El título de esta entrada apunta a una ambigüedad: la dimensión interna es un espacio personal e intransferible – algo que ocurre detrás de nuestra mirada y a lo que los demás no tienen acceso pleno. Pero, también, la dimensión interna es una condición universal e intuimos -sabemos- que todos los que nos rodean tienen un espacio interno que nunca conoceremos del todo.
El Mahābhārata, en conjunto, va de habitar y ordenar este mundo interior. Esta es mi propuesta.
Va de valorar la importancia de este mundo interno. A esto me refiero cuando hablo del texto como invocación:
El fragmento del Mahābhārata que inspiró la entrada anterior, y la anterior a la anterior, corresponde a un momento crucial del Mahābhārata, que define la importancia de prácticamente toda la tercera parte de esta gran obra, y probablemente los algo menos de cuatro años que le quedan a este proceso de narrar el Mahābhārata en 12 años. Se trata del discurso de Bhīṣma a Kŗṣṇa. antes de contestar las preguntas de Yudiṣthira.
Bhīṣma (explico el contexto) es el hijo de los elementos y tío abuelo de los protagonistas del Mahābhārata. Tiene el don de elegir cuándo abandonar el cuerpo, o cuándo morir.
Bhīṣma ha decidió que había perdido en un momento durante la batalla que lo enfrentó a sus nietos, y dejó de luchar, pero no murió en aquel momento. Está esperando al solsticio de invierno, para que su energía vital vuelva al sendero de los dioses (devāyanī). Sobre este conocimiento esotérico, precisamente, lo quieren interrogar los protagonistas del Mahābhārata, una vez ha terminado la guerra, además de pedirle consejo político y moral. De hecho, de las respuestas de Bhishma, que se extienden a lo largo de toda la tercera parte del Mahābhārata, se han desarrollado escuelas esotéricas tántricas como la llamada Pañcaratra. Algunos escritos de esta línea han influenciado mucho mis narraciones en vivo hasta ahora, como el Lakṣmītantra o Ahirbudhnyasaṃhitā. He incorporado elementos de ellos porque representan una interpretación del discurso de Bhīṣma y, como tal, los considero una extensión del Mahabharata.
Pero precisamente antes de esta entrevista tan larga y transcendental pasa algo crucial. Cuando los Pāņḍava (los nietos de Bhīṣma) se acercan a su abuelo lo hacen acompañados de Kŗṣṇa. No todo el mundo reconoce a Kŗṣṇa por quien es, pero Bhīṣma sí. Él tiene la visión para ver que Kŗṣṇa es un avatar. Kŗṣṇa es el destino de todo, en forma humana. Y cuando Bhīṣma o ve venir lo saluda con un discurso breve, que será crucial para lo que va a venir. Porque lo que propongo aquí, que también puede ser crucial para los años que quedan de esta propuesta, es que lo que Bhīṣma expresa no es un texto cualquiera, sino una invocación. Más que un saludo, las palabras de Bhīṣma invocan a Kŗṣṇa, y el resultado es el de recibir la visión de Krishna: comprensión de los tres tipos de tiempo (trividha samaya).
A partir de este momento lo que Bhīṣma ya no estará inspirado solo por él, sino también por Kŗṣṇa. Por esto se han desarrollado escuelas esotéricas como la mencionada Pañcaratra, por esto practicantes de Yoga toman en cuenta los fragmentos en los que Bhīṣma habla de la liberación del alma (Mokṣa parva) a sus nietos. Porque no es él quien habla sino Kŗṣṇa. Son palabras que llegan del centro del universo: de la fuente universal (bhagavān).
Y para entender cómo funciona el lenguaje de la invocación es crucial integrar lo que he mencionado en el primer párrafo de esta entrada: la importancia del mundo interno.
Cuando hablamos de invocación, o de lenguaje que crea realidades, nuestra tendencia a poner el peso en lo material crea confusión, porque no entendemos del todo de qué manera modifican las palabras la dimensión material. Pero la materia no es todo lo que hay. El ser humano vive un mundo interno que tiene tanta importancia como el externo. Si en nuestro mundo interno llueve, por ejemplo, por mucho que estemos rodeados de luz y felicidad no lo viviremos así, porque nuestra realidad interna está siendo lluviosa. El lenguaje de la invocación afecta primero al mundo interno. Pero aquí está la clave de la escisión que nos afecta. El mundo interno no es una burbuja que guardamos dentro del pecho, o de la cabeza. El mundo interno es un espacio compartido. Un campo por el que caminamos juntos. Un bazar en el que nos cambiamos juntos de disfraz. El lenguaje de la invocación abre caminos en ese espacio interno que transitamos juntos.
Continuará…
(Imagen de Wafa Hourani)
