan agradable al tacto con la que construimos vasijas e instrumentos musicales, el cauce del tiempo deja en sus márgenes planetas, montañas y bosques. También seres humanos. Tallar en piedra palacios y estatuas de dioses es una manera de representar lo que la humanidad va viendo en su viaje interior hacia lo desconocido.

El arte nunca crea, solo re-crea; re-interpreta lo que siempre ha existido.

Los relatos míticos, simbólicos, sociales, místicos, de la tradición india ofrecen un mapa para transitar el plano imaginal, el plano de la interpretación mítica de la realidad. La que une la experiencia interior con la exterior. Un mapa hacia lo más humano que hay en nosotros, el destello de lo mejor a lo que podemos llegar. Eso que llamamos la esencia, lo mejor o lo más elevado de la humanidad. Algo que transciende todo vocabulario, a pesar de yacer entre nosotros.

Otra vez, la ironía.

Las narraciones, los apuntes del cuaderno de bitácora colectivo de la humanidad, no pueden hablar de lo más elevado porque es demasiado sutil para ser atrapado en una palabra -es demasiado maleable, demasiado fluido – pero nos pueden ayudar a intuirlo.

Lo más elevado no está en mí, ni en ti, sino en los dos. La condición indispensable para encararse hacia lo humano que yace en nosotros es el encuentro. Entre tú y yo.

Sin encuentro no hay arte ni creación, y sin encuentro ninguna historia nos lleva más allá; hacia lo mejor.

Las historias están hechas para compartir. Los mitos son estructuras que se entrelazan cuando se reconocen.

En el encuentro yo ya no soy yo y tú dejas de ser tú. Mi mito personal, mi interpretación de la realidad, se entrelaza con la tuya. En el encuentro nos volvemos reales. Si te presento mi avaricia, mi miedo, mi soberbia o mi fantasía más egoísta no nos encontramos. Porque no te pregunto, no escucho, solo expongo. Yo presento y tú no vienes hacia mí, solo juzgas.

Sin embargo cuando compartimos relatos misticológicos tradicionales, como el Mahabharata, ambos compartimos un mismo campo abierto que podemos explorar. Esto se podría decir de muchos mitos compartidos, pero pocos son tan beneficiosos como el Mahabharata. El Mahabharata contiene el conocimiento heredado de unas relaciones simbólicas que abren el paso a la circulación más propicia de la energía vital a través de esa red psicoemocional que proyectamos sobre el espacio que compartimos.

El Mahabharata ofrece la posibilidad de encontrarnos los dos en el interior.

***

Esta es la última entrada del segundo año del proyecto

Respirar el Mahabharata. El próximo día 12 estrenaremos el segundo espectáculo del proyecto con Gisele Cornejo y la banda Surindia. Estás invitado, estás invitada.

La próxima entrada, para el día 15 de Diciembre, será la primera del tercer año.

Gracias a todas las personas involucradas en el proyecto, al que ayuda, al que opina, al que corrige, al que programa, al que invita, al que escucha, a cada uno, a cada una. Gracias a cada potencia del universo. Gracias a la vida. Gracias a la suerte y gracias al alimento, al oxígeno y al amor que me mantiene vivo.

Los Pandava se casaron con Draupadi y Shri fue establecida

Esta entrada la he escrito por partes, en libretas y hojas sueltas, y la ensamblo aquí con la sensación de escribir algo que solamente entenderé en el futuro, en retrospectiva.

La primera parte del escrito es un comentario sobre la lectura de un libro que me ha afectado mucho esta última quincena. Se trata de The KLF, Caos y Magia – La banda que quemó un millón de libras, de John Higgs, y no tiene mucho que ver con el Mahabharata, pero sí con la parte performática de este proyecto y por esto siento que es importante que en el blog quede registro de mi encuentro reciente con este libro.

El libro que cito es la biografía de dos amigos que se lanzaron a un viaje por el ¿arte? de la provocación, bajo diferentes seudónimos como The JAMM’S, The KLF o The K Foundation, entre los cuales The KLF fue el nombre de una supuesta “banda” de música electrónica con la que estos dos amigos, Bill Drummond y Jimmy Cauty, lanzaron varios éxitos musicales a principios de la última década del pasado milenio. Y digo “supuesta banda” porque The KLF fue un montaje de Bill y Jimmy, un experimento, para demostrar que podían hacer un éxito comercial y después criticar la industria musical desde dentro; usándo su éxito como plataforma.

Después de enriquecerse con varios números 1, Bill y Jimmy se despidieron de la industria musical durante la celebración de unos premios importantes para la música Pop inglesa, a los que habían sido invitados para actuar y recoger un premio. Bajo el nombre de la banda The KLF, Bill y Jimmy salieron al escenario con una metralleta cargada de balas de fogueo y dispararon una larga ráfaga hacia la dirección del público invitado (críticos y productores musicales). Después de esta acción se retiraron del lugar, sin pasar a recoger el premio que les habían asignado, y continuaron su acto de rechazo destruyendo todas las copias restantes del material que habían grabado, renunciando a los derechos de sus canciones –que no pertenecían a ninguna discográfica porque los dos amigos trabajaron siempre de manera independiente- y pasando finalmente a ejecutar el acto más polémico y criticado de su trayectoria, el cual consistió en quemar un millón de libras inglesas -todo lo que habían ganado con la música- en billetes de papel. Grabaron el acto en vídeo, editaron la grabación e hicieron una gira por salas alternativas de Inglaterra, organizando proyecciones debate en las que Bill Drummond y Jimmy Cauty pedían al público que les explicaran por qué habían hecho lo que habían hecho.

Mucho debate parece que no hubo porque el público, por lo que escribe el biógrafo de la pareja, se dedicó a abuchearlos y acusarlos de cínicos provocadores. La crítica a la industria musical, al enriquecimiento frívolo con productos artísticos superficiales, la apreció poca gente. No porque no se comprendiera la idea tras la acción, sino porque la decisión de quemar un millón de libras reales molestaba demasiado como para poder apreciar el componente crítico del acto. Podrían haber donado el dinero, coincidían todos.

Dicho esto, tengo que reconocer que tengo una debilidad por The Klf, por las canciones y los vídeos que salieron bajo este nombre, porque marcaron el imaginario de mi infancia.

Cuando tenía 11 y 12 años todos los niños escuchábamos música electrónica. Era la moda y cada semana salían recopilatorios con canciones nuevas, todas parecidas pero excitantes. Pero en este mar de ritmos repetitivos yo tenía el ojo puesto en The Klf como un fenómeno aparte; por la atmósfera y el juego misterioso de símbolos que combinaban sus estribillos y vídeos. Y esto es algo casi premonitorio, porque lo que los vídeos de The Klf combinaban era una mitología personal de Jimmy Drummond y Billy Cauty, que barajaba elementos de fenómenos artísticos (¿pseudo?)místico-filosóficos que marcaron posteriormente mi crecimiento, no menos que The Klf, sin que yo fuera consciente que los había oído mencionar por primera vez, de manera subliminal, en los vídeos de esta falso proyecto musical. Hablo del Discordianismo y William Burroughs, que me obsesionaron al final de la adolescencia, y la Magia del Caos y la filosofía artística de Robert Anton Wilson, y la mitología que este autor desarrolló en su literatura. Y de fondo, además de estos fenómenos minoritarios, la mano del Situacionismo, movimiento por el que siempre he sentido atracción.

De hecho, la obra de los autores que he mencionado, incluido el Discordianismo y la Magia del Caos, prácticas de origen semi-anónimo, o colectivo, entroncan todos con el Situacionismo. La ideología del Situacionismo consiste en considerar a todas las expresiones de la modernidad, a todos sus discursos y expresiones artísticas, como un gran espectáculo, como un teatro de la usura capitalista. Los situacionistas consideran que cualquier acto de rebeldía es asimilado por la sociedad como parte del espectáculo y comercializado como tal. Desde el terrorismo a las sectas religiosas, cualquier acto de diferenciación ideológica se convierte en material creativo para el espectáculo periodístico (que busca naturalmente el sensacionalismo porque la información objetiva no existe realmente como tal) y el mundo del espectáculo en general.

Conscientes de esto, en lugar de defender una visión política determinada en su arte, los artistas situacionistas buscaban jugar con el negocio de la cultura, entrar en su juego y exponer su funcionamiento en actos de provocación que veían como pequeños sabotajes al mecanismo de producción de imaginario colectivo.

Un bello acto situacionista es el que perpetró el performer Andy Kaufman cuando se saltó el guión de un programa de humor en vivo, en hora de máxima audiencia. Parece ser que el guión pedía a varios cómicos de moda en el momento simular estar en un restaurante bajo los efectos de la marihuana. Andy Kaufman se salió de su personaje, en vivo, y dijo que iba contra su ética el bromear sobre las drogas. El resultado, que ha quedado grabado para la posteridad, es que los demás cómicos se indignaron con Andy Kaufman hasta el punto de salirse ellos también de personaje. El acto derivó en una pelea entre los actores, con intervención del productor, ante la atónita mirada del público en casa. Los spots comerciales cortaron la bizarra situación y después el programa continuó. Los que estaban mirando el programa en vivo, y también los que vemos la grabación de la escena hoy, nos preguntamos si Andy Kaufman realmente sacó de sus casillas a sus compañeros o toda la escena estaba planeada desde el principio. En cualquier caso, no importa. El acto situacionista ya está hecho, porque montaje o no, lo que el público en casa tiene claro de repente es que nada de lo que ve en la televisión es lo que parece. De repente se rompe un hechizo, y ya no estamos viendo unos amigos en un restaurante sino cuatro actores, y un plató, y cámaras que los graban, y un montaje tecnológico impresionante que hace que veamos estas imágenes en todo el mundo. En un instante, vemos también la pantalla que nos muestra estas imágenes, e incluso nuestro salón, y quien sabe si nuestra vida, hasta el punto de preguntarnos ¿qué estamos haciendo aquí, viendo este programa de humor? Y esta pregunta nos lleva ya muy cerca de la espiritualidad. Este momento de conciencia es un acto situacionista. Estos son los pequeños sabotajes a los que aspiraban los situacionistas, y The Klf, entrando en la escena de la música electrónica, con un proyecto falso que sus creadores no se tomaban en serio, plantaron probablemente semillas que han llevado a otros adultos como yo, que sintieron una confusa fascinación con The Klf en la infancia, a cuestionar profundamente la percepción que tenemos de la realidad.

Creo que este proyecto de Respirar el Mahabharata debe mucho a The Klf, y a los situacionistas, porque una de las motivaciones principales de este proyecto es preguntarme por qué nos gustan tanto las historias a los humanos (historias de los vecinos, historias políticas, todo tipo de historias, no solo historias místicas) y cómo se relata la verdad, cuando sabes que esta es elusiva y se escurre entre las palabras a medida que la intentas definir. ¿Es más real la biografía de un personaje público que el relato del nacimiento de un dios? ¿Por qué?

El momento donde relaciono esta primera parte con un escrito que tenga que ver con el Mahabharata viene ahora. Porque si bien simpatizo con el situacionismo, y con performers provocadores de fines del pasado milenio como Drummond, Cauty o Andy Kaufman, hay algo que me siempre me ha faltado en sus actos, que sin embargo sí encuentro al relatar el Mahabharata. Este algo es difícil de describir para mí y el comprometerme por doce años con el Mahabharata me da la esperanza que pueda acabar describiéndolo mejor. De momento, sin embargo, me sirve mencionar algo que me ha llamado la atención en el libro The Klf, Caos y Magia, de John Higgs, porque el biógrafo de la falsa banda Klf introduce durante su libro el fenómeno llamado Discordianismo, que fue una parodia de religión que se expandió primero por los estados unidos, en la década de 1970 y llegó a mí a través de un compañero del instituto a fines de la década de 1990. Los creadores del Discordianismo lo difundieron de manera anónima, como una nueva biblia esotérica de fotocopiadora, o falso documento esotérico, promoviendo una religión de la no religión. Los discordianos adoran a Eris, sin creer en ella, y tienen rituales que no tienen sentido, porque son seguidores de la diosa de la discordia. Lo que los discordianos querían demostrar era que la práctica religiosa en sí ya constituye una realidad sin la necesidad de que represente a una entidad transcendental real. Los discordianos, o erisianos, eligieron a Eris, la diosa de la discordia Griega, para crear un culto paródico destinado a los que no creen en ninguna entidad, ni siquiera en Eris. De allí la paradoja de que ni los mismos Erisianos crean en Eris.

Lo que llama la atención es, primero, el éxito que tuvo el discordianismo, y la seriedad con la que muchos nos tomamos esa parodia. Y en segundo lugar, llama la atención que aquellos que incorporaron el culto a Eris (sin creer en ella) en sus vidas u obra artística, como por ejemplo Bill Drummond y Jimmy Cauty, siguieron un sendero relativamente autodestructivo o, por lo menos, de disgregación. Al parecer el autor al que se atribuye el panfleto provocador Principia Discordia, que lanzó este alocado movimiento al mundo, dijo décadas después que si hubiera sabido cómo hubieran ido las cosas hubiera adorado a Venus en lugar de Eris.

Parece que el culto, aún siendo paródico, instaura una realidad. Y donde siento desapego ante el Situacionismo o gran parte del arte contemporáneo de protesta, es en la actitud desintegradora, de protesta discordante; de rechazo. Porque si hablamos en términos mistocológicos, en estas actitudes de protesta falta Lakshmi, la presencia de la armonía; lo contrario a Eris.

Lakshmi, citando la obra La Madre, de Sri Aurobindo, que en su momento ya prometí traducir y citar en cuatro posts diferentes: «es el milagro de la eterna belleza, un secreto inasible de armonías divinas, una persuasiva magia de una atracción y encante universales que atrae y agrupa cosas y fuerzas y seres y los obliga a encontrarse y unirse para que una dicha (Ananda) escondida juegue tras el velo y los convierta en sus ritmos y figuras. Este es el poder de Lakshmi y no hay un aspecto de la Divina energía (Shakti) que sea más atractivo al corazón de los seres corpóreos.

Maheshwari (La sabiduría) puede parecer demasiado grande y calma, y distante, para que la pequeñez de una criatura terrestre se le acerque o la contenga: Kali (la fuerza) demasiado certera y formidable para que su debilidad la soporte; pero todos se dirigen con dicha y anhelo hacia Lakshmi. Pues ella lanza el conjuro de la dulzura intoxicante de lo Divino: estar cerca de ella es una felicidad profunda y sentirla en el corazón es convertir la existencia en un rapto y una maravilla; la gracia, el encanto y la ternura fluyen de ella como la luz del sol y allí donde fija su maravillosa mirada o deja caer la belleza de su sonrisa el alma es tomada y cautivada y sumergida en las profundidades de una dicha insondable. Magnético, es el tacto de sus manos y su oculta y delicada influencia refina la mente, la vida y el cuerpo, y allí donde apoya sus pies se dirigen corrientes milagrosas de cautivador Ananda.

Y sin embargo no es fácil cumplir las exigencias de este Poder encantador o mantener su Presencia. La armonía y la belleza de la mente y el alma, la armonía y belleza de pensamientos y sentimientos, la armonía y belleza en cada acto y movimiento hacia el exterior, la armonía y belleza en la vida y alrededores; esta es la exigencia de Lakshmi. Donde hay afinidad a los ritmos de la dicha secreta del mundo y respuesta a la llamada de la belleza total y la concordia y unidad y el flujo satisfecho de muchas vidas dirigidas hacia lo Divino; en esa atmósfera ella reside y consiente. Pero todo lo que es feo y mal intencionado y bajo (base), todo lo que es pobre y sórdido y escuálido, todo lo que es brutal y áspero repele su llegada. Allí donde el amor y la belleza no están, o son reticentes a nacer, ella no viene, donde están desfigurados y mezclados con cosas más bajas ella se marcha pronto o se esfuerza muy poco en verter sus riquezas. Si se encuentra en los corazones de los hombres rodeada de egocentrismo, y odio, y maldad, y envidia, y lucha; si la traición y la avaricia y la ingratitud están mezcladas en el cáliz sagrado, si la pasión burda y el deseo poco refinado degradan la devoción en estos corazones la agraciada y bella Diosa no se quedará. Un disgusto divino la posee y se retira, pues no es alguien que insista o luche, o, tapándose la cara, espera que esta amarga y venenosa materia diabólica sea rechazada y desaparezca antes de que ella base de nuevo su feliz influencia. La yerma desnudez ascética y la aspereza no le son agradables, ni la supresión de las emociones profundas del corazón y la represión rígida de la participación del alma y la vida en la belleza. Pues es a través del amor y la belleza que ella pone sobre los hombres el yugo de lo Divino. La vida se convierte en su creación suprema, en una rica pieza de arte celestial, y toda la existencia en un poema de deleite sagrado; las riquezas del mundo se juntan y conciertan en pos de un orden supremo y hasta las cosas más simples y comunes se vuelven maravillosas por su intuición y unidad y el aliento de su espíritu. Cuando es admitida en el corazón eleva la sabiduría a pináculos de maravilla y le revela los secretos místicos de un éxtasis que supera todo conocimiento, que aúna la devoción con la atracción pasional de lo Divino, le enseña a la fuerza el poder del ritmo que mantiene el poderío de sus actos armonioso y medido y conjura sobre la perfección el encanto que la hace durar para siempre».

Los sabotajes culturales de los situacionistas fueron necesarios y representan momentos de punzante toma de conciencia, como los pequeños despertares que provocaba Andy Kaufman con sus provocaciones televisivas, pero nacen de la discordia y el rechazo. Creo que todo el que lea estas líneas entiende contra qué estaban resistiendo los situacionistas y qué rechazan. En la base apoyo sus creencias, pero creo también que es posible resistir lo mismo que resistían los situacionistas desde otro lugar. Invocando a Lakshmi en lugar de Eris.

En fin, lo importante para mí en este post son dos cosas. La primera tiene que ver con el enfoque que hace el biógrafo John Higgs de su estudio. A diferencia de otras biografías de artistas, en la suya John Higgs no habla de Bill Drummond y Jimmy Cauty, los creadores de The Klf, como dos iluminados incomprendidos, sino como hijos de su época. El biógrafo presenta el panorama cultural de fin del pasado milenio y sitúa en él a los dos activistas de la provocación como elementos movidos inconscientemente por el torrente de eventos que les tocó vivir y por la desintegración de muchas concepciones artísticas antes del cambio de milenio. Creo que este enfoque es el que ha producido en mí el pequeño despertar que me tiene tan intrigado los pasados días; porque yo tampoco sé exactamente por qué estoy haciendo este proyecto. No puedo apoyar mis decisiones de hacer una performance de 12 años y basarla en el Mahabharata con un manifiesto teórico sólido, solo confío en que las razones se expliquen a posteriori. Y en segundo lugar, leer este libro me ha recordado que la motivación de este blog es artística. Porque reconozco que momentos me he llegado a confundir, y pensar en el blog como un blog didáctico sobre el Mahabharata, con el subsiguiente estrés de sentir que no estoy haciendo un trabajo demasiado minucioso, y la lectura de esta biografía me ha reconectado con la motivación artística del proyecto. Lo que estoy haciendo, no lo tengo muy claro, me lo  explico a medida que va ocurriendo. ¿Por qué lo estoy haciendo? Por la misma razón que Drummond y Cauty quemaron todo su dinero: porque no podía ser de otra manera, porque tenían que hacerlo. La diferencia es que yo no quiero quemar nada, sino construir. Pido a la armonía de Lakshmi que guíe mi inspiración.

Biografía:

Higgs, John The Klf, Caos y Magia. La banda que quemó un millón de libras. Libros Walden, Madrid, 2016.

Bhisma y lo poético en el Mahabharata

Estamos llegando más o menos a la mitad del proceso de preparación de la performance del primer año del proyecto Respirar el Mahābhārata. Digo, de entrada, estamos, porque a pesar de que yo sea el impulsor de este proyecto, me cuesta mucho decir “estoy llegando a la mitad”, esto es, me cuesta hablar en singular. Me cuesta porque me siento tan acompañado por todas las personas que me están ayudando e inspirando, que referirme en singular a este proyecto me parece erróneo. Y esta declaración no es una cuestión de humildad, ni falsa ni sincera, sino realismo. En esta entrada quería hablar precisamente de esto.

Llegando a la mitad del proceso de preparación de la performance del primer año me encuentro arreglando ya el material que quiero presentar, para pasar a partir de ahora a trabajar más los detalles de la presentación. El espíritu de este primer año del proyecto es, dicho poéticamente, el de plantar la semilla que tendré que cuidar los años a venir. Y la semilla de este proyecto del Mahābhārata son los Pandava, los cinco hermanos (más uno) que rotarán a su  alrededor la gran guerra del Mahābhārata (soy consciente de la tautología).

Desde un punto de vista linear, los Pandava nacen pasadas 300 páginas de la traducción inglesa del original, pero desde un punto de vista mitológico siempre están. Las primeras historias del Mahābhārata se encaminan todas al nacimiento de los protagonistas y ante todo, a la simbología tras el nacimiento del abuelo ¿paterno?: Bhisma.

Ahora, ¿quién es Bhisma y por qué pongo bajo signo de interrogación el que fuera el abuelo paterno de los Pandava? Sobre Bhisma se han publicado artículos e incluso estudios monográficos largos[1], así que para no convertir este escrito en una sopa indigerible voy a mencionar únicamente detalles de la simbología de su nacimiento y algunas pinceladas de la trascendencia de este personaje en el Mahābhārata. Que Bhisma sea el abuelo paterno o no de los Pandava no lo pongo en cuestión solo yo, sino que se considera uno de los puntos de quiebre en el orden del clan de los Pandava; en parte una de las razones de la guerra del Mahābhārata.

Bhisma hace el voto de celibato en su juventud, de forma vitalicia, y promete que servirá a quién esté en el trono como si fuera su propio padre. Bhisma no tiene descendencia y cuando muere su padre y sus hermanos no es Bhisma quién asegura la continuidad del linaje en la cámara nupcial con las dos reinas sino Vedavyāsa, el Rishi que recopiló la historia del Mahābhārata y las historias de los dioses. ¿Descienden entonces los Pandava de su abuelo?

Bhisma, por otra parte, es un personaje semi-divino, como muchos en el Mahābhārata, y uno de los héroes más importantes de esta épica: Bhisma puede morir cuando quiere, por ejemplo, y Bhisma, además, es fuente de sabiduría espiritual: Cuando Arjuna, uno de los Pandava, vence a Bhisma en la batalla, en el dolor de haber matado a su abuelo recuerda las razones por las que no quiso luchar en esa guerra (para los más entendidos: es en este momento donde el texto del Mahābhārata introduce la famosa Bhagavad Gitā, a modo de flashback de Arjuna). Tras ser vencido Bhisma, dado que puede elegir el momento de su muerte, queda clavado a la tierra por las 25 flechas de Arjuna, pero no muere hasta el próximo solsticio de invierno y cuando termina la guerra los cinco Pandava se acercan a él y Bhisma les cuenta desde el suelo el secreto del origen del mundo. Sus palabras están documentadas en el Mahābhārata y del estudio de este discurso esotérico se desarrolla una interesantísima escuela de pensamiento místico/filosófica india llamada Pāñcarātrā.

De esta manera, con la mención del detalle astrológico de la muerte de Bhisma y la escuela esotérica Pāñcarātrā, me acerco a la simbología tras el nacimiento de Bhisma, que es lo que más me ha estado interesando en estas pasadas semanas de Mayo 2016.

Los padres de Bhisma son un rey celestial y un río, primero. Ganga, es el río Ganges en el plano material y una diosa que emana belleza en el plano ideal. En el plano ideal una ráfaga de viento levantó las telas que le servían de ropa a Ganga, “blancas como los rayos de luna” y todos los dioses bajaron la mirada menos Mahabhisa, un rey celestial, que quedó encantado con las formas de Ganga. Por esa osadía, Brahmā le hace nacer en el mundo material. Así, el rey celestial escoge el cuerpo de quien va a ser también un rey excepcional en la tierra y nace como el rey Shantanu, padre de Bhisma. Ganga, sin embargo, ha quedado enamorada también de Mahabhisa, el rey celestial.

Oportunamente, los ocho Vasu han sido enviados a nacer en la tierra también, por una osadía, también, y buscan un nacimiento especial. Ganga escucha su necesidad y decide aparecerse en la tierra para que los 8 Vasu puedan nacer de ella. Cuando el rey Shantanu, la encarnación terrenal del rey celestial Mahabhisa, está mirando las aguas del Ganges, ve salir del agua el cuerpo desnudo de una mujer que le parece la más atractiva que ha visto en vida. El cuerpo terrenal de Shantanu no recuerda a Ganga pero se siente inmensamente atraído hacia ella y los dos tienen un hijo: Bhisma, que reúne las cualidades de los 8 Vasu.

Aquí algunos entendidos sabrán que estoy omitiendo detalles de la historia, pero lo hago para que el escrito sea legible. Toda historia del Mahābhārata está trenzada con muchas otras y en algún punto siempre hay que seleccionar. Existen diferentes variantes de esta historia, además, y yo prefiero en este caso elegir la versión del propio Mahabharata, según la cual Bhisma recoge en su nacimiento una octava parte de cada Vasu.

¿Y quiénes son los Vasu? Sigo con la simbología. Los Vasu son, desde un punto de vista mitológico, ayudantes de Indra. Indra es el rey de los dioses. Indra, más que un individuo, es un cargo, que ocupan entidades diferentes en cada era cósmica. Indra es la posición de rey de lo divino y sus ayudantes se llaman Vasu, una palabara que podría traducirse también como “recipientes” o incluso “sedimentos”. Cada uno de los Vasu representa un elemento, o cualidad del universo: La tierra (soporte), el fuego (energía vital), el viento (o aire que respiramos), espacio (o expansión), el sol (o la eternidad), el “padre” cielo (marido de la tierra) y las estrellas (en concreto Dhruva, la estrella polar y único astro que parece inmóvil visto desde la tierra).

Hay cierto paralelismo entre esta óctuple división de las cualidades de este antepasado tan central de los Pandava y los ocho dioses relacionados con el rey ideal, según el código de Manu, el mítico tratado sobre el orden terrenal: el Sol, la Luna, el Fuego, el Viento, Yama o la ley universal, Kubera o la riqueza, Varuņa o las relaciones entre los elementos e Indra. También la recurrencia de divisiones óctuples en las filosofías indias da que pensar, y la lectura meditativa de los tratados filosóficos Chāndogya Upanișad y Bŗhadāraņyaka Upanișad, en los que se describe la presencia de los ocho Vasu en todo cuerpo humano, o toda manifestación material, por extensión; pero lo que quiero hacer aquí no es ponerme a disertar sobre los Vasu sino preguntarme algo que tiene importancia más inmediata: ¿por qué me interesa a mí tanto esta descripción mágica/esotérica/mitológica del ser humano?

Sobre el significado de los Vasu seguiré indagando, y escribiré más sobre ello y hablaré de ello en la performance del primer año de este proyecto pero antes, quiero preguntarme, ¿Por qué me afecta esta alegoría, que a fin de cuentas no deja de ser una representación fantástica?

Si dijera que me creo, de manera literal, que hace miles de años nació en la tierra un tal Bhisma, descendiente del río Ganges y un rey celestial, con las cualidades de las estrellas y la luna, me estaría mintiendo a mí mismo. No me lo creo de la misma manera en que me creo que me he dejado las llaves en casa cuando no las encuentro en el bolsillo. Ahora bien, si me pregunto si me creo que existe una historia sobre el ser humano, en la que aparece un personaje que fue célibe toda su vida, que podía morir cuando quería y era la encarnación de los ocho Vasu, y que esta historia es cien por cien real, la respuesta es sí. Sí creo que el Mahābhārata habla de la realidad, y que todo lo que se cuenta en esta historia es real, desde el punto de vista del Mahābhārata.

Cuando leo sobre los ocho Vasu siento que esta historia va sobre mí. Siento que tengo los elementos de la tierra, el aire y el fuego en mí, es decir, que tengo que cuidar qué respiro, qué consumo y qué bebo porque mi cuerpo es un equilibrio delicado. Siento que mis estados de ánimo cambian como la luna o el sol en el zenit y que este equilibrio delicado entre sentidos y consciencia que es la idea que tengo de mi cuerpo está siempre en expansión y depende del entorno tanto como lo transforma. Todo esto no lo leo en el texto, el texto del Mahābhārata me inspira a vivir estas palabras, a investigar en otros escritos y a que su significado crezca en mí y me transforme. Intuyo que podríamos llamarlo el efecto poético del texto, a esta inspiración que vitaliza tanto, pero no estoy seguro, parte del objetivo de este proyecto de 12 años es investigar precisamente el significado de lo poético en el Mahābhārata.

El símbolo de los Vasu también me inspira en cuanto a presentación del Mahābhārata en forma del formato que se llama “performance”. En inglés “performance” significa acción. El término performance es un saco en el que se puede poner cualquier cosa que uno quiera hacer, en público, en vídeo o como quiera, porque significa esencialmente “hacer algo”, y hacer algo, lo hacemos todos, mientras vivimos. Aquí es donde se une el símbolo con el arte y la filosofía. Todos formamos parte de todo. Mi cuerpo no existe sin el resto del universo. Sin el aire, el calor de la tierra, el agua y los minerales que mi cuerpo contiene, no existo. Y hay algo más, hay algo en la mirada, hay algo en mí que despierta cuando miro la luna, el sol y las estrellas. Hay algo que se expande, cuando leo el Mahābhārata. Mis acciones son la performance de mi cuerpo a lo largo de mi vida. Dentro de la realidad del Mahābhārata, la performance de Bhisma fue su paso por la tierra, sus enseñanzas y sus decisiones.

No me conozco, pero me veo en mis acciones, me veo en mis opiniones, en los reflejos de mi paso por el mundo. Pero lo que yo soy no es nada fijo, soy un fragmento del universo, así que cuando me observo observo al universo en movimiento. Cuando estudio a Bhisma en el Mahābhārata y comparto mis conclusiones en vivo, contando su historia con la mente, la voz y el cuerpo, puedo verme en mis acciones. Entiendo, de esta manera, que compartir el Mahābhārata en vivo es una manera de vernos todos los reunidos. Es por esto que estas historias tienen sentido cuando son contadas en vivo, a la manera tradicional, porque en presencia de otros somos más conscientes de nuestras reacciones a ellas. Y la diferencia entre encontrarnos para contar estas historias o para tomar un té en cualquier otro lugar es el nivel de atención y profundidad que se despierta cuando compartimos estos relatos tan simbólicos, o poéticos. Porque dicho poéticamente: podríamos decir que cuando se comparte el Mahābhārata en grupo están presentes la tierra, el fuego, el viento, el espacio, el sol, el cielo, la luna y las estrellas.

[1] Thakur, I.M. Thus Spake Bhisma, Motilal Banarsidass, Delhi, 1992.

Vanguardia y tradición – María Stoyanova y la circularidad del Mahābhārata

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El Mahābhārata es como un palacio con habitaciones y patios en el que cada lector encuentra su propio camino. A medida que exploro este espacio no me deja de sorprender la vastedad de sus dimensiones; es como si una parte de la estructura del palacio se fuera abriendo dentro de mi alma mientras la se expande hacia el cielo.

En esta entrada quiero presentar a María Stoyanova, la directora que está guiando lo que será la presentación pública del Mahābhārata, y aprovechar también para hacer un primer intento de explicar de qué manera creo que una vanguardia artística puede relacionarse con un texto tradicional. Al final de la entrada ofrezco la traducción de dos fragmentos del Mahābhārata.

La vastedad del Mahābhārata implica que cuando uno lo lee, en algún momento tiene que asumir qué es aquello que está buscando al leerlo. A su vez, dado que el Mahābhārata es más grande que la vida, cuando uno lo lee, el Mahābhārata exige también al lector el hacerse cargo progresivamente de la razón por la que está viviendo, porque esta coincidirá con el sentido que pueda encontrar en el Mahābhārata.

En mi viaje de buceo en el Mahābhārata me impele el compromiso de compartir cada año un fragmento de la obra. Preparar esta presentación pública me lleva hacer un trabajo de asimilación emocional del texto, incluso física, y en este proceso es crucial para mí el trabajo con la directora y artista escénica María Stoyanova.

Hace años que sigo y admiro la búsqueda de María Stoyanova. Creo que reconozco en Stoyanova una búsqueda incansable y sin frenos de la auténtica sinceridad, del lugar donde se encuentra la esencia de lo humano. El ímpetu de María Stoyanova recuerda al de los artistas románticos del siglo XIX, pero a diferencia de estos Stoyanova no parece tener como ideal lo sublime sino el encuentro horizontal con el público.

El trabajo con María Stoyanova me ayuda a reconocer, a partir de ejercicios físicos, aquello que mi cuerpo ha heredado del pasado. Al pasado le podemos llamar traumas familiares o consecuencias kármicas, pero al final se trata de una misma cosa. Para mí el pasado es un dolor y una sensación de desolación ante el legado que nos ha dejado el siglo XX. Y cuando leo el Mahābhārata, me doy cuenta de que existe un gran paralelismo en ese relato y la época que estamos viviendo.

El Mahābhārata, como nuestro siglo, comienza también después de una gran guerra, o después de una gran debacle en la que han desaparecido  reinos enteros y con ellos algunos de los valores que habían sostenido a la humanidad.

¿Hasta dónde está mi antiguo karma/traumas influenciando mi lectura del Mahābhārata y en qué medida está la lectura del Mahābhārata influenciando la interpretación que hago de mis recuerdos? Creo que esta línea no está nada clara, si es que existe, pero me parece una de las cuestiones más interesantes de esta investigación de doce años.

En el método de ajustar de una línea de trabajo basada en lo autobiográfico a uno de los grandes relatos tradicionales de la humanidad veo una vía que puede reintegrar las vanguardias del siglo XX en el contexto de la tradición. Este es el motor que mueve este proyecto.

En cuanto al texto prometido para esta entrada, creo que ha sido necesario hacer esta introducción. Es necesario explicar por qué mi trabajo personal me ha llevado a sensibilizarme de manera tan personal con el Mahābhārata, con la historia de una gran guerra y del fin de una era.

 

La circularidad del Mahābhārata:

La historia del Mahābhārata comienza en el contexto de un sacrificio, que auspicia un rey. El rey sacrificante es nieto de los cinco protagonistas del Mahābhārata: los Pandava. Cinco hermanos que se ven arrastrados a la guerra civil del Mahābhārata; la gran guerra que acaba destruyendo a todos los reinos que participan en ella. El rey sacrificante pregunta cómo y por qué pasó esta catástrofe de la que la humanidad se está recuperando. Un bardo, le comienza a contar las razones de la guerra, comenzando con el nacimiento del universo.

Uno de los primeros eventos que describe el bardo es el momento en el que los dioses, antes de que existiera el tiempo, tuvieron que aliarse con los demonios para batir juntos, en movimiento circular, el océano del universo y extraer de él una gota del elixir de la inmortalidad. Esto es importante porque una vez extraído el elixir, los dioses y los demonios empezaron a luchar por él, y esta lucha les ha llevado a encarnarse en el mundo material, como animales humanos y salvajes, para continuar su contienda. La gran guerra civil del Mahābhārata, es el desenlace de este evento primordial: el batir del océano universal.

Insisto en mencionar que el movimiento para batir el océano es circular porque mi trabajo personal me está llevando a indagar en el símbolo de la esvástica, que he elegido por la influencia que ha tenido sobre la historia de mi familia y por el Mahābhārata, porque en la tradición india este símbolo significa ofrecer bendiciones, en contraste con el uso que se le dio en Europa durante el siglo XX.

Existe una interpretación esotérica también, según la cual la esvástica, cuando se dibuja con las aspas apuntando a un movimiento hacia la derecha, ofrece bendiciones, y en cambio cuando se dibuja girando hacia la izquierda, lleva a la descomposición y la destrucción.

Volviendo poco a poco al texto del Mahābhārata, es interesante observar que la esvástica se puede interpretar como el dibujo de un remolino, y los remolinos se encuentran a nuestro alrededor allí donde miremos. De hecho, vivimos en un remolino. La vía láctea es una de las aspas de nuestra galaxia, que tiene forma de enorme remolino.

Igual que nuestra galaxia gira, en el Mahābhārata también nos encontramos con un texto que comienza donde acaba: El rey que escucha contar la historia del Mahābhārata, es el nieto del personaje con el que termina el libro. El Mahābhārata termina con la muerte de Yudisthira, el hermano mayor de los cinco protagonistas, cuando ya ha terminado la guerra. Si el lector se pregunta qué pasará con la humanidad después de Yudisthira puede seguir leyendo. Si vuelve a comenzar a leer el Mahabharata tras terminar la última página, el lector encuentra la continuación de la saga de Yudisthira; es decir la historia del nieto de Yudisthira y de su hijo. El Mahābhārata comienza donde termina.

Me he dado cuenta de la posibilidad leer el Mahābhārata hacia atrás cuando me he permitido identificarme personalmente con la tristeza de los personajes que abren el Mahābhārata; con la tristeza del rey y los participantes del ritual que este organiza. A raíz del trabajo con María Stoyanova, a consecuencia del proceso de reconocer mi autobiografía en el texto del Mahābhārata, he llegado a identificarme profundamente con el trauma familiar de Janamejaya, el rey que inicia el Mahābhārata. Sintiendo la tristeza del rey como la mía, a medida que indagaba en mi pasado familiar, he sentido la necesidad de indagar en el pasado de Janamejaya, el nieto de Yudisthira; esto me ha llevado a leer el final del Mahābhārata.

Es especialmente triste la descripción de la destrucción del reino de Krishna, el avatar divino que acompaña a los hermanos protagonistas: Los nobles del reino de Krishna se emborrachan y sucede una fatal discusión que comienza cuando varias personas acusan a dos de los presentes de haber ayudado al hijo del maestro de armas de los Pandava a asesinar a todo el campamento de los Pandava cuando dormían. Estas acusaciones terminan en una pelea campal en la que fallecen todos los nobles del reino de Krishna. El resto de la población es saqueada por bandidos cuando intentan emigrar juntos hacia otro reino aliado.
Tras leer esta historia tan triste y tan actual, he querido leer con detalle qué pasó en el campamento Pandava cuando fue atacado de noche por el hijo de su maestro de armas. Este es uno de los eventos más crudos del Mahābhārata  y uno de los puntos donde se pierde irremediablemente la confianza en la humanidad de los guerreros. Tras leer la descripción de esta tragedia, lo natural es querer saber por qué el hijo del maestro de armas de los Pandava decide perpetuar tal crimen y manchar así su nombre para siempre. Así resulta que Ashvatama, el nombre del hijo, está profundamente dolido por la manera en la que los Pandava mataron a su padre en la guerra. Y uno se pregunta, ¿por qué el maestro de armas de los Pandava estaba luchando en el bando opuesto y no junto a ellos? Y así me he dado cuenta que si no paro puedo acabar leyendo el Mahābhārata entero, hacia atrás, de trauma en trauma, de vuelta hacia el evento original, el batir del océano universal para extraer el elixir de la inmortalidad.

Esto me ha recordado la interpretación esotérica de la esvástica. Se puede leer el Mahābhārata hacia adelante, tal como está relatado, y se puede leer hacia atrás. La diferencia es que hacia atrás, vamos de trauma en trauma, en busca de las acusaciones y el sufrimiento. Hacia adelante, el texto ofrece otra cosa. De ambas maneras uno vuelve al principio, a la espiral original, y de allí puede seguir leyendo el Mahābhārata hacia atrás, otra vez, o dar la vuelta y leerlo hacia adelante. Cualquier espiral tiene un movimiento circular hacia dentro, hacia el centro, y a la vez una fuerza centrífuga hacia fuera. ¿Cuál es la diferencia? Creo que la elección de dos fragmentos del Mahābhārata puede darnos una pista. En primer lugar, he decidido traducir la descripción que ofrece el Mahābhārata del momento en el Ashvatama decide atacar el campamento de noche y asesinar a lo dormidos, tanto a los soldados como a las criaturas y las mujeres de los Pandava.

Ashvatama tiene insomnio a causa del dolor de la pérdida de su padre. En medio de la noche, ve como un búho ataca el nido de unos cuervos y asesina a todos los polluelos dormidos. Esto le da la idea de atacar el campamento enemigo de noche. Cuando avanza hacia el campamento, acompañado por dos guerreros del reino de Krishna:

…La noche, la creadora del universo, se manifestó. En todas las direcciones, el cielo era hermoso de ver. Estaba ornamentado por planetas, constelaciones y estrellas. Seres que se vuelven poderosos y merodean por la noche comenzaron a aullar

Los acompañantes de Ashvatama le vuelven a avisar de que lo que quiere hacer no es correcto y Ashvatama contesta que está tan lleno de dolor, que no le importa renacer como insecto, que lo único que busca es la destrucción de los Pandava. Ashvatama decide invocar el poder de Shiva, y en el fuego que enciende para hacer la invocación se aparece todo el ejército de demonios que acompaña a Shiva y que Shiva controla:

Las llamas envolvieron todas las direcciones y las sub-direcciones del firmamento. Muchos seres se manifestaron. Poseían bocas y ojos en llamas. Tenían muchos pies, cabezas y brazos. Eran como elefantes y montañas, con caras gigantes. Había formas como perros, jabalíes y camellos. Había bocas como las de caballos, hienas y vacas. Había caras como osos y gatos y bocas como tigres y leopardos. Había caras como cuervos, bocas como monos y caras como loros. Algunos poseían bocas como serpientes gigantes. Otros tenían bocas que eran blancas como la de los cisnes. (…) Otros tenían miles de ojos o cientos de estómagos. Había algunos sin carne y bocas como los lobos, y bocas como halcones. Algunos no tenían cabeza. ¡Oh rey! Algunos tenían bocas terribles como osos. Ojos y lenguas brillantes. Otros tenían bocas en llamas, ¡oh rey! Algunos tenían caras como ovejas y bocas como cabras. Había algunos con forma de conchas marinas y orejas como conchas marinas. Algunos llevan guirnaldas de conchas. Otros tenían voces como conchas. Algunos tenían el pelo revuelto y pegado, o estaban pelados. Otros tenían estómagos delgados. Había cuatro dientes y cuatro lenguas. Algunos tenían orejas cónicas, o llevaban diademas. ¡Oh Indra entre los reyes! Algunos tenían  hierba en el cuerpo, otro pelo rizado. Algunos tenían gorros y coronas. Otros tenían bocas preciosas e iban ornamentados. Algunos llevaban lotos y lotos blancos, otros estaban decorados con lirios. Emanaban grandeza y había cientos de miles de ellos. Algunos llevaban armas que podían matar cientos de personas de un golpe y discos metálicos en las manos. Otros llevaban garrotes. Otros llevaban catapultas y lazos en las manos, otros llevaban porras en las manos. Algunos llevaban aljabas en la espalda, llenas de flechas coloreadas. Eran indomables en la batalla. (…) Algunos tenían pilares en las manos (…) Otros llevaban serpientes alrededor de sus coronas, o serpientes gigantes como brazaletes, adornadas con ornamentos coloridos. Algunos estaban cubiertos de polvo. Otros iban cubiertos de barro. Todos llevaban ropas blancas y guirnaldas. Algunos tenían miembros azules, otros naranja. Algunos tenían las caras afeitadas. (Tocaban instrumentos, algunos bailaban, otros cantaban). Los inmensamente fuertes saltaban y viraban. Corrían velozmente, con la cabellera volando al viento. Eran como locos elefantes gigantes y rugían constantemente. (…) Ellos podían resistir, pero era imposible resistirse a ellos. (…) Vivían de carne y vísceras, bebían sangre y comían grasa y tuétano. Algunos llevaban pendientes y eran delgados, otros tenían panzas enormes. (…) Algunos no se podían mirar del miedo que daban, otros tenían bocas babeantes. Algunos tenían el pene muy largo. Otros tenían los huesos quebrados. Eran capaces de derribar el sol, la luna, los planetas y las constelaciones al suelo, si así lo desearan (…) nunca tenían miedo y eran capaces de tolerar las reprimendas de Hara (Shiva). (…) Eran los señores del habla. Estaban privados de malicia. Habiendo alcanzado las ocho formas de prosperidad (Compasión, perdón, limpieza, falta de celos, altruismo, falta de codicia, purea y auto-control) ya no se veían poseídos por la maravilla. De todas maneras, el gran Hara siempre se maravillaba de sus actos. Él era devotamente adorado por ellos en pensamiento, palabras y hechos. En pensamiento, hechos y palabras, él los protegía devotamente como hijos. (…)

Se reían de muchas formas diferentes. Golpeaban sus muslos y rugían. Tocaban instrumentos musicales y eso hacía que el universo respondiera.

Antes este “fuego de formas”, o “fuego de deformaciones”, Ashvatama ofrece su cabeza y es poseído por Shiva. Con el poder de la deidad merodea el campamento de los Pandava como la misma muerte. Cuando Ashvatama comienza a atacar el campamento, crea tal miedo y destrucción que los guerreros que mientras duermen sueñan con la diosa Kali y cuando se despiertan lo hacen tan aterrados que levantan las armas y golpean a lo primero que ven, es decir a sus mismos compañeros. En poco tiempo, el terror que infunde Ashvatama deja el campamento como una masa de piernas y brazos amputados, y grasa y sangre que fluye sobre la tierra. Cito literalmente.

La imagen de la destrucción que causa Ashvatama y de la invocación que hace antes de empezar es de un gran caos y desorden. Este desorden contrasta con la descripción que se hace al final del Mahābhārata del momento en que Yudisthira, el hermano más justo de los cinco Pandava, asciende al cielo en su cuerpo físico. El texto contiene mucha nomenclatura propia de la filosofía sánscrita y es difícil de traducir. Lo que presento aquí más que una traducción es un comentario personal con el que intento transmitir el sabor del fragmento a quienes tengan menos interés en los detalles técnicos del sánscrito:

El rey Yudisthira fue felicitado por los dioses, las consciencias iluminadas (Rishis) y las tormentas (Maruts) y siguió hacia el lugar que ocupaban los de su linaje. Vio a Dios en forma de expansión (Brahmán); esto no había sido visto antes en aquella forma ni reconocido de aquella manera. Yudisthira brilló en su forma original y las armas celestiales (Astra) se presentaron ante él, en sus formas personificadas. El disco celestial, y las otras armas terribles se presentaron, en su forma corporal. Fue venerado por el doceavo mes (Phalugna), el mes divino, en su forma más brillante.

Después, el texto va mencionado cada uno de los personajes principales de la historia, los hermanos de Yudisthira y sus maestros, y Yudisthira los va reconociendo en el cielo como constelaciones. A su esposa la ve brillando en el cielo como el sol, y cuando quiere hablar con ella Indra, el rey de los dioses, le explica que Shri, la energía femenina divina, había tomado forma humana para acompañarlo sobre la tierra y ahora estaba de nuevo en su lugar. Los hijos que tuvo con ella volvían a ser tras la muerte músicos celestiales.

Cuando las consecuencias de sus acciones se extingan, el brillo de estas constelaciones, las constelaciones con las que se fundieron los personajes del Mahābhārata, también desaparecerá.

Con este tono termina el Mahābhārata leído desde el principio hasta el final. Una descripción que contrasta con la descripción de desorden y descomposición del ataque de Ashvatama, que lleva sin embargo también hacia Shiva, a lo divino. El remolino hacia el centro, o hacia los bordes; la esvástica hacia la izquierda o hacia la derecha. Todo vuelve y avanza hacia el mismo infinito, pero ¿qué dirección decidimos tomar? Es por esto que defiendo que para leer el Mahābhārata es necesario asumir qué es lo que uno busca el Mahābhārata, porque si no, uno merodea por el texto sin dirección.

Este ha sido un primer intento de explicar qué es lo que busco al combinar una presentación del Mahābhārata basándome en una indagación autobiográfica, relacionada con un método artístico de vanguardias. Espero poder ir refinando la explicación en las próximas entradas, siempre con el apoyo del fantástico enigma que es el Mahābhārata.

 

 

 

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