Una de las maneras que me parece más efectivas para presentar el Mahābhārata en una sola frase, es decir: el Mahābhārata es la historia de cómo hemos llegado aquí; de cómo hemos llegado a ser lo que somos; o a estar como estamos. Después se puede resumir el argumento de la obra, pero esta primera frase ya da a toda la narración un sentido especial
Quiero dedicar unas líneas a explicar qué quiero decir con esta frase de apertura (“el Mahābhārata es la historia de cómo hemos llegado a ser quienes somos”), y qué es lo que no quiero decir.
De entrada, cuando digo esta frase no lo hago en ningún sentido alegórico. La historia que narra el Mahābhārata es cien por cien real, y pasó tal como se cuenta, incluidos dioses, espíritus voladores de la noche, mujeres que reviven a sus maridos y armas mágicas que invocan vientos huracanados o ilusiones que confunden a los enemigos. Todo esto pasó, en esta tierra que habitamos. Si no nos parece plausible, tal vez deberíamos revisar la idea que tenemos de nosotros, y de la tierra. Y no abogo por creer de manera forzada en cosas que no vemos, sino preguntarnos sinceramente si lo que pensamos que vemos es lo que realmente vemos.
La sensación agradable que nos produce el amanecer, y el temor que nos puede producir un bosque de noche, ¿de dónde vienen? De nuestra imaginación, podríamos decir, pero ¿de dónde viene nuestra imaginación? Si creemos que tenemos la imaginación dentro del cuerpo, y no viene de ninguna parte, sino que se desarrolla con nuestras neuronas, entonces estaremos de acuerdo en que todo lo que vemos es un tipo de imaginación. Porque aquello que llamamos percepciones son interpretaciones del entorno, influenciadas por recuerdos, aprendizajes anteriores, y lo que nos han contado sobre la realidad. La percepción directa, sin interpretación, es muy poco común, y sería difícil de recordar; precisamente porque sería libre de categorías, y lo que recordamos y repetimos son categorías.
El Mahābhārata nos recuerda que las categorías que usamos hoy para describir la realidad no son las únicas, y que nuestra mirada no abarca todo lo que hay, ni todo lo que somos. De ahí que el Mahābhārata nos recuerda quienes somos. Es decir, qué más podemos ser, aparte de lo que pensamos que somos.
Y en segundo lugar es importante decir que el Mahābhārata es más que una historia bella que alguien inventó. ¿Por qué? Porque se puede renarrar de tantas maneras distintas.
Un poema siempre depende de las palabras que usa, exactamente, para seguir siendo lo que es. Si resumo un poema, y digo que el autor dijo algo bonito sobre unos pájaros y la luna, el poema ya no está, ni el noventa y nueve por ciento de su belleza. En cambio, si digo que el Mahābhārata narra la guerra que hizo que cayera la humanidad anterior, y empezara esta era de la confusión en la que vivimos, hay algo que nos llega enseguida a las entrañas: El Mahābhārata.
El Mahābhārata, ya sea en lenguaje poético, en lenguaje vulgar, en sánscrito, en tamil, siamés, árabe o castellano, pintado, bailado o actuado, seguirá siendo el Mahābhārata. Los cuestionamientos éticos y existenciales del Mahābhārata, empezando por ese recuerdo de una guerra total que hizo caer la humanidad, pero fue necesaria para iniciar nuestra era, siempre nos van a inspirar, ya sean narrados de manera infantil o académica. El Mahābhārata siempre nos va a llevar a la cuestión de quiénes somos, qué es lo que importa realmente, y qué hacemos aquí. Por esto el Mahābhārata es la narración de cómo hemos llegado a ser lo que somos. Lo que no tenemos tan claro, probablemente, es quiénes somos. Ni qué es el tiempo, ni qué es realmente esto que llamamos el mundo.
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