El viaje

Todos los nacimientos. Todos: La semilla que brota, el huevo que quiebra, la vaca que asoma del útero encogida y el humano, cuyo nacimiento es progresivo: Todos los nacimientos los otorga él (janardana). Él, el que inspira los cantos en todas las casas.

Pero a él no lo encontraremos en los objetos, porque reside en la mirada. Él se encuentra allí donde dirijamos la atención, porque es la fuente de toda percepción, aunque no sea el ojo, ni el cerebro, ni el sistema nervioso. 

Él tampoco es tinta, ni papel, ni orejas, ni memoria, pero está en las historias, cuando las contamos.

¿Quién es él? Quizá contando algunas de sus historias lo podamos recordar.

En esta historia, por ejemplo, él se llama Krishna, “el negro”, por el color de su piel, o Janardana, “el que otorga los nacimientos”, por sus capacidades especiales. Y en esta historia Krishna Janardana, “el negro que otorga todos los nacimientos”, es un guerrero, de cuna noble. Un hombre, adulto, que tiene una misión. La misión de salvar al mundo de la peor guerra imaginable. Una guerra total, que hará que nada vuelva a ser como antes.

Él es, en esta historia, un príncipe que se ofrece como mediador político entre dos bandos enfrentados. Para ello Krishna sale de viaje: para reunirse con los contrarios y proponerles la paz.

El que impulsa todos los elementos (Vasudeva) salió de viaje. Los caballos que tiraban de su carro cabalgaban con tanta intensidad que parecían besar la tierra y devorar al cielo.

Entonces él, el de la melena larga y brazos poderosos, vio grandes grupos de sabios que lo esperaban a lo largo del camino. Sus corazones brillaban con la luz de la expansión cósmica.

Janardana, el que otorga los nacimientos, bajó de su carro para saludarlos a todos. Le mostró sus respetos a cada uno y preguntó:

¿Se encuentran todos los mundos en buen estado de salud? ¿Se está siguiendo la actitud adecuada (Dharma) en el mundo? ¿Está la sociedad siguiendo los consejos de los sabios?

Porque él es también Madhusudana, quien vierte el néctar universal de la vida, que brilla como el sol y es dulce como la miel. Él inspira esas preguntas que se hace nuestro corazón: ¿Habéis alcanzado vuestros objetivos? ¿Cuál es vuestro propósito en la vida? ¿Qué desearíais cumplir? ¡Oh ilustres nacimientos humanos! ¿Por qué propósito estáis en la tierra?

Porque él no responde, sino que pregunta. Él inspira la sabiduría en todos los seres. La sabiduría que brota con la observación, cuando se dirige a él. Así se reúnen todas las miradas a su alrededor.

Y continuó su viaje, según la historia, bajo un cielo despejado en el que sonaban truenos, a pesar de que no hubiera nubes. A su paso los ríos cambiaban de dirección; los fuegos se encendían y la tierra temblaba. Cientos de pozos se desbordaron. El polvo que levantaban las ruedas de su carro confundió las cuatro direcciones, el cielo rugía y no se veía nada. Tormentas sacudían las capitales y los árboles caían arrancados, pero allí donde cabalgaba él soplaba una brisa agradable y el cielo se llenaba de pétalos de flores. Los caminos se allanaban y se volvían placenteros. Así cabalgaba Krishna, y en el camino lo esperaban hombres y mujeres venidos de todas partes para saludar, honrar y agradecer su paso.

Texto inspirado en la descripción del viaje de Krishna en el fragmento del Mahābhārata llamado Bhagavad Yana Parva. Gracias a Jaffar, Rafiq y Karima, por la inspiración.

Hace dos días terminó el primer bloque del taller online de narración meditativa de las historias que comparto en este blog. El día 27 comenzará el próximo, que continúa con la misma práctica, que no requiere ninguna experiencia previa. En este taller compartimos cada quince días la historia de la luna del día del taller, una meditación sobre la misma historia y un espacio de debate y reflexión sobre el efecto transformador de este tipo de narraciones, que van más allá de lo literal, y también de lo metafórico, alegórico o esotérico. Puedes probar una sesión para ver de qué se trata. Más información en este enlace.

Viaje hacia el centro de la tierra

Nárada es, fue y será, una y otra vez, y de nuevo, una vez más, el hijo de la causa del Big Bang. Nace y renace con cada explosión.
Vyása es el nombre del poeta místico que nos cantó la historia de nuestros orígenes, a la humanidad; y lo hizo antes de la prehistoria.
Se dice que, en una ocasión, un discípulo de Vyása le habló al rey sobre un encuentro entre Vyása y Nárada. Vyása le preguntó a Nárada si sabía quién era el arquitecto supremo del universo, y si sabía si este era eterno o universal, y si se creaba a partir de un solo foco o de varios.
Nárada, se cuenta, le respondió a Vyása que esto mismo le había preguntado él a su padre Brahma, quien es la explosión de energía infinita que impulsa nuestro viaje por el tiempo.
-Me sentía anegado en este mar de formas y apariencias (māyā)- le confesó Nárada a Vyása -Mi corazón estaba agitado por las dudas, y le hice estas preguntas a mi padre, quien me contestó:
-Cuando abrí los ojos en el mundo me encontré sentado entre miles de pétalos de luz y allí donde alcanzaba mi mirada solo veía agua oscura.
Esto sobre lo que estoy sentado es como una flor de loto, pensé, y la flor de loto hunde sus raíces en la tierra para extender su tallo a través de las aguas.
Así que buceé en las aguas sobre las que flotaba siguiendo el tallo del loto que me servía de asiento (āsana). Pero las aguas eran oscuras y aunque pasara años buceando no llegaba al fondo.
De repente, escuché una voz en mi interior que me dijo:
-¡Crea!
Pero yo no entendía qué podía crear, y con qué elementos, si a mi alrededor solo veía negrura líquida.
Entonces aparecieron en las aguas dos demonios sombríos como la duda que agitaron el tallo que me sostenía y me arrastraron al fondo de las aguas con una velocidad vertiginosa. Parecía que me llevaran hasta el fondo de los fondos y pensé que me iba a pasar la eternidad así, entre sus garras. Pero de repente tocamos fondo y pude reconocer a mi alrededor la silueta de un ser enorme; un cuerpo que abarcaba todo lo que existía; que dormía.
Aterrizamos sobre el muslo de este enorme ser durmiente y había allí otra figura, en postura de meditación, que parecía ajena a nosotros. Pero de repente apareció en medio de la oscuridad una luz brillante como nunca había visto. Aunque cerrara los ojos y los cubriera con las manos nada cambiaba, seguía viendo el brillo de la luz con la misma intensidad. Y su forma era como la del cuerpo de una mujer.
Y nos habló:
-Desprendeos de la pereza y haced vuestro trabajo de creación, preservación y destrucción.
Y oyendo la voz suave de la diosa respondimos los tres:
-Oh madre, pero no hay tierra aquí, no existen los elementos, ni los sentidos ni las cualidades.
-Abandonad el miedo y subid a este carro- nos dijo -os mostraré algo maravilloso.
Y nos subimos a una plataforma decorada con gemas variadas, cubierta de perlas y rodeada del sonido de tintineantes campanadas. Esta plataforma se elevó sobre los cielos y se puso a volar sobre las aguas.
Nos quedamos asombrados cuando de repente volamos sobre una tierra firme que apareció en medio de las aguas. Era un lugar que resonaba con el sonido de los pájaros cuco y abundaban los árboles fruteros, los bosques y los jardines. Habían grandes ríos, lagos, cascadas, estancos pequeños, mujeres y hombres.
Vimos una ciudad rodeada de una muralla divina con varios templos y palacios en su interior, así como otros edificios magníficos.
A continuación vimos un rey brillante salir a cazar al bosque.
El aeroplano que nos llevaba se elevó a gran velocidad y llegamos a un jardín en el que solo había dicha (Nanada). Allí vimos la vaca de la abundancia universal (Surabhi) descansando a la sombra de un árbol.
Vimos ninfas a su alrededor, jugando y bailando. Habían cientos de espíritus jugando con el viento, los árboles susurraban rezos y agradecimientos.
Entonces el carro volvió a elevarse y en un parpadeo nos encontramos en el centro de la expansión cósmica (Brahmā loka), donde fuimos saludados por cientos de dioses.
Allí mis compañeros de viaje, el que lo abarcaba todo (Viṣṇu) y el que meditaba en silencio (Śiva), se sorprendieron de ver otro Brahma igual que yo. Estaba rodeado de las cuatro caras del conocimiento (Veda) y serpientes traslúcidas.
-¿Quién es este Brahma eterno, me preguntaron?
-No lo sé, – les dije. -No lo conozco. ¿Quién es él?¿Quién soy yo? Vosotros también sois dioses, decídmelo vosotros.
Pero antes de que me contestaran seguimos volando y llegamos al monte Kailasa, donde entre sonidos de tambores vimos otro Shiva cabalgando el toro de la tierra y, antes de que pudiéramos preguntarnos nada, el carro nos apartó de ahí con la fuerza del viento y nos encontramos en la corte de la belleza.
El lugar emanaba una maravillosa manifestación de poder, y nuestro compañero se sorprendió mucho al ver allí otro Vishnu, con cuatro brazos, cabalgando el ave que cada amanecer vuelve a robar el elixir de la inmortalidad a los dioses (Gāruḍa / Gāyatrī)
Nuestro transporte se siguió elevando y vimos un océano de néctar (Sudhā Sāgara) con olas que jugaban sobre su superficie, y vimos en su centro una isla de gemas (Mani-Dvīpa) y árboles en flor. Resonaba en ella el zumbar de las abejas e instrumentos musicales armoniosos.
Y desde nuestra plataforma, vimos en la distancia un diván, cubierto de joyas y perlas, y en él había una mujer divina sentada, con una tela roja y la piel cubierta de sándalo.
Parecía más bella que millones de diosas de la belleza juntas. Nunca habíamos visto una forma igual.
-Incluso los pájaros en este maravilloso lugar entonan la sílaba mística Hrim… Hrim… Hrim… – nos dijimos.
La mujer tenía el color del sol naciente y estaba adornada con todos los atributos de la naturaleza.
Estaba rodeada también de mujeres jóvenes con cuerpos que eran llamas doradas.
-¿Quién es esta mujer?- Nos preguntamos -¿Cómo se llama? No la podemos reconocer desde esta distancia.
Y mientras decíamos esto ella abrió de repente mil ojos, y mil manos, y mil pies, o algo así nos pareció a nosotros, porque no había lugar que su presencia no alcanzara. Y de repente Vishnu, por su inteligencia, llegó a la conclusión y dijo:
-¡Ella es la gran diosa- inalcanzable y eterna!¡Ella es la plenitud!¡Es la causa de todos nosotros! Es inconcebible para el intelecto. Es eterna y no eterna. Es la fuerza de voluntad del Yo universal. Es la creadora original del universo.
Durante la destrucción del universo es ella la que atrae hacia su corazón todos los cuerpos sutiles (liṅgā śarīra) para jugar.
A su alrededor se disponían todas sus potencias (vibhutis), como si fueran todas reflejos y sombras de la Diosa, en forma de riquezas (śrī), consciencia (Buddhi), fortaleza (Dhritti), memoria y amor (smṛti), fe (śrāddha), inteligencia (medha), compasión (dayā), modestia (lajjā), avidez (tṛṣṇā), perdón (kṣaṇa), rigor (akṣaṇa), brillo (kānta), paz (Śānti), sueño (nidrā), entumecimiento y pesadez (tandrā), vejez (jarā), falta de vejez (ajarā), conocimiento (vidyā), ignorancia (avidyā), deseos (sprihā), fuerza (śakti), debilidad (aśakti), grasa (vasā), tuétano (majjā), piel (tvak), vista (dṛṣṭi), palabras justas e injustas (satyāsatya vākyasatyāsatya vākya) y los 35 millones de canales energéticos del universo (Nādi) – todos estaban allí a su alrededor.
-¿Ves Brahma?- ella se dirigió hacia mí : -¿Qué sustancia puede haber en el mundo que no esté conectada a mí? Yo soy todas las formas. En esta creación soy una, y mucho. Penetro toda sustancia y soy siempre la causa. Soy el frescor del agua y el calor del fuego; soy el brillo del sol. Así, y de muchas otras maneras, manifiesto mi poder. Soy el frío de la nieve. Sin mi poder la tierra no podría sostener ni un solo átomo; mucho menos los seres vivos.
Soy el océano, soy la nieve y soy el palpitar de tu corazón. Yo cuido los velos de la realidad.
Esto le dijo la diosa a Brahma, o algo que sonaba a esto. Brahma se lo contó a Nárada, por lo que sabemos. Nárada se lo contó a Vyása, en la orilla del Ganges. Lo escucharon las aguas y se lo contaron al viento. El viento lo sopló en los oídos de Arjuna, en la cima de los mundos, en un lugar del Himalaya, y a Arjuna le pareció suficiente; y volvió a casa.
-¿Pero quién es Arjuna y qué hacía en la cima del mundo? Si quieres leer esto continúa a la entrada anterior.

Nobles nómadas

El Mahabharata tiene unos protagonistas, cinco hermanos, que luchan por un reino que les resulta algo huidizo.

Los Pandava (los cinco hermanos mencionados), no nacen en un palacio, ni siquiera lo hacen en su reino, sino en el exilio, entre las escarpadas cumbres del Himalaya.

En los inicios de la juventud de los Pandava un ardid de su celoso primo les lleva a hacerse pasar por muertos y peregrinar cual sombras por los bosques.

Los Pandava reaparecen casándose, los cinco, con una misma mujer e inmediatamente el tercer hermano emprende otro peregrinaje a solas, durante el cual consigue su arco sagrado.

A la vuelta del hermano los Pandava se instalan en el trono por muy poco tiempo, apenas un año, y una apuesta amañada les lleva a un nuevo exilio de 12 años, más otro año viviendo de incógnito. Después de esto estalla la guerra, y los Pandava recuperan su reino pero a costa de miles de vidas y el abandono de sus seres queridos. En este caso es el entorno el que se exilia de los Pandava.

Los Pandava, agotados, entregan el reino a uno de sus hijos y salen a una última peregrinación, alcanzando los cuatro puntos cardinales antes de empujarse a morir de agotamiento entre las mismas alturas que los vieron nacer.

 

Los Pandava pasan más tiempo en el exilio que en su reino prometido. Cada exilio lo aprovechan para peregrinar a lugares de poder, a cimas sagradas en las que se reúnen con los dioses para pedirles armas mágicas que usarán contra sus enemigos.

Para designar lugares de poder, en sánscrito se usa la palabra tirtha (tīrtha). Un tirtha puede ser un pasaje o un camino en el bosque, un fortín o unas escaleras que llevan a un río; puede ser un estanco para bañarse, o la orilla de un río sagrado, cualquier destino de peregrinación o incluso el lugar y el momento justos.

En el marco de la tradición de la cábala se cuenta también que hubieron tiempos en los que existía un mapa que describía dónde se encontraba en la tierra el camino hacia el cielo y dónde se podían encontrar colinas a las que subían los maestros de plegaria para renovar su fuerza. Pasó que pasó un fuerte viento de tormenta sobre la tierra que confundió todo el mundo y cambió el mar por tierra seca y la tierra seca por mar, el desierto en lugares habitados y los lugares habitados en desierto.

Cuando los entendidos quisieron volver a sus lugares de fuerza no encontraron ninguno. También el mapa desapareció con el viento.

¿Cómo encontrar estos lugares sagrados ahora?

-Aquel cuyo cuerpo, palabras y mente son consecuentes y transparentes, cada uno de sus pasos pisan un lugar de peregrinaje; el que tiene la mente separada de sus palabras y sus pasos, para él incluso el sagrado Ganges se vuelve odioso. Las orillas del Ganges están pobladas de ciudades, minas, pueblitos y cabañas habitadas por gente que bebe agua del río -que es el universo infinito mismo- y hacen en él sus necesidades. ¿De qué le sirve pasar por un lugar sagrado a aquel cuyo corazón está apegado a los objetos sensuales de placer?

La mente, según el discurso que estoy citando, es el factor principal en todo acto religioso o en todo lugar sagrado. El que busca la pureza, que se ocupe primero de su propia mente.

 

El simbolismo de las historias sagradas se sostiene en la imagen de la vida humana como un sacrificio, un viaje y una batalla. Los místicos, desde los orígenes de la humanidad, han escrito sobre la vida espiritual, pero para concretar aquello de lo que hablan, para concretar el lenguaje del infinito, lo expresaron en imágenes poéticas tomadas de la piel del plano material. Las características principales de la vida exterior, lo que veían a su alrededor, les han servido a los poetas místicos como material para expresar las imágenes significativas del mundo interior. La vida humana es representada como un sacrificio a los dioses, un viaje (representado como el atravesar unas aguas peligrosas o como el ascenso nivel a nivel del monte del ser) y en tercer lugar como una batalla contra tropas enemigas.

Y estas tres imágenes no se suelen separar.

El sacrificio es también un viaje; el sacrificio en sí se describe como un peregrinaje, como una travesía hacia un objetivo divino.

El viaje y el sacrificio se describen a menudo como una batalla contra las fuerzas de la oscuridad.

En nuestro interior somos una onda de energía. Somos una corriente del universo. La mirada ve unas letras, el oído escucha unos sonidos, que la mente reconoce como palabras. La imaginación traduce estas palabras en imágenes y el cuerpo transforma estas imágenes en una vivencia. Más allá de la vivencia, el proceso continúa, pero en un plano más profundo que el sueño. Más allá de las palabras, el río sigue fluyendo.

 

Fuentes:

Devi-Bhagavata Purana Vol.1, traducción Swami Vijnananda, Amazon Press, 2015

The Secret of the Veda, Sri Aurobindo, Sri Aurobindo Ashram Press, 1998

Contes cabalístics, Nahman de Bratslav, Fragmenta, 2017

Tema: Baskerville 2 por Anders Noren.

Subir ↑