El silencio que nos une

Mi tío Andraz (Andrés, en Húngaro) nació a fines de los años treinta. En 1944 Andraz tendría entre 5 y 8 años y vivía en un pueblo pequeño en Hungría, pero a consecuencia de la anexión a Alemania durante la segunda guerra mundial Andraz fue apresado, junto a su madre Clara y mi abuelo Michael. Mi abuelo fue enviado al campo de trabajos forzados en Mathausen y Andraz y su madre a un campo de exterminio. Allí murieron los dos.

Mi abuelo volvió a su pueblo y se casó de nuevo, con una superviviente de Auschwitz (Ilona), y en 1948 nació mi padre Peter.

No sé exactamente a qué edad abandonó su cuerpo Andraz. No sé casi nada de él, porque mi padre no lo sabe tampoco, porque mi abuelo no le contó prácticamente nada de su hermano mayor. Pero Andraz sigue siendo mi tío, aunque no hablemos de él. Y Andraz debe ser mencionado, porque forma parte de nuestra familia.

¿Y qué tiene que ver esto con el Mahābhārata? El Mahābhārata es una gran historia, y la historia de mi tío es otra. Las dos son historias. El Mahābhārata habla de personajes humanos, y mi tío también lo fue. El Mahābhārata habla de los descendientes de Manu, ancestro original de toda la humanidad. Y el padre de Manu es el sol. En sánscrito: Surya. Derivado de la raíz Su.

Su es la fuerza que impele la vida en el universo. Sukha, la felicidad, es otra palabra que deriva de la raíz Su. Sukha es la presencia de Su en la vida. Surya, el sol, es el representante de Su en los cielos. El origen de Su está en la raíz del universo -o sea, en todas partes- y se extiende en movimientos arremolinados. Desde todos los lugares hacia todas partes. Y lo que produce Su, lo que expande Su, se llama en sánscrito suasti ka: “aquello que produce Su“. Se pronuncia Svástika.

Como pasa tantas otras veces, las correlaciones etimológicas sánscritas evocan un relato poético existencial. Como si nos contaran que hay algo que se revoluciona hacia todas las direcciones, dentro y fuera, arriba y abajo, que impele y arrastra la vida. Pero todo esto son palabras. Entre las palabras y la vida hay un espacio fino. Las palabras no son la vida, pero son expresadas por seres humanos, y nosotros, los humanos, somos vida.

Las palabras pueden estar al servicio de la vida, entonces desembocan en el silencio bendito de la aceptación. El silencio dorado del sol.

Cuando las palabras van en contra del mundo nos hablan de separación y de negación. Las palabras que van en contra de la vida se enroscan en sí mismas, se dan importancia como si ellas, las palabras, fueran la realidad. Las palabras que van en contra de la vida producen más y más palabras; más y más discursos, a favor y en contra.

Hay que vigilar con el hechizo de las palabras, que nos quieren hacer creer que ellas son la realidad. La fuerza que todo lo mueve brilla en silencio para todos, cuidado con las palabras que nos quieran convencer de lo contrario. Vengan con la apariencia que vengan.

Con esta entrada quería mencionar a mi tío Andraz, quien merece ser nombrado y reconocido. Junto a Andraz quiero mencionar, también, a todos los no nombrados. Y con esta entrada quería hablar también de esas palabras que nos quieren poner a todos contra todos y mencionar también, entre líneas, al silencio luminoso que nos une. Reconozcámoslo y honrémoslo. Es el lugar del que venimos.

Anuncio: A partir de la semana que viene voy a comenzar una práctica regular online de narración de historias con meditación, para profundizar en el tipo de escucha que este tipo de narraciones de los orígenes proponen.

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Sobre si vale la pena buscar consejos matrimoniales en el Mahabharata

Esta primera entrada de 2017 la dedico a una de las primeras decisiones importantes de Bhishma, un personaje que sirve de eje al argumento del Mahabharata. La decisión a la que me refiero se describe en el texto como una anécdota que no parece mucha transcendencia cuando ocurre y se describe en un par de frases, pero las consecuencias de esta decisión acabarán causando que Bhishma abandone su cuerpo.

El Mahabharata, entre otras cosas, es una historia de enredos en la que actuar de manera correcta no es necesariamente sinónimo de éxito o garantía alguna de evitar el conflicto. La dinastía cuya historia explica el Mahabharata comienza con lío, mucho lío. Demasiado lío para poderlo resumir en esta entrada. Digamos solamente, para situarnos, que nos encontramos en un momento en el que un rey ha hecho un voto de castidad y dado que él, a causa de su voto, no podrá continuar el linaje real, decide buscarle conyugue a su hermanastro menor. El rey en voto de castidad es Bhishma, pero ahora el voto y su relación con el hermanastro no importa, lo que importa es que Bhishma está buscando la descendencia para su familia.

Bhishma se entera de que en el reino de Varanasi el rey está organizando un concurso al que vendrán jóvenes nobles de todos los reinos para demostrar sus cualidades e impresionar a las tres hijas del rey. El premio del concurso es ser elegido como esposo por una de las princesas y se presentan miles de pretendientes.

Aquí el texto hace una cabriola de estas que me impresionan tanto y me hacen pensar que una vida entera no será suficiente para entender el Mahabharata. Lo que quiero hacer en esta entrada es comentar este punto del texto y observar cómo se usa el lenguaje fantástico para explorar los espacios a los que no llega la razón.

La pirueta que hace el texto es afirmar, en referencia a la ceremonia de elección de pretendientes que describe, que esta ceremonia corresponde a la octava forma de casamiento, llamada «autoelección» (Svayamvara, en sánscrito).

Me he encontrado con muchas historias sagradas en las que aparece esta ceremonia pero cuando el Mahabharata habla de «octava forma de casarse», parece referirse a algún códice existente que regule estas formas, y concrete ocho maneras posibles de emparejarse. Aquí es donde el texto hace su “cabriola”. La leyenda dice que el sabio Vyasa, compositor del Mahabharata, le pidió al dios Ganesha que transcribiera el Mahabharata mientras él se lo dictaba. Ganesha aceptó con la condición de que el sabio dictara la obra entera de principio a fin, sin parar ni para dormir. Vyasa aceptó y para poder descansar intercalaba acertijos y enigmas filosóficos en la historia, que hacían que Ganesha levantara la cabeza y se quedara pensativo unos segundos, los cuales el sabio aprovechaba para descansar. Este momento parece ser uno de ellos.

Porque es cierto que existen ocho formas de emparejamiento registradas en los códigos de rituales domésticos de referencia (Grihya Sutras, Artha Shastra o el Código de Manu), en ambos se habla de ocho maneras de casarse, pero no se incluye el ritual de autoelección entre ellas. ¿Por qué esta línea del Mahabharata sitúa esta ceremonia (svayamvara) entre una de las ocho formas posibles de matrimonio? es un misterio, más aún a la luz de la siguiente línea: «[la ceremonia] que los instruidos recuerdan y los reyes elogian». ¿Es que la ceremonia en la que la mujer elegía un hombre entre varios pretendientes constituía un recuerdo del pasado, ya en la época del Mahabharata, y es posterior la composición de los códices? Yo, en este momento, no sé la respuesta a esta pregunta. Si estás leyendo esto y sabes algo al respeto por favor escríbeme algo, en los comentarios o a la dirección: respirarelmahabharata@gmail.com

Más allá de este pequeño gran enigma, quiero continuar con el discurso y las acciones de Bhishma en este punto de la historia. Bhishma se presenta en la ceremonia de autelección y exclama la mencionada frase: proclama que la ceremonia que está tomando lugar es «recordada por los sabios y respetada por los reyes», pero «aquellos que conocen el Dharma saben que la esposa tomada por la fuerza es la mejor», y acto seguido Bhishma lucha contra todos los pretendientes y secuestra a las tres princesas.

Ahora, es natural que nos sintamos repelidos por lo que está pasando en el texto, pero una doble, triple y cuádruple lectura de estas páginas abre la mirada a unos significados más sutiles de lo que parece a primera vista. Y aviso de antemano que no pretendo forzar un sofismo enrevesado para justificar ningún secuestro sino que quiero romper una lanza a favor de la complejidad y sensibilidad del Mahabharata. El texto, si se lee con cuidado, es muy imparcial, también visto desde la mirada post-feminista del siglo XXI. Bhishma irrumpe la ceremonia y guerrea contra los príncipes más feroces de la tierra. El texto describe, alaba, las proezas marciales de Bhishma por unas buenas dos páginas, hasta que victorioso, Bhishma se aleja en un carro con las tres princesas a bordo. «A las cuales trata como sobrinas». Es decir, la batalla de Bhishma es contra los otros pretendientes y la derrota es de ellos, en ningún momento se habla de hacer daño a las princesas, o menospreciar su persona o feminidad, ellas se mantienen a salvo, mientras los hombres compiten.

¿Pero y la opinión de ellas? Nos diremos. Y a esto responde la historia, inmediatamente. En el viaje de vuelta a su palacio una de las princesas habla: «Yo ya he elegido al rey de Soubha como marido. Esto yo ya lo había hecho anteriormente, y él ha aceptado mi mano. En la ceremonia yo iba a elegirlo a él. Tú conoces bien el Dharma y ahora sabiendo esto, decide lo que el Dharma implica». Ante esto Bhishma hace los arreglos para que la princesa vuelva a su reino.

Que Bhishma venza a otros príncipes para secuestrar unas princesas es correcto desde el punto de vista del Dharma, a menos que una ya haya elegido, entonces lo correcto es que ella vaya con su elegido. A lo que la princesa alude es a la llamada boda Gandharva, esta vez sí, una de las ocho formas regladas,  en la que hombre y mujer se emparejan por mutuo acuerdo. Es la boda más valorada en la sociedad occidental del siglo XXI, pero ahora me gustaría entrar en el significado profundo de la palabra Gandharva.  ¿Por qué hacerlo? De entrada, porque el texto hace un llamado a la reflexión en este punto. Primero, porque presenta un cruce de intereses sin sancionar ninguno de los dos, al contrario, presentándolos como de igual valor frente al Dharma (la armonía universal). Segundo, porque este enredo será la causa de que Bhishma abandone su cuerpo, a partir de ramificaciones que probablemente aparezcan en próximas entradas o futuras narraciones del Mahabharata.

¿Cuál es la ambigüedad de la boda Gandharva? La denominación en sí nos presenta la pista. Los Gandharva son seres astrales. Tienen cuerpos demasiado sutiles para que los podamos percibir con sentidos humanos. Se les describe como músicos de los Dioses; entretienen a las potencias que son mayores que ellos, a los Deva, y confunden a los humanos. Llama la atención que en el Atharva Veda, himnario referencial para la cultura del Mahabharata, ofrece un himno de protección contra los Gandharva: «como un joven, de apariencia exuberante, el Gandharva acecha las mujer. A él lo expulsamos de aquí con un poderoso hechizo» y las Apsara son las ninfas acuáticas, compañeras de los Gandharva, «marchad hacia el río, a sus vados, como levantadas por el viento, ¡habéis sido reconocidas!» (Ambas citas: Ath.Veda 5,37).

Los Gandharva y las Apsara son bellos, divertidos, sobretodo atrayentes, su presencia imperceptible embelesa el alma, ¿por qué protegerse contra ellos con conjuros? Esto ya es una pregunta que cada uno debe hacerle a su interior. ¿Qué deseo en la vida? ¿Existe otro propósito que el embelesamiento? No pretendo responder estas preguntas aquí, ni tampoco ofrecer una guía para hacerlo, lo que quiero ilustrar es la ambigüedad y la apertura que ofrece definir un tipo de emparejamiento como el «mutuo acuerdo» con una definición “mitológica”, o “simbólica”, como lo es el término Gandharva. Podemos ver que no nos encontramos con un claro juicio moral sino con otra cosa, algo mucho más flexible. Gandharva es una definición, que no cierra ni fuerza sino que apela al discernimiento interior desde este plano sutil hacia el que se expande la percepción cuando accede al pensamiento mitológico. Llámesele fantasía, si se quiere, pero una fantasía real; una fantasía que tiene que ver con el amor y la elección de pareja.

Por otra parte, el secuestro como “forma de emparejamiento”, se menciona en los códigos como boda Rakshasa. Los Rakshasa son seres monstruosos, con un físico muy concreto, tan material como el cuerpo humano, pero con poderes mágicos como la capacidad de volar y cambiar de forma a voluntad. Los Rakshasa son feroces depredadores y consumen carne humana. ¿Se refiere a este tipo de boda como algo positivo la exclamación de Bhishma? En primer lugar, según el código de Manu (3,21), esta boda es la única aceptada para un noble (Ksatriya). En segundo lugar, tal vez, lo que pueda tener de positivo este tipo de “boda”, a nivel material, es que en caso de secuestro, Bhishma no tendría ningún derecho a la propiedad de las princesas que secuestra ni las de sus reinos. Si Bhishma reclamara algo de su dote se consideraría su reclamo como robo. En este caso, Bhishma deja intacto las posesiones del reino de las princesas. Pero de nuevo ¿qué es lo que desean ellas? Y por extensión ¿qué desea el hermanastro de Bhishma? Se toma por supuesto que él estará contento cuando se le presenten dos desconocidas con las que debe casarse, igual que suponemos que dos personas que deciden casarse por la influencia de la melodía encantadora de los Gandharva serán más felices, pero sabemos que no es siempre así.

No pretendo con este escrito defender una u otra acción de los personajes del Mahabharata. Tampoco pretendo, como alguien pueda pensar, defender una ordenación patriarcal, matriarcal, o de ningún tipo en este escrito. Estoy comentando una historia sagrada y un códice legal/ritual. Todo códice es una idealización y representa a la sociedad que lo aplica tanto como una constitución nacional pueda representar a los individuos que respiran dentro del territorio que incumbe; es un mero referente. Lo único que quiero compartir aquí es la fluidez que aporta a un códice el lenguaje mítico. El hecho de dar a cada emparejamiento un nombre mitológico hace que obtenga un significado mayor que el del juicio binario de bien o mal. Las ocho formas de emparejamiento que definen los códices indios son primero una descripción de las posibilidades reales de emparejamiento. Nos guste o no, la realidad es de una manera determinada y ofrece un margen de acción que va desde la elección de la pareja al secuestro. Dentro de estas posibilidades de la realidad, fluye el sentido.

En mi opinión, lo que aporta el uso de un lenguaje “mitológico” en un códice ritual, es la opción de establecer normas y acuerdos sociales sin olvidar que estos no dejan de ser coordenadas temporales dentro del infinito. Allende las murallas del mundo, las murallas de la realidad y de la ley, el espacio es infinito. Con esto en mente vuelvo a honrar el Mahabharata como un texto que es de todo menos didáctico o taxativo, porque lo que nos ofrece es un espejo de la realidad en todos sus matices y uno se sitúa frente el Mahabharata de acuerdo a su discernimiento interior. Así es como el espejo del Mahabharata actúa como un catalizador, un estímulo del despertar interior.

¿Por qué la tierra se llama la extensa (Prithvi)?

Anga fue un rey que durante toda su vida sustentó el universo con su energía. Llegó un punto en el que entendió que había cumplido con los deberes hacia su rol social y Anga decidió que el calor que movía su cuerpo ya podía disolverse en la temperatura del universo.

Anga se levantó y entró caminando en un bosque; sin dirección, sin pensar qué camino tomar. Esquivando la vegetación hacia la dirección que le dictara la intuición, el rey se fue alejando de la civilización de manera irreversible y acercándose con cada paso más hacia el silencio de la noche.

Anga no quiso registrar ningún camino de vuelta al mundo político y nadie en la corte supo nunca más dónde se encontraba.

Cuando los maestros que siguen la danza de la tierra con las galaxias se dieron cuenta de que había nadie que protegiera la vida, ungieron como rey a Vena,  el que era hijo de Anga, el rey que había desaparecido en el bosque.

Así, elegido por el viento y las estrellas, Vena se sentó sobre el trono y sintió que en su interior se avivaba el calor más intenso que había sentido en su vida. Cuando los dedos de los sacerdotes acomodaron la corona sobre su frente Vena entendió que él era el ser más importante del universo. El hombre dorado, el rey. Él, y solamente él, se expande por el universo y sus súbitos son puntos de luz y polvo dorado como reflejos del sol sobre la arena. Él era la única religión.

Los videntes que lo habían coronado vieron al rey alejarse de ellos hacia el universo de su imaginación. La mirada de Vena cambió y se perdió; ya no miraba a quien tiene delante sino hacia un horizonte inexistente. El nuevo rey Vena prohibió la religión, los ritos y la filosofía. A partir de su coronación lo único que el rey permitió adorar fue al propio Vena.

-No puedes- le explicaban los maestros al rey –privar a la gente de la posibilidad de crecer y desarrollar su potencial humano.

Las personas nacemos para volver al uno; para volver más allá de nuestro nacimiento; y lo que nos permite hacer este viaje es el ritual y la búsqueda de la transcendencia. La sumisión a un poder terrenal no es el destino de la raza humana.

-Vuestros llantos no me importan. No creo en vuestras quejas y súplicas. Estáis todos confundidos; vuestra debilidad mental os arrastra hacia la locura. No existe nada más allá de mí, yo soy quien rige el orden y el orden soy yo: no existe nada más. Yo soy lo único que deberíais adorar. Soy lo único adorable.

 

-Lo único que tenías que proteger es la vida- le contestaron los maestros –y ahora quieres glorificarte a ti mismo como inmortal. Un lugar donde no mueren los individuos no es un lugar vivo, es lo contrario. Como parte de la gran vida, el rey Vena debe morir.

 

Los maestros decidieron que el rey Vena era una amenaza para el equilibrio del mundo y terminaron con su vida. Porque existen dos tipos de compasión: La compasión personal, regida por el afecto y la emoción, y la compasión cósmica, mucho más enigmática. Los maestros tuvieron que llevar a cabo el misterio de la compasión cósmica, pero la madre de Vena, movida por la compasión personal, se llevó el cuerpo sin vida que había sido su hijo y lo lloró a escondidas mientras los grupos de bandidos y forajidos abusaban de su caótico poder y saqueaban las tierras desamparadas que antaño habían sido un reino.

-Nuestro ascetismo, el calor y la energía que condensamos y canalizamos a través de nuestro cuerpo físico y sutil, vibra acompasado con el pulso del latido universal, pero esto no es suficiente para proteger a las familias que viven a merced del hambre y la violencia. Necesitamos un monarca que sirva de ejemplo. Necesitamos un punto fijo en el que balancear los platos de la justicia.- Así conversaban entre ellos los videntes. -Nosotros no podemos sostener el reino porque no escuchamos el plañir de los pobres,- se decían –necesitamos un descendiente de la dinastía de Anga.

Para recuperar el orden, los sacerdotes amasaron y removieron la profundidad del peso del muslo de Vena, el rey cadáver. Con sus consciencias, que son como la luz de las estrellas penetrando la oscuridad, los sacerdotes penetraron el muslo de Vena y de la masa densa del cuerpo saltó un enano vivo, con la piel muy oscura y con todas las partes del cuerpo en forma de zigzag.

El enano aceptó con un susurro todas las faltas que el rey Vena había tenido en vida y tras clavar una mirada eléctrica en los presentes se giró y se marchó lentamente hacia las montañas. Sus descendientes son las tribus llamadas Nishada, quienes viven en los bosques de las partes elevadas de las montañas.

Con la misma concentración, los sabios siguieron amasando ahora los brazos del cuerpo sin vida del antiguo rey. De la materia de los brazos del rey Vena salió una pareja humana. Las líneas de la mano del hombre dibujaban en su palma caminos que nunca se habían visto y si se comparaban con las líneas de las palmas de la mujer, juntos, los trazos en la piel de las cuatro palmas formaban un dibujo enigmático que evocaba algo cercano y a la vez incomprensible. Cuando tuvieron a la pareja delante los videntes sintieron la vibración de un soplo sordo, fresco, intenso, que permeaba y peinaba todos los átomos de su cuerpo. Cobraron consciencia de que se encontraban ante una porción de la divinidad; ante dos avatares. Se encontraban ante el nacimiento del milagro y la realidad en forma de una pareja humana armonizada de manera interminable.

El hombre recibió el nombre de Prithu (Pŗthu) : expansivo. Porque así como los videntes expanden su consciencia de la expansión constante del cosmos, Prithu nació para expandir la fama de sus acciones y los relatos de sus hazañas están destinados a resonar de generación en generación mientras sobreviva la humanidad.

A la mujer le fue dado el nombre del primer rayo de luz (Archi), el relámpago que separa la luz y la oscuridad para que comience el juego de escondite entre los contrarios.

Prithu expandió los relatos que se contaban sobre sus acciones por el tiempo y el espacio. Su conducta salvó del infierno a su antepasado Vena. Prithu hizo brillar el renombre de su linaje; durante toda su vida tuvo una idea clara de lo que quería hacer y supo sostener con coherencia este ideal apoyándolo con las acciones necesarias.

Viṣņu le prestó a Prithu su disco, una rueda flotante que le permitía discernir bien el camino como una linterna que alumbra el camino de día.

Brahmā le prestó a Prithu una armadura real forjada con estrofas poéticas que sintetizaban la esencia del conocimiento.

Shiva le presto a Prithu una espada sellada con los símbolos cíclicos de la transformación.

Vāyu le prestó a a Prithu dos abanicos para invocar su bendición.

Prithu llevaba sobre el cuello el collar del Dharma, la acción a tono con la realidad, a modo de protección. Llevó durante toda su vida la corona de Indra, el emperador de los seres de luz, sujetó la vara del tiempo y guardó el arco del fuego, cuya flecha apunta hacia el centro del universo. Todo esto, lo supo aprovechar Prithu sentado sobre el trono de la abundancia de Kuvera, quien es el tesorero del oro y la luz.

Cuando los sabios que provocaron el nacimiento de Prithu quedaron deslumbrados por todas las cualidades que lo rodeaban sintieron necesidad de postrarse ante sus pies pero Prithu no se lo permitió.

-Debéis adorar el alma suprema únicamente; – les dijo –a aquello que está en todo y por lo que cada uno de vosotros es especial.

Sin embargo en aquella época, mientras todos los matices de personalidades humanas quedaban deslumbrados ante el ejemplo de Prithu, la tierra dejó de ofrecer grano. El alimento no crecía y las criaturas estaban hambrientas.

A Prithu esta actitud de la tierra le pareció profundamente injusta y esto hizo que subiera por sus ánimos el murmullo de la furia como el sonido de las olas desde el fondo de un abismo. Prithu sujetó el arco del fuego y estiró los brazos tensando la cuerda del arma para  apuntar el filo de su flecha hacia el cuerpo de la tierra. Esta acción y una mirada limpia de todo deje de misericordia fueron lo que aterrorizó a la tierra llevándola al extremo de tomar la forma de una vaca y huir corriendo de la furia del rey.

-¿Cómo puedes matarme? – le gritó la tierra a Prithu con indignación -¿Acaso tus votos reales te permiten asesinar una mujer?

-Seas del género que seas,- contestó Prithu –escondes dentro lo que Brahmā ha moldeado para todos, egoísta. Piensas solo en ti y no dejas a la gente comer, por esto voy a destruir tu matriz.

Pero la tierra muge y suplica:

-Solamente los avaros y déspotas estaban aprovechándose de mi grano, por eso lo escondía, Prithu. Consígueme un ternero adecuado y te prometo que te daré el alimento que guardo en forma de leche. Fluirá de mí el elixir de la vida tanto como lo desees. Y también, oh Prithu, haz planicies en mi cuerpo, y huecos, para que el agua que Indra hace llover sobre mí tenga donde reposar y puedan así beneficiarse de ella todas las criaturas.

Prithu proyectó su cuerpo sutil entonces al plano astral, se encontró allí cara a cara con el arquetipo de la humanidad, con la pareja espacial del hombre y la mujer originales (Manu) y la convirtió en ternero. Prithu ordeñó por primera vez la tierra con sus propias manos para enseñarle al ternero de dónde beber y rompió con sus flechas las montañas, creando los valles, las grutas, los escollos y los estanques de agua. Así es como la tierra pasó de llamarse Medini, o hecha de la sangre blanca (Med) del demonio Madhu Kastabha, a llamarse Prithvi, la que es del rey Prithu.

 

En un principio el ser, la única entidad, no era más que esto. Y deseó: «Que se me permita tener una esposa, para poder tener descendientes. Que tenga riqueza para que pueda realizar ritos». Todo esto es deseo. Incluso si se deseara no se podría obtener más que esto. Por lo tanto, incluso hoy en día un hombre que está soltero también desea: «que se me permita tener una esposa para procrear y riqueza para llevar a cabo los ritos». Y hasta obtener cada una de estas cosas, se considerará incompleto. Ésa es su manera de completarse. La mente es su ser, el lenguaje su esposa, la energía vital su hijo, el ojo su riqueza humana, porque la obtiene a través del ojo, el oído, su riqueza divina, porque tiene noticias de ella a través del oído, y el cuerpo es su (instrumento para el) rito, porque se realizan los ritos a través del cuerpo. (…)
Brihadāranyaka Upanisad, I, IV, 17 – Traducción al castellano proveniente de la edición de Consuelo Martín para la editorial Trotta.
La fotografía adjunta es de David Gilkey.

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