El propósito de este blog es hacer un seguimiento del voto de narrar el Mahabharata en 12 años, entre 2016 y 2028. Cada 12 de diciembre propongo una nueva manera de narrar el Mahabharata, basándome en las vivencias del año, en una manera renovada de entender el Mahabharata, y en parte en el fragmento del argumento que toca narrar; como si fueran capítulos, aunque en cada narración se remite al argumento completo.

En este noveno año empieza la tercera parte del Mahabharata, la larga recapitulación del rey Yudisthira, y su aprendizaje sobre su rol en el mundo, como rey, como individuo, como humano y más allá.

El proceso de este año me ha llevado a investigar la creación de juegos y ir un paso más allá en la búsqueda de una manera de narrar no lineal, ni frontal, que sin embargo sea clara y coherente. Esto me ha llevado a crear un juego basado en el Mahabharata. Un juego que está recién brotando, y todavía puede crecer, pero al que ya se puede jugar.

Me es difícil compartir escritos sobre otra cosa, porque estoy completamente abocado a la preparación y creación del juego del próximo 12 de diciembre, por esto comparto ahora el dossier de presentación del evento, y la invitación a quien quiera participar.

Este año la participación es exclusivamente presencial. Aquí tienes la presentación:

¿De qué va este dossier?

En el año 2015 tomé la decisión de narrar el Mahābhārata durante 12 años. Decidí hacerlo durante 12 años para ponerme al servicio del Mahabharata en lugar de simplificar su historia y acabar adaptándolo a mis prejuicios.

El proceso de narrar el Mahabhrata comenzó oficialmente el 12 de diciembre de 2016, con el primer encuentro de narración, que desde entonces se han venido repitiendo cada año en la misma fecha. Y a medida que se acerca la década de este proceso el Mahābhārata se va revelando como una historia profundamente actual y, sobre todo, plural. Porque en sus siete mil páginas tiene comprimidos muchísimas maneras de leer sus historias, y vías distintas y variadas con las que identificarse con sus participantes. Esa constatación, y una serie de sincronías maravillosas (mención especial a Joan Adell de la editorial Sat Nam, Marc Avenza, Dani Majá y Javi Luís Linares) han llevado a la cristalización de la idea de proponer un juego narrativo basado en el Mahābhārata.

En este noveno año del proceso, en lugar de narrar el Mahābhārata, una vez más, de manera frontal, hablando yo a un público, propongo un encuentro más personal y participativo. El encuentro tendrá lugar en el espacio cultural Musubu, en Barcelona, a las 19.30. Jugaremos un juego narrativo basado en el Mahabharata en el que podrás participar de manera directa o como observador. El encuentro está abierto al público, pero los jugadores directos serán máximo 12. Para participar como jugador lo más fácil es que te pongas en contacto conmigo escribiendo a respirarelmahabharata@gmail.com para hacer una videollamada en la que hablaremos de la manera de jugar y el personaje del Mahabharata que se te asignará. Si no estás seguro de querer participar, pero te interesa la narración del Mahabharata, te invito a venir como público, porque el Mahabharata será narrado, aunque de una manera original que es totalmente coherente con el fenómeno que es el Mahabharata.

¿Pero qué es el Mahābhārata?

Cada vez que alguien me pregunta qué es el Mahābhārata dudo.

¿Cuándo una obra escrita tiene más de 7.000 páginas, la podemos seguir llamando libro? ¿No sería, más bien, una colección de libros? El Mahābhārata es tan extenso, e incluye tantas líneas argumentales, que siento la tentación de llamarlo una recopilación de historias antiguas, pero a la vez el Mahābhārata tiene una coherencia, muy clara; con unos personajes principales y un inicio, conflicto, clímax y desenlace, que arrastran hacía sí todas las líneas argumentales menores y las engloban en un contexto común. ¿Es entonces el Mahābhārata una historia? ¿Una saga? Sí, también, pero esto confunde, porque el Mahābhārata incluye dentro de sí muchísimos géneros: desde diálogos filosóficos a botánica esotérica, poesía mística, consejos matrimoniales, política, estrategia militar, astrología, ética, comedia, terror, amor y mucho más. La dificultad de definir el Mahābhārata es uno de los elementos que más me fascina de esta… ¿recopilación?… ¿obra?… ¿fenómeno?…

El mismo título, Mahābhārata, no tiene una traducción fácil. La palabra Mahābhārata es un compuesto sánscrito, que contiene las palabras mahā y bhārata, sobre esto hay consenso, pero el sentido que tiene cada una de las palabras dentro del compuesto es interpretable, y esta ambigüedad es fascinante:

Mahā (pronunciado mahá), es la palabra que ocasiona menos debate; se traduce habitualmente por grande, aunque el significado de mahā puede variar, levemente, dependiendo de la palabra a la que esté unida en un compuesto.

Mahā, siendo más específicos, amplifica el significado de la palabra que define, de manera que, dependiendo del compuesto, se puede traducir tanto por gran como por pesado, o fuerte, o abundante o poderoso. En los compuestos mahāpitri o mahāmatŗi, por ejemplo, mahā significa también padre anciano y madre. Es decir, para traducir bien Mahā tenemos que entender a qué palabra se refiere. ¿Mahā qué?:

La palabra bhārata parece ser un derivado de la raíz sánscrita bhŗ, de la cual fluyen una miríada de significados relacionados con el concepto de sostener, fomentar, alimentar, llevar, estar embarazada, levantar u ofrecer. Significados cercanos a lo que hace el planeta tierra para la creación, por lo cual uno de los nombres de la tierra, en sánscrito, es también bhārata. Las diferentes traducciones e interpretaciones de algo tan simbólico y arquetípico como el Mahābhārata no necesariamente se anulan entre sí sino todo lo contrario, se suman.

Lo fascinante es ver cómo hace de sostén el Mahābhārata, del fondo de nuestro ser. Para esto hay que leerlo, o escucharlo. Porque es interesante que el argumento principal del Mahābhārata es la historia de una guerra, pero el efecto que produce es curiosamente de una verdadera pacificación con el mundo. En el tratado gramático de Pāņini, probablemente el referente más conocido para el estudio de gramática sánscrita antigua, se explica (en el siglo IV de nuestra era) el significado de la palabra bhārata como saṁgrāma:

Saṁ es un prefijo que significa reunión, o junto, o unido, y grāma significa gente, comunidad o tribu. Podríamos entender que en la gramática de Pāņini se nos estaba diciendo que bhārata significa reunión de gentes, pero en un interesante estudio(1), el sanscritista contemporáneo M. G. Dhadphale propone que saṁ puede significar también confrontación, y que bhārata significa, según Pāņini, la guerra de las tribus. M. G. Dhadphale defiende su propuesta, además, con el dato de que en la traducción persa del Mahābhārata (encargada en 1582 por el emperador Akbar) Mahābhārata se tradujo como Razmnama, que en persa significa la historia de la guerra.

Mahābhārata, según Dhadphale, significaría la gran guerra, lo cual tiene sentido. Porque el Mahābhārata habla de la gran guerra de la tierra, la gran confrontación de las gentes que viven en el seno de la gran vaca sagrada. Y si queremos continuar meditando sobre significados complementarios, pensemos, ¿cuál es la diferencia entre reunión y batalla? ¿Acaso no es una batalla una reunión de enemigos, también?¿Y cómo consigue la historia de una guerra apaciguar nuestros corazones? Estas son las cosas que me interesan explorar en los encuentros narrativos del Mahābhārata.

¿Pero, entonces, qué cuenta el Mahabharata?

El Mahabharata tiene muchas historias, pero tiene algo parecido a unos protagonistas: cinco hermanos, que luchan por un reino que les resulta huidizo.

Los Pandava (los cinco hermanos mencionados), no nacieron en un palacio. Los Pandava ni siquiera nacieron en su propio reino, sino en el exilio, entre las escarpadas cumbres del Himalaya.

Cuando descendieron de las alturas para volver a su reino el ataque de un primo celoso los obligó a hacerse pasar por muertos y peregrinar cual sombras por los bosques.

Los Pandava reaparecieron, una vez más, demostrando que seguían vivos; y en aquel exilio en las sombras se casaron, los cinco, con una misma mujer, pero inmediatamente el tercer hermano tuvo que emprender otro peregrinaje, a solas, durante el cual consigió su arco sagrado.

A la vuelta del hermano, los Pandava se instalaron en el trono, pero por muy poco tiempo, apenas un año, y una apuesta amañada los llevó a un nuevo exilio de 12 años, más otro año viviendo escondidos. Después de esto estalló la guerra, y los Pandava recuperaron su reino, pero a costa de miles de vidas y el abandono de sus seres queridos. En ese caso fue el entorno el que se exilió de los Pandava.

Agotados, los hermanos entregaron el reino a uno de sus hijos y salieron a una última peregrinación alcanzando los cuatro puntos cardinales antes de empujarse a morir de agotamiento entre las mismas alturas del Himalaya que los vieron nacer.

En resumen, vemos que los Pandava pasaron mucho más tiempo en el exilio que no en su reino prometido. Cada exilio lo aprovecharon para peregrinar a lugares de poder, a cimas, lagos, bosques y ríos sagrados donde se reunieron con los dioses para pedirles armas mágicas que usaron contra sus enemigos.

Para designar a estos lugares de poder el sánscrito se usa la palabra tirtha. Un tirtha puede ser un pasaje o un camino en el bosque, un fortín o unas escaleras que llevan a un río; puede ser un estanco para bañarse, o la orilla de un río sagrado, cualquier destino de peregrinación o cualquier lugar armonizado con el momento y la atención justa.

En el marco de la tradición de la cábala hasídica (misticismo judío de Europa del este) se cuenta que hubo tiempos en los que existió un mapa que marcaba en qué lugar de la tierra se encontraba el camino hacia el cielo, y dónde estaban las colinas a las que subían los maestros de plegaria para renovar su fuerza. Pero un fuerte viento de tormenta pasó sobre la tierra y lo confundió todo. Cambió el mar por tierra seca y la tierra seca por mar, el desierto en lugares habitados y los lugares habitados en desierto.

Cuando los entendidos quisieron volver a sus lugares de fuerza no encontraron ninguno. También el mapa desapareció con el viento.

¿Cómo encontrar aquellos lugares sagrados ahora?¿Y qué es un lugar sagrado?¿Quién lo entendería hoy?¿Y en qué idioma? A través de la historia de los Pandava el Mahābhārata enlaza relatos de las estrellas y los procesos internos de nuestra identidad. Relatos de vientos, agua, plantas, ciervos y psique. Pero un relato nunca es solo lo que cuenta, y nuestra identidad está basada en relatos. El Mahābhārata permite reencontrar aquello que nos une en la diferencia, incluso en la guerra, y en esto indagaremos en el juego que propongo para el 12.12.24. Tal vez ahí se encuentra también el sostén del Mahābhārata ¿quién sabe?

Aquel cuyo cuerpo, palabras y mente son consecuentes y transparentes, cada uno de sus pasos pisan un lugar de peregrinaje (tirtha); el que tiene la mente separada de sus palabras y sus pasos, para él incluso el sagrado Ganges se vuelve odioso. El ganges es la encarnación terrenal del infinito, pero en sus orillas hay ciudades, minas, pueblos y cabañas habitadas por gente utiliza este río para beber y hacer en él sus necesidades. ¿De qué le sirve pasar por un lugar sagrado a aquel cuyo corazón está obsesionado con los objetos sensuales de placer?

La consciencia es el factor principal en todo acto religioso o en todo lugar sagrado. La vida humana es como un ritual en el altar de la eternidad; o como un viaje; o como una batalla. Tres imágenes relacionadas: El ritual es también un viaje; como un peregrinaje de vuelta a nuestro origen. El viaje y el ritual se pueden ver como una batalla contra la confusión, que se presenta en apariencia múltiple y dividida como una horda de distracciones, algunas tentadoras y otras hostiles.

Somos una corriente del universo: La mirada ve unas formas, y el oído escucha unos sonidos, que la mente reconoce como palabras. La imaginación traduce estas palabras en imágenes y el cuerpo transforma estas imágenes en una vivencia. Más allá de la vivencia, el proceso continúa.

Más allá de las palabras, el río sigue fluyendo.