Kunti, Maheshwari, tradición y compasión

Kunti es la madre del Mahabharata.

Kunti es una mujer, que ha sido bebé, niña y adolescente.

Kunti tuvo su primer período y aprendió a invocar.

[Gisele: Me llama la atención que Kunti aprenda la invocación cuando tiene sus primeros períodos. Tiene algo de iniciación femenina, porque el ciclo del período está conectado con los ciclos lunares, como lo micro y lo macroscópico, y la iniciación femenina está relacionada con la actitud de integrar y unir, como la mamá que reza siempre para que la familia esté junta.]

Pero Kunti, adolescente, invocó al dios del sol sin ser consciente del significado de la invocación.

Kunti quedó embarazada.

Confundida.

Aislada de su entorno.

Envuelta en una mentira, en una ocultación, Kunti pare en el bisque, a escondidas, un secreto:

(Gisele: ¿No sería mejor da a luz?)

El hijo del sol.

El bebé de la armadura dorada.

Su madre lo coloca en una cesta, por temor, y la Gran Diosa, hablando a través de su comadrona, le dice a Kunti:

-¿Qué puedes temer mientras yo siga viva?

Y Kunti le habla a su cesta:

-Hijo, ¿qué puedo hacer? Por temor a la vergüenza, te dejo, a pesar de que me seas caro como la vida.

Debo tener una fortuna excesiva, si puedo renunciar a un hijo tan auspicioso como tú. Que la Gran Diosa sin atributos, la Madre y señora de todos, bendecida por todos los atributos, te proteja. Que la que otorga todos los deseos te alimente con su leche.

Lamentablemente te dejo ir, a ti que has nacido del semen del sol en esta floresta solitaria, como una mujer confundida y sin rumbo. No sé cuándo volveré a ver tu cara de belleza incansable. ¡Me eres caro como mi mismo ser!

Viviré grandes penurias para expiar el pecado de abandonarte conscientemente en este bosque.

Kunti entrega la cesta a su comadrona con terror a que alguien la vea. Kunti se baña y permanece en casa de su padre con el miedo anclado en el corazón.

Un conductor de carros recogió la cesta.

Una cesta dorada que flota sobre la vibración insondable.

Una cesta dorada que flota sobre el océano celeste.

La cesta era la herramienta de la mujer en la edad de piedra; en ella recolectaba raíces comestibles, frambuesas, frutas y hojas, moluscos y caracoles para su familia.

Como símbolo mitológico, dicen que la cesta alude a la actividad de nuestra mente, recogiendo información en su cesta de la memoria.

El humano, en busca del sentido, encuentra significados en todas partes; recoge la información repartida por el universo en elementos infinitesimales e innumerables formas y situaciones, físicas y psicológicas. A medida que las descubre todas las coloca con cuidado, una a una, en su cesta.

La cesta mitológica reúne la tradición humana, recogida pepita a pepita, bajo los rayos del sol.

Porque Kunti es una mujer, pero a través de ella actúa también la Gran Diosa. Pues lo que el discurso espiritual llama La Madre es siempre una sola pero se aparece ante nosotros en diferentes aspectos; porque muchos son sus poderes y sus personalidades, muchas son sus emanaciones y encarnaciones (vibhuti) cumpliendo su trabajo en el universo. La Una a la que adoramos como la Madre es la Fuerza de la Consciencia divina que domina toda la existencia, el océano vibratorio en el que brilla la cesta dorada de Kunti. Y la Madre tiene tantos lados que seguir su movimiento resulta imposible hasta para la mente más veloz y para la más libre y vasta entre las inteligencias. La Madre es la consciencia y la fuerza de lo Supremo y ella crea desde las máximas alturas.

Pero algo de las maneras de la Madre Sagrada puede ser visto y sentido a través de las acciones y los cuerpos que toma y el más alcanzable, por ser más limitado y definido, temperamento de las formas de las diosas en las que consiente ser manifestada.

La Gran Emperatriz (Maheshvari) se sienta en la inmensidad sobre la mente y la voluntad pensantes y las sublima y engrandece en sabiduría y una amplitud que las desborda con un esplendor que llega mucha más allá de ellas. Pues ella es la sabia poderosa que abre para nosotros la infinitud de la vastedad cósmica supramental a la grandeza de la luz suprema, a la sala de los tesoros del conocimiento milagroso, al inmesurable movimiento de las fuerzas eternas de la Madre.

Ella es tranquila y maravillosa, enorme y para siempre calma. Nada la puede mover porque toda la sabiduría reside en ella; nada que desee saber se le puede esconder; comprende todas las cosas y todos los seres, y su naturaleza y aquello que los mueve y la ley del mundo y de sus tiempos y cómo todo fue, y es, y ha de ser.

Hay en ella una fuerza que lo encuentra todo y lo comprende y nada puede resistir, al fin, su vasta sabiduría intangible y su enorme y tranquilo poder. Ecuánime, paciente e inalterable en su voluntad, trata con las personas de acuerdo a la Fuerza y la verdad que hay en ellas. Parcialidad, no tiene ninguna, solo sigue los decretos de lo Supremo y a algunos los eleva y a otros deriva o aparta de sí hacia la oscuridad. Al sabio le otorga más luminosa sabiduría; a los que tienen visión les admite sus consejos; a los hostiles les impone las consecuencias de su hostilidad, al ignorante y alocado los guía de acuerdo a su ceguera. En cada persona expande y lleva los diferentes aspectos de su naturaleza de acuerdo a su necesidad y la urgencia de reciprocidad que se le pide. Aplica sobre la persona presión necesaria o la deja con su celebrada libertad para prosperar en las vías de la ignorancia o perecer. Pues ella no está, en última instancia, atada a nada, o apegada a nada en el universo. Aun así tiene más que nadie el corazón de la Madre Universal. Pues su compasión es ilimitada e inexhaustible; todos son bajo su mirada hijos suyos y porciones de lo Uno, incluso los demonios sin forma (Asura) y los monstruos (Rakshasa) y los fantasmas (Pisacha) y los que le son rebeldes u hostiles. Incluso sus rechazos son solamente un aplazamiento, incluso sus castigos son una gracia. Pero su compasión no ciega su sabiduría o desvía su acción del rumbo decretado; pues la Verdad de las cosas es su única preocupación, el conocimiento el centro de su poder y construir nuestra alma y nuestra naturaleza hacia la Verdad divina su misión y labor.

Esta es la presencia que acompaña a Kunti, la mujer. La vibración compasiva que sostiene la cesta luminosa, el hijo dorado del sol.

Gisele: Kunti, la madre del Mahabharata, vendría a estar relacionada con la luna llena en cuanto a estadio de consciencia. En la luna llena todo lo que está dentro y fue gestado durante el mes, sale, se manifiesta. Las brujas se juntaban en la luna llena porque era cuando se veía mejor para andar de noche en el bosque y porque los umbrales “entre mundos” están abiertos. Kunti es muy consciente de lo que pasa durante el Mahabharata. Cuando durante la guerra, su primer hijo abandonado crece y lucha contra los Pandava, los hijos menores de Kunti, que son sus hermanos, ignora sus orígenes semi-divinos y la identidad de su madre biológica, pero Kunti lo reconoce y sabe en todo momento de su secreto. Esta es la posibilidad de ver de la luna llena, que debe llevar consigo el poder de acoger; es el gran Sí de la energía femenina – el poder de recibirlo todo, incluso la negativa. Es el periodo durante el cual la luna refleja y recibe la mayor cantidad de luz solar. Recibir luz es recibir Conciencia, y esto es el poder de aceptar también decir que no cuando toca. Quizás es lo que lleva a Kunti a abandonar a su hijo en ese momento, sabiendo sobretodo que era un hijo muy especial.

Kunti representa una memoria que está en todas las mujeres, que tiene que ver con el poder de ver la belleza y la tragedia al mismo tiempo. Poder de dejarse impregnar por la vida sin resistirse, una cualidad de carácter femenino, que hombres y mujeres podemos encontrar dentro nuestro.

Gisele Cornejo es cantante, actriz y tarotista. Para el espectáculo del segundo año de este proyecto estamos trabajando juntos el contraste entre hombres y mujeres en este segundo tomo del Mahabharata. Gisele participará como actriz en el espectáculo del segundo año y es natural que la dinámica de los ensayos permee los escritos de este blog, que viene a ser un seguimiento poético de la evolución del proyecto.

Dado que trabajamos la dualidad y el contraste, es relevante que la voz de Gisele aparezca en el blog también identificada bajo su nombre y como una respuesta a mis escritos, en lugar de incorporarse de manera anónima al texto.

Fuentes literarias:

Medhanada – Archetypes of Liberation. Psychodynamics of Ancient Egypt. Identity Research Institute. Pondicherry, India.

Sri Aurobindo – The Mother. Sri Aurobindo Ashram Press, Pondicherry, India.

Veda Vyasa – Devi Bhagavata Purana. (Traducción: Swami Vijnanananda) Amazon Press, 2015

Veda Vyasa – Mahabharata

 

Leer entre líneas el género en el Mahabharata

La representación de La Mujer en el Mahabharata es uno de los temas que más a menudo vuelven en los encuentros de narración y es el tema en el que me estoy centrando este segundo año a la hora de preparar el estreno del próximo 12 de Diciembre de 2017. Escribo La Mujer, en cursiva, porque tengo mis dudas de si es correcto interpretar al intervención de cada personaje femenino del Mahabharata como un discurso modélico sobre cómo debería o no debería  ser  una mujer en general. Tengo la impresión que a veces se confunde el Mahabharata con fabulas morales y no es el caso. La feminidad, así como la masculinidad, que se puedan encontrar en el Mahabharata, permea sutilmente los símbolos del relato por una parte, y después están los personajes, los participantes humanos del relato. Algunos son mujeres, otros hombres, y otros cambian de sexo o son los dos. Lo que no veo que exista en el Mahabharata es La Mujer. Quiero decir que no veo que exista una representación de La Mujer en general, como una condición única de ser mjer. Lo que existen son muchos personajes femeninos. Muchas mujeres, cada una parecida a la otra pero con su particularidad única. Y varios ideales de acción. Hay ética propia de la esposa, la hija, la reina, la noble o la comerciante casada o soltera, cada categoría con obligaciones muy diferentes. Y esta es la parte que más resistencia genera, me parece percibir, en mí y en los que vienen a los eventos de narración. Lo que es interesante de señalar, aquí, es que hay una grandeza disimulada en el Mahabharata y es que el relato no se encierra realmente en una posición determinada. Y señalo también que tampoco estoy diciendo que el relato no toma posición, porque pasa lo contrario, el Mahabharata toma todas las posiciones.

Lo que el texto nos presenta son personas que son mujeres, con sus similitudes y diferencias, que se esfuerzan en adaptarse a la vida y a un sistema ideal, que es problemático. El sistema debería funcionar, pero nunca lo hace del todo, y sin embargo renunciar a él tampoco parece una solución muy realista.

Para ejemplificar esto prefiero compartir unos fragmentos.

Hay un momento en el Mahabharata -en el capítulo llamado Baka-Vadha Parva en el que los protagonistas están viviendo entre aldeas bajo identidades falsas porque prefieren que sus hermanastros piensen que están muertos (es largo de explicar). Los cinco hermanos protagonistas, los Pandava, junto a su madre, residen una temporada en la casa de una familia Brahmán. Aquí es relevante señalar que la familia es Brahmán porque los que pertenecen a este matiz de la sociedad pueden moverse libremente entre los reinos. Allí donde llegan serán bien recibidos y no dependen de tierras que cultivar o proteger, como el noble y el campesino. Es relevante porque una noche Kunti, la madre de los protagonistas, escucha cómo se lamenta la familia por un problema que tiene que ver con la libertad de movimiento: Resulta que la familia reside en un pueblo que vive aterrorizado por un monstruo que suele merodear el bosque, con el cual han llegado a un acuerdo que consiste en entregarle una persona del pueblo cada mes a cambio de que no los acose continuamente. Este mes le ha tocado a la familia brahmán en cuestión elegir a un miembro para entregar al monstruo y se lamentan porque no tenían la necesidad de haberse quedado en el pueblo, podían haber aprovechado la libertad que la sociedad les da para mudarse pero no lo hicieron.

Se trata de una familia modélica, muy responsable, y la posibilidad de huir ahora no cabe en su mente. Lo que discuten entre ellos es quién debería ir hacia el monstruo, y como ejemplo de auto-entrega absoluta cada miembro de la familia insiste en que debería ser él mismo el que vaya a encontrarse con el ogro.

El padre comienza quejándose a su mujer de por qué no han abandonado antes el lugar:

«Ay Brahmani, ya te dije en su momento que nos teníamos que  ir a un lugar seguro, pero no quisiste escuchar mis palabras. ¡Mujer alocada! Cada vez que te lo decía me respondías que has nacido en este lugar, que has crecido aquí y es la casa de tu padre… Tu padre está muerto ahora y tu madre murió también hace mucho tiempo y tus parientes también han muerto. ¿Por qué deseabas tanto vivir aquí? No escuchaste a mis palabras por afecto a tus parientes y ahora nos enfrentemos con la desolación de tener que perder a un familiar»

 

Después el padre se ofrece a sí mismo:

 

«Siempre dando, me has acompañado en toda buena acción. Los dioses te trajeron a mí como una amiga, has sido mi apoyo principal, eres la madre de mis hijos y siempre me has sido fiel, no puedo abandonarte para salvar mi propia vida.

¿Y cómo puedo sacrificar a mi propia hija? No ha alcanzado la edad adulta. La gran alma del creador me la trajo para que pudiera encontrarle marido. A través de ella, junto a mis ancestros, podré alcanzar los mundos a los que llegan aquellos que tienen hijos a través de sus hijas. ¿Cómo puedo abandonar a una hija que he generado yo mismo? Algunos piensan que el padre quiere al hijo más que a la hija pero no es así, yo los quiero igual a los dos. ¿Cómo puedo abandonar esta chica inocente? En ella está basada mi continuidad y los mundos que me llevan a la dicha eterna.

Si me sacrifico a mí mismo y voy al otro mundo todavía tendré de qué arrepentirme porque ellos, abandonados por mí, no podrán sobrevivir. Sacrificar a uno de ellos, esposa, hija o hijo, es un acto cruel condenado por todos los sabios, pero si me sacrifico a mí mismo también morirán sin mí. No sé cómo escapar este destino. Es mejor que muera con todos ellos. No puedo vivir.»

Pero la esposa responde:

«No deberías apenarte como una persona común, alguien tan instruido como tú. Si algo es inevitable, uno no debería sentir pena por ello. Yo misma iré, es el deber eterno de una esposa en este mundo el dar la vida por el bienestar de su esposo. Un acto así te traerá felicidad y a mí fama en este mundo y en el más allá. Ya has obtenido de mí el propósito por el que un hombre obtiene una esposa: una hija y un hijo. A través de ellos me he liberado de la deuda que te tengo como esposa.

Tú puedes mantener y proteger nuestros hijos; yo no podré hacerlo como tú. Me has proporcionado todo lo que he deseado y me has protegido del peligro, pero si me abandonas ¿cómo podrán estos niños sobrevivir conmigo? ¿Cómo podrá una joven viuda mantener sus dos hijos y permanecer en el sendero de la virtud? ¿Cómo podré proteger nuestra hija cuando sea cortejada por pretendientes arrogantes y egocéntricos que no son merecedores de una alianza contigo? Como pájaros peleando por un bulto de carne lanzado al suelo, los hombres desean a mujeres sin marido. ¿Cómo puedo asegurar que esta única hija de nuestro linaje camine el camino de nuestros antepasados? ¿Cómo podré enseñar a este hijo sin padre todas las cualidades deseables para que sea instruido en la virtud como tú? No sé qué me pasará bajo el control de los arrogantes, pero no hay duda que moriré. Y sin nosotros, estos hijos nuestros morirán como los peces fuera del agua. No hay duda de que sin ti los tres moriremos. Es a mí a quien deberíamos sacrificar.»

Y de repente interviene la hija:

« ¿Por qué lloráis como si nadie os pudiera proteger? No hay duda de que soy yo la que tiene que ir. Ya que seré abandonada de todas maneras, abandonadme ahora y salvaros todos a través de mí. La gente tiene hijos para ser salvados y esta hora ha llegado. Usadme como una barca y salvaros. Un hijo salva en todas partes, en este mundo y en el siguiente. Mis antepasados han estado deseando tener hijos a través de mí, ahora yo podré salvarlos salvando la vida de mi padre. Mi hermano es muy pequeño, no hay duda de que perecerá cuando abandones este mundo. Habiendo perdido a mi padre y mi hermano yo descenderé de miseria en miseria y finalmente moriré entre grandes angustias.»

De repente, en medio de la pena, el hijo menor, que parece ser muy pequeño expresa un comentario inocente que hace que se rían los cuatro:

«Por qué tenéis todos miedo, yo mataré al demonio con esta brizna de hierba»

Repito que lo interesante es discernir la sensación de humanidad que produce la combinación entre lo desmesurada que es la situación y la búsqueda del máximo bien dentro de la inminente e inevitable catástrofe. Por otra parte, lo que el relato pone en evidencia es la insuficiencia de los ideales para salvar la situación. No hay una acción correcta y definitiva que lo arregle todo. Los personajes se encuentran en un nudo del destino que no tiene fácil solución. Esto es un eco del famoso momento en el que Arjuna, el tercero entre los cinco hermanos protagonistas, se sentirá incapaz de luchar contra su propia familia y Krishna le cantará la famosa Bhagavat Gita, la canción del señor. Volveremos a esto en unos momentos pero antes quiero terminar la historia de la familia Brahmán.

Kunti, la madre de los Pandava, escucha la conversación y se revela como Kunti. La familia -y todo el reino- conoce de sobras las proezas de los Pandava y su madre, lo que no sabían era que los estaban albergando en su casa. Kunti ofrece la protección de su segundo hijo, Bhima, hijo del viento y poderoso como cien elefantes juntos. Bhima podrá luchar con el demonio y matarlo con facilidad, promete Kunti, y propone a la familia que lo manden a Bhima como “ofrenda”.

Cuando el hermano mayor se entera de la oferta de Kunti se asusta, « ¿Has perdido tu sentido común y tu inteligencia?» le dice. Pero Kunti, y aquí quiero llamar la atención también sobre la seguridad con que responde un personaje femenino. Porque si el Mahabharata tuviera realmente alguna pretensión patriarcal como se la acusa la voz de los personajes femeninos no se escucharía. Si el relato no escatima en monólogos de personajes femeninos debatiendo, rechazando o alabando el orden social que les ha tocado vivir, es porque le interesa ofrecer a los lectores la posibilidad de participar en estos debates sobre el rol social del ser humano.

Lo que Kunti responde es «-No te lamentes por tu hermano. No he tomado esta decisión por debilidad mental. Hemos vivido en la casa de estos brahmanes y veo esta oferta como nuestra compensación. Una persona es auténtica en la medida en que reconoce los buenos actos. Confío plenamente en la fuerza de mi hijo tras haber visto sus proezas. En una ocasión, cuando era un bebé, se me cayó de las manos cuando se movía. Bhima cayó sobre una piedra y rompió la roca en pedazos.

No he tomado esta decisión alocadamente, confundida o deseando sacar algo de provecho. Deseo conscientemente hacer este acto porque es lo que el bien común requiere.»

Nadie conoce más a su hijo que una madre, pero a lo que me interesa apuntar aquí es a la relación de los personajes con el deber y con la intuición. En este cado el problema de la familia ha encontrado una solución, ¿pero qué pasará el día que los propios Pandava se encuentren con un conflicto de este tamaño? Este relato menor funciona como aviso.

Comparto a continuación un comentario de Sri Aurobindo sobre el conflicto de Arjuna en la Bhagavat Gita. Se trata del comentario al verso 38 del segundo canto, pero sirve como resumen del segundo canto en general y como reflexión sobre el conflicto humano, también en cuanto la cuestión de la diferencia de géneros, porque habla de la imposibilidad de saber por una fuente exterior cual es la manera correcta de obrar.

La Bhagavat Gita, recuerdo, es el texto que Krishna canta a Arjuna cuando Arjuna se niega a luchar en la guerra contra sus familiares y Krishna le explica la esencia de la vida e insiste en que debe luchar.

Cuando Arjuna no quiere luchar, según Aurobindo: «[El deber de Arjuna] como ser humano y social es su función de noble y guerrero, sin la cual el marco de la sociedad no puede ser mantenido, los ideales de su cultura no pueden ser vindicados y la armonía de la justicia no puede defenderse de la in-arcaica violencia de la opresión y la injusticia. Y sin embargo la llamada al deber en sí ya no puede satisfacer al protagonista del conflicto porque en la terrible actualidad de Kurukshetra [el campo de batalla en el que se encuentra Arjuna] la situación se presenta en términos severos, confusos y ambiguos. El desempeño de su deber social se ha transformado en un gran caos. La regla del interés justo, lo que llamamos derechos, no le sirve aquí; pues el reino que ha de ganar para sí, para sus hermanos y para su bando del ejército ya es justamente suyo y su reivindicación significa el derrocamiento de la opresión y la tiranía así como una aserción de justicia, pero una justicia manchada de sangre y un reino poseído por la tristeza y la mancha de un gran pecado, un daño monstruoso infligido a la sociedad, un auténtico crimen contra la raza humana. Tampoco serviría la regulación del Dharma [de la ética] de mayor ayuda, pues lo que hay es un conflicto de Dharmas. Se hace necesaria una nueva y aún no distinguible regla para resolver el problema, ¿pero cuál es esa regla?

El retractarse de su función, el tomar refugio en la inactividad santa y abandonar al mundo imperfecto para que se cuide de sí mismo con sus métodos insatisfactorios es una posibilidad a tener en cuenta y fácil de ejecutar, pero este es exactamente el corte en el nudo que le está siendo insistentemente prohibido por su maestro. [A Arjuna] se le está exigiendo acción por parte del Dueño del mundo -quien es el dueño de todas sus acciones y cuyo mundo es el campo de acción- ya sea efectuada por la luz parcial de la razón, que es limitada,  o iniciada desde un plano de visión y motivación más elevado y amplio.

Evitar esta acción particular como si fuera algo malo sería otra posible solución. [Sería] el recurso de una mente moralizante y corta de vista, pero a esta evasión el maestro [Krishna] también le está negando el asentimiento. La abstención de Arjuna produciría un mayor mal y pecado: Significaría, en el caso de tener algún efecto, el triunfo del error y la injusticia y el rechazo la misión de Arjuna como instrumento del proceso divino.

Una crisis violenta ha sido traída sobre los destinos de la raza humana, no por un ciego movimiento de fuerzas o por un mero choque confuso de ideas, intereses, pasiones y egoísmos humanos, pero por una Voluntad que está detrás de estas apariencias exteriores. Esta es la verdad que Arjuna tiene que ser guiado a ver; ha de aprender a actuar, de manera impersonal, como instrumento -pero no de sus diminutos deseos personales y débiles pequeñeces humanas, sino de un poder más vasto y luminoso, una Voluntad omnisciente y universal.

Es el credo del guerrero: «Conoce a Dios», dice, «conócete a ti mismo, ayuda al humano; protege lo Correcto, hazlo sin temor y sin flojear o dudar de tu labor de disputar el mundo. Eres el eterno e imperecedero espíritu, tu alma está aquí en su camino ascendente  hacia la inmortalidad. No mires por tu propio placer, ganancia y provecho. Mira hacia arriba y alrededor»

El conflicto de Arjuna es el suyo y es el que él tiene, en la época y el contexto que le ha tocado vivir. Lo que aprendemos del Mahabharata es a reconocer la intuición y el anhelo de un bien mayor más allá de las formas. De la misma manera, cuando sus personajes discuten sobre la función del hombre y de la mujer en la sociedad, están hablando de su época y su entorno. No me parece que el texto proponga copiar estos modelos sin penar. Al contrario. Mi impresión es que el texto apunta, en su estilo escueto y directo, a la dimensión humana que brilla alrededor del dilema y el esfuerzo de superar el conflicto y buscar siempre el bien mayor. Por esto considero que el Mahabharata no es ni patriarcal ni matriarcal sino una representación de las profundidades de la condición humana.

¿Qué sexo tiene la furia?

La semana pasada me hice una pregunta a raíz de un comentario del Mahabharata, en el cual un personaje hablaba de una ceremonia llamda svayamvara (de “auto-elección”) en la que, para casarse, una princesa elegía un marido entre varios candidatos. El comentario en cuestión llamaba esta ceremonia «una ceremonia la que los instruidos recuerdan y los reyes elogian».

¿Acaso existió una época anterior al Mahabharata en la que las mujeres elegían a sus pretendientes? Me preguntaba la semana pasada. ¿Acaso se trata de una era anterior, en la que el orden social era diferente, y que la anciana historia del Mahabharata recuerda?

Dos días después, el mismo Mahabharata me responde. Leo que una mujer[1]habla con su marido y este le dice que «en tiempos antiguos las mujeres iban descubiertas. Caminaban por donde querían y eran independientes. Permanecían solteras toda la vida y no le eran fieles a ningún hombre. Eso no se veía como contrario al Dharma, porque aquél era el Dharma de aquellos tiempos antiguos. Sin deseo ni rabia, este Dharma anciano lo siguen practicando los animales. La práctica de este Dharma ancestral está sancionado hoy por los sabios (Maharshis). Este Dharma se sigue practicando en la región del norte de Kuru. Ese Dharma eterno es conveniente a las mujeres, oh tú que tienes sonrisas tan bellas. La práctica que se sigue ahora fue impuesta más tarde. El Dharma actual es el de los humanos, y nos separa de los animales»[2].

Cuando leo estas palabras me parece que el Mahabharata habla de una despedida doble; de dos sociedades que se van. Por una parte, el lejano mundo del que habla el pasaje que acabo de citar y por otra, el mundo de normas sociales que sostuvieron por un tiempo una sociedad justa pero han dejado de funcionar. Por una parte, el Mahabharata habla del final de un tipo de civilización y por otra, siento que en nuestro días también, aferrarse a una división de roles tradicional ya no es viable, aunque no queda claro cuál es la alternativa.

Con esto en vista es muy interesante la historia de Amba, una princesa despechada, que también mencioné hace quince días, porque es la historia de un impulso, de un ímpetu, atrapado entre cuerpos y normas. Su historia puede servir como reflexión sobre la cuestión de hacia dónde va este ímpetu en la época actual y cómo dirigir este ímpetu hacia un lugar que no sea el campo de batalla, si es posible.

Amba es una princesa que fue secuestrada junto a sus hermanas por un noble guerrero célibe[3], que quería esposar a Amba con su hermanastro, el rey. Es decir, el noble célibe quería coronar a Amba como reina de su reino. Sin embargo Amba le hace saber a su secuestrador que ya estaba enamorada de otro rey, que su corazón ya había hecho una elección, y el guerrero célibe decide, en una decisión que parece noble por su parte, dejarla ir en busca de su amado.

Aquí es donde comienza el conmovedor periplo de Amba, porque al dirigirse hacia su amado este la rechaza, aludiendo que ya no puede estar con ella después de que haya pasado por la corte de otro rey. Dice que tiene miedo al guerrero que la secuestró, y a las habladurías de los demás. Amba le responde con toda la sinceridad de su corazón que no fue feliz cuando fue secuestrada por aquel «destructor de enemigos»: «Después de ahuyentar a los señores de la tierra, me secuestró por la fuerza y yo lloraba. Oh querido, yo te amo, ámame también. Soy inocente. El Dharma no aprueba el abandonar a aquellos que te quieren. He venido a ti después de obtener permiso de mi secuestrador, el que nunca se retira del campo de batalla. He obtenido su permiso y he venido aquí ante ti. Él ni si quiera me quería para si mismo sino para su hermano; le ha dado mis hermanas y yo he quedado libre. Nunca he deseado otro hombre que tú. Oh tigre entre los hombres, juro por mi cabeza que nunca he deseado otro hombre que tú. Juro por mí misma que estoy diciendo la verdad.  Quiéreme. Una mujer se ha presentado ante ti por su propia voluntad».

Pero nada de esto sirve ante el príncipe y cuando asume la situación, Amba, con lágrimas en los ojos y la voz ahogada por el llanto, le dice: «Habiendo sido repudiada por ti, iré donde quiera. Voy a ir con los virtuosos, porque donde está la virtud está la verdad». Y así comienza el primer paso de la búsqueda de Amba. La princesa peregrina, sola, por el bosque, y pasa la noche en la ermita de unos ascetas, a quienes cuenta su historia.

«Debería darle vergüenza al creador», dice Amba, y pide que se le den ejercicios ascéticos por hacer, porque siente que debe expiar acciones terribles que debe haber hecho en otras vidas para llegar a sufrir lo que está sufriendo en esta. No le interesa volver con su familia, dice, porque estos la han rechazado también. «Cuando vuelva me criticarán», les dice, «me perderán el respeto».

Pasando el tiempo con Amba, escuchando su historia, los ascetas sienten que lo que le ha sucedido es una gran injusticia. El tono de Amba comienza a teñirse con matices de despecho y los ascetas le recomiendan hablar con Parashurama, un asceta guerrero, encarnación furiosa y violenta de Vishnu, famoso por haber extinguido 21 generaciones de guerreros en su juventud, conocedor de todas las  técnicas guerreras además de los ataques mágicos. Parashurama pasa por el lugar esa noche, precisamente, con el pelo largo y pegado en rastas, vestido con cortezas de árbol y la mirada encendida. Viene seguido de sus discípulos, con un arco colgado al hombro y sujetando un hacha de guerra.

Amba llora y le cuenta a Parashurama que está inmersa en un océano de barro y tristeza. El asceta se compadece de su cuerpo delicado, de su situación, y le pregunta si prefiere que convenza al amado que la rechazó o que calcine al guerrero que la secuestró  con el calor de sus armas. Y aquí Amba toma la decisión que marcará su destino. Dice que su secuestrador es la razón de su infelicidad y es por su culpa que está merodeando sin rumbo, en este estado de suprema miseria. Él es avaricioso e insolente, dice, y que desde el día en que la secuestró ella tomó la resolución mental de verlo muerto.

La desolación de Amba lleva a su protector a luchar contra su secuestrador. El problema es que uno de los contrincantes es un avatar, Dios mismo, nacido en la tierra en forma de asceta furioso, y el otro tiene como madre al río Ganges y como padres a los ocho elementos. Ninguno de los dos puede morir. La batalla dura varios días, la sangre de ambos guerreros fluye como resinas de árboles arrancados por un ciclón, las flechas doradas vuelan como llamas y son tantas las que cubren el cielo que ni el viento tiene espacio para pasar entre ellas, mucho menos el sol. El campo de batalla se oscurece y el calor de la batalla incendia todas las flechas en el aire, de manera que los dos guerreros luchan entre las cenizas; arrojan lanzas como meteoros, la tierra tiembla, los chacales aúllan, se desencadenan tormentas y terremotos, los tambores suenan con tonos terribles a pesar de que nadie los golpea, el cielo se convierte en una gran masa de energía, los dioses y sus enemigos gritan de dolor y sus mensajeros se aparecen ante ambos contrincantes para convencerlos de que dejen de luchar.

Parashurama, el asceta guerrero, reconoce ante Amba que su poder no es suficiente para vencer a su secuestrador en la batalla y ella, con los ojos rojos otra vez, pero a causa de la rabia ahora, jura que irá allí donde pueda vencer en la batalla a su odiado enemigo.

Amba llega al río Yamuna y permanece de pié en sus aguas por un año entero, sin comer. Por un año más sobrevive comiendo una hoja al día. Llena de rabia, permanece sobre la punta de los dedos doce años durante los cuales su ascetismo calienta los cielos. Peregrina hacia las tierras donde viven las almas ascendidas, los que poseen poderes (siddhas),  camina hacia los bosques de los dioses, de ermita en ermita, hasta que el río Ganges, en forma de mujer, se levanta ante ella y le pregunta «Oh desafortunada, ¿por qué estás pasando por todo este dolor? Contéstame con sinceridad». Y Amba expone su motivación: «Mi enemigo no puede ser vencido en la batalla, pero yo pasaré por las más extremas austeridades hasta que lo pueda destruir. Vagaré por la tierra buscando la forma de matar este rey, aún si obtengo este fruto en otro cuerpo». Y el río le responde «Oh, preciosa. Estás siguiendo un camino torcido, doncella. Este deseo tuyo es imposible de satisfacer. Si sigues el voto de la destrucción de este rey, si abandonas tu cuerpo en este voto, te convertirás en un río desviado que solamente lleva agua durante la época de las lluvias. Tendrás lagunas terroríficas que nadie querrá conocer. Solo fluirás durante las lluvias y permanecerás seca durante ocho meses. Tendrás cocodrilos espantosos en tus aguas y serás aterradora para todos los seres». Pero la fuerza que mueve Amba no se calma con estas palabras y la princesa sigue esforzándose en su búsqueda hasta que se convierte, efectivamente, en un riachuelo siniestro como el que le describió Ganges. La mitad del cuerpo de Amba se convierte en agua, agua semi-estancada plagada de cocodrilos, y la otra mitad de su cuerpo sigue siendo el de una doncella. «Solamente por la muerte de mi enemigo alcanzaré la paz», decía Amba, «He sido privada de la opción de tener un marido. No soy ni mujer ni hombre. No desistiré hasta que venza a mi enemigo en la batalla». La fijación y la disciplina de Amaba en su búsqueda personal fueron tan grandes que acabó encontrándose a Shiva sosteniendo su tridente en el fondo del bosque. En su desesperación, Amba escucha como la voz de Shiva le promete que podrá matar al rey que tanto odia. Shiva le promete que volverá a nacer en otro cuerpo, pero recordando toda su historia. Nacerá primero como mujer y será una gran guerrera, experta en todo tipo de armas, pero se convertirá en hombre, y acabará venciendo al ser que tanto odia.

Habiendo escuchado estas palabras Amba se levanta, recoge leña para encender una pira y se estira dentro de la hoguera para abandonar su cuerpo.

En otro reino, un rey que no podía tener hijos y consiguió satisfacer a Shiva con muchas ceremonias. Shiva le prometió que tendría una hija, que se convertiría en hijo, y sería un gran guerrero. Así, cuando poco después nació Shikandi, con la memoria de Amba, el rey la educó en todas las técnicas de guerra, como si fuera un príncipe varón, y además mintió a todos sus consejeros anunciando ante el reino que Shikandi era el heredero masculino de su reino. Solo la reina y el rey sabían que el príncipe era en realidad una niña vestida de chico. Shikandi se convirtió en alumna excelente de esgrima, tiro al arco y artes marciales. Aprendió incluso a usar mantras destructivos y armas mágicas. Shikandi, apoyada por sus padres, retrasaba el momento de casarse pero el reino, y los reinos vecinos, empezaban a murmurar, a sospechar, a preguntarse cuál sería el problema. Confiando en las palabras de Shiva, y en que al final todo se iba a arreglar de algún modo, Shikandi fue casada con la princesa de un reino vecino. Cuando inevitablemente la princesa se dio cuenta de que Shikandi tenía cuerpo de mujer la princesa se sintió engañada y mandó mensajeros a su padre, que declaró inmediatamente la guerra al reino de Shikandi.

Shikandi se entristeció mucho por el destino que había traído sobre su reino y decidió escapar sola hacia el bosque, para morir. Dejó sus residencias para alejarse hacia un bosque profundo y apartado, un bosque que todo el mundo eludía porque lo dominaba por un Yaksha al que temían. La casa del Yaksha estaba hecha de ladrillos y enyesada. Estaba llena de humo y grano seco. Tenía muros altos alrededor y una verja.

Shikandi entró en el lugar y ayunó en el patio durante varios días, secando su cuerpo. Cuando el Yaksha salió de su casa tenía los ojos del color de la miel. «¿Qué es lo que quieres pedirme?» le preguntó el Yaksha «Soy el servidor del dios de las riquezas, puedo conseguir todo lo que me pidas, aunque parezca imposible». Shikandi le explicó toda su historia y le habló del peligro que corría su reino, del poder del monarca de armadura dorada que les había declarado la guerra, y le exigió «conviérteme en un hombre para salvar mi reino, has prometido que puedes hacer todo lo que te pida».

El Yaksha se lo pensó y le dijo a Shikandi que podían encontrar una solución pero haciendo un pacto. Él podía prestarle a Shikandi su órgano masculino por un tiempo, con la condición de que Shikandi se lo devolviera cuando terminara de convencer a su esposa y a su suegro de que era un hombre. «Puedo merodear el cielo y tomar la forma que quiero» le dice el Yaksha «llevaré tu órgano femenino por un tiempo, salva a tu familia, pero no intentes engañarme». Y Shikandi, aliviada, responde al ser que merodea la noche que le devolverá su órgano sin falta, cuando pasen los problemas.

Cuando volvió a su reino en un cuerpo masculino, los mensajeros hicieron su trabajo, se comprobó la sexualidad de Shikandi y su esposa y el reino quedaron satisfechos. Sin embargo en estos días el dios de las riquezas, Kubera, señor de todos los Yakshas, se encontraba volando en su carro encima del bosque siniestro en el que Shikandi había depositado su sexo femenino. Kubera se encontró a la residencia del Yaksha decorada con muchos colores, con muchos tipos de guirnaldas diferentes. Estaba el grano seco y también toldos hechos de hierbas aromáticas. El lugar estaba adornado con telas y banderines, olía a incienso delicioso, había suministros de grano, carne y licor. El dios de las riquezas exclamó con su  voz profunda que el lugar estaba muy bien decorado pero se preguntó por qué el yaksha no salía a saludarlo. El Yaksha se avergonzaba de salir porque ahora tenía las fromas de una mujer, le explican los espíritus que le acompañan. Ante esto Kubera se enfada, por alguna razón que el texto no especifica, y condena al Yaksha a permanecer en esta forma femenina hasta la muerte de Shikandi.

De esta manera Shikandi siguió viviendo en cuerpo de hombre, hasta enrolarse en la gran batalla del Mahabharata, en el lado contrario al de su enemigo, que no es otro que Bhishma, el enigmático rey renunciante que prometió antes de luchar que «no apuntaría con sus flechas a ninguna mujer, o a nadie que haya sido mujer anteriormente, que tenga el nombre de una mujer o la forma de una mujer». Bhishma siguió todo el periplo de Amba con la ayuda de espías, sabía perfectamente quién era Shikandi y lo estaba esperando, porque Bhisma podía morir solo cuando él lo decidiera, y tomó la decisión de que fuera Shikandi quien lo matara en la batalla.

Las decisiones de Bhishma, el enemigo de Amba y Shikandi, son un tema para otro día. Esta entrada está dedicada a Amba y Shikandi. Su historia es la de un impulso, un ímpetu atrapado entre cuerpos y entre normas. Un deseo que danza entre cuerpos diferentes, forcejeando con una estructura social. Mi pregunta es hacia dónde va este ímpetu en la época actual. ¿Qué es lo que buscaba Amba? Al amor me parece que renunció muy pronto, y la venganza, ¿por qué le importó tanto? ¿Qué fue lo que más le dolió, la separación de su amado, el despecho o la humillación? ¿Qué dolor alimentó esa transcendental fidelidad al voto de venganza? Y qué fue este ímpetu, ¿masculino o femenino?

A Bhishma, el secuestrador y víctima de Shikandi, se le conoce como “el del voto terrible”, porque hizo el voto de renunciar a la descendencia y no lo levantó ante nada. Con esto en mente, podemos decir que Amba fue su media naranja; Amba “la del voto terrible”. Y Bhishma no dejó de seguir a Amba con sus espías. Amba no dejó de pensar en Bhishma. Su historia es la historia de una relación, tal vez porque al final todo está relacionado. Todo está en relación con todo y no podemos apartar nada del mundo, lo que podemos hacer es elegir bien cómo relacionarnos con ello. Puede ser esto, y puede ser mucho más. Disculpas si la conclusión es algo ligera, solo quiero terminar este escrito de alguna manera. Si has visto otra cosa en la historia de Amba, Shikandi y Bhsihma, estás invitado/a/@ a dejar tu comentario.

[1] Se trata de Kunti hablando con Pandu

[2] Sambhava Parva 112-113

[3] Se trata de Bhishma

Tema: Baskerville 2 por Anders Noren.

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