-Ancestros, he hecho el voto de destruir el mundo con mi furia y no puedo faltar mi palabra. La persona que reprime una furia que sabe que es justa nunca podrá proteger su lugar en la sociedad. La rabia tiene la función de limitar al mal y proteger el bien. Los reyes que desean conquistar el cielo usan la rabia por una causa justa.

Así hablaba alguien que se disponía a destruir el mundo. Así lo recuerda el Mahabharata.

-He hecho el voto de destruir el mundo con mi furia y no puedo faltar mi palabra. – Decía.

-He hecho el voto de destruir el mundo con mi furia y no puedo faltar mi palabra – decía Parashara. Así lo contaban los ancestros del nieto de Vasishta; así lo recuerda el Mahabharata.

Así habla el Mahabharata, un relato de genocidios encadenados. Detrucción āgharbāt: «hasta el útero». Así lo recuerda el Mahabharata: la historia que se contó en un ritual para destruir las serpientes. Un ritual de venganza, de castigo colectivo: un voto salido de la furia. El rey Janamejaya quiso vengar así a su padre Parikshit, quien había sobrevivido al genocidio de su clan, en la guerra que tuvo lugar en Kurukshetra, el mismo campo en el que milenios atrás el guerrero divino Parashurama exterminó varias generaciones de guerreros. Otro castigo colectivo.

Así lo recuerda el Mahabharata, mientras resuenan otros genocidios en el mundo. Mientras la historia continua encadenando actos de venganza, siempre justos, pero solamente a los ojos de quienes los cometen.

Así se usa la rabia por una causa justa. Así de justa es la venganza. Así se perpetúa, de generación en generación.

Porque hay en ella una fuerza que lo encuentra todo y lo comprende y nada puede resistir, al fin, su vasta sabiduría intangible y su enorme y tranquilo poder. Ecuánime, paciente e inalterable su voluntad, trata con las personas de acuerdo a la Fuerza y la verdad que hay en ellas. Parcialidad, no tiene ninguna, solo sigue los decretos de lo Supremo y a algunos los eleva y a otros deriva o aparta de sí hacia la oscuridad. Al sabio le otorga más luminosa sabiduría; a los que tienen visión les admite sus consejos; a los hostiles les impone las consecuencias de su hostilidad, al ignorante y alocado los guía de acuerdo a su ceguera. En cada persona expande y lleva los diferentes aspectos de su naturaleza de acuerdo a su necesidad y la urgencia de reciprocidad que se le pide. Aplica sobre la persona presión necesaria o la deja con su celebrada libertad para prosperar en las vías de la ignorancia o perecer. Pues ella no está, en última instancia, atada a nada, o apegada a nada en el universo. Aun así tiene más que nadie el corazón de la Madre Universal. Pues su compasión es ilimitada e inexhaustible; todos son bajo su mirada hijos suyos y porciones de lo Uno, incluo los demonios sin forma (Asura) y los monstruos (Rakshasa) y los fantasmas (Pisacha) y los que le son rebeldes u hostiles. Incluso sus rechazos son solamente un aplazamiento, incluso sus castigos son una gracia. Pero su compasión no ciega su sabiduría o desvía su acción del rumbo decretado; pues la Verdad de las cosas es su única preocupación, el conocimiento el centro de su poder y construir nuestra alma y nuestra naturaleza hacia la Verdad divina su misión y labor.

Porque, tal vez, el Mahabharata no habla de imperativos sino del ser. Porque, tal vez, el Mahabharata no cuenta lo que deberíamos hacer sino lo que hacemos. Poniendo luz en la estructura profunda del mundo; en el «programa cósmico» si se quiere. Porque me parece que la solución no la vamos a encontrar en un texto. No existe el consejo definitivo que solucionará la humanidad.

Y esto no es pesimista, al contrario.

Arte de la portada: Calder Moore