Entre el sueño y la realidad

En una era anterior a la nuestra, cuando nadie podía imaginar el tener que dejar su tierra para sobrevivir, comenzaron a acumularse en el horizonte nubes oscuras cargadas de sangre. Los tiempos estaban cambiando, y quien debía haber sido el emperador mundial se encontraba en el exilio. Él, sus cuatro hermanos, y las esposa de todos ellos, tuvieron que convertir el bosque en su nuevo palacio.

Durmiendo sobre las raíces en el suelo, el emperador del mundo tuvo un sueño. Ciervos se acercaron a él en señal de saludo. Temblaban. Miraban.

Esperaban.

Y el soñador, ese dios entre reyes, preguntó:

-¿Quiénes sois y qué deseáis?

Tenían las voces ahogadas en llanto:

-Somos los ciervos que quedan de este bosque. Por favor, continúa tu viaje y encuentra otro lugar en el que vivir, oh rey. O todos moriremos. 

Tus hermanos son tan valientes, y habilidosos en el uso de las armas, que han reducido a los que somos naturales de este lugar hasta dejar unos pocos de nosotros en vida. Es la hora de dejar de perseguirnos, o la semilla que queda no brotará en nuestro linaje.

Permítenos crecer bajo tu favor.

Permite que el éxtasis de la vida se materialice en nuestro linaje, igual que se materializa en tu linaje humano el recuerdo del origen de todos los seres.

El ave que come grano vuela a la luz del sol e inspira el canto del poeta. Así la vida se funde en la inmortalidad. No destruyas este equilibrio que une a los dioses con las plantas.

Y el rey, de nombre Yudisthira, aunque exiliado y destronado, seguía preocupándose por el bienestar de todas las criaturas.

-Será como decís – contestó, en el sueño, y cuando despertó se reunió con sus hermanos. En la hora en la que el brillo tenue de la aurora desvanece la visceralidad de la noche anunció:

-Los ciervos me han dicho que son pocos los que quedan, y deberíamos mostrarles compasión. Han hablado con sinceridad, y han expresado el lenguaje de los cielos. Con las bocas de los ciervos me ha hablado el corazón del universo.

Deberíamos mostrar compasión a los naturales de la floresta. Ellos forman parte del mismo entramado de luz que todos nosotros. Hemos vivido de ellos casi dos años, ahora la vida ha de fluir. Si ellos desaparecen, lo haremos también nosotros.

Vayamos al bosque Kamyaka, más allá del desierto, cerca del lago Tirabindu, allí hay muchísimos ciervos. –

Así fue como los sueños se volvieron reales, porque cuando los sueños hablan del entramado que todo lo conecta, son reales, como la vigilia. Porque la realidad es una, y lo abarca todo; lo que varía es la intención con la que la navegamos.

Esta entrada consiste en la redacción en castellano del fragmento del Mahābhārata llamado Mŗigasvapnabhaya Parva, mezclado con elementos extraídos del canto IX.83 del Rig Veda, dedicado a Soma, y los comentarios al respeto de Sri Aurobindo. La decisión tiene que ver con la relación del ciervo con el elixir misterioso Soma, y con la manera de narrar, y la actitud, en la que me posiciono en este quinto año de Respirar el Mahābhārata. La siguiente entrada, pensada para el 15 de noviembre, continuará el concepto iniciado en esta, y la entrada que viene después (1 de Diciembre) ya corresponderá al manifiesto del quinto año. Así, si las condiciones lo permiten, se cerrará este quinto año de Respirar el Mahābhārata, un año convulso pero muy significativo en cuanto a posicionamiento interior. El 12 de diciembre se estrenará el quinto espectáculo de Respirar el Mahābhārata, este año pensado para formato presencial y online. Pronto publicaré más información al respeto.

Sobre la felicidad

La palabra sánscrita Sukha se usa para expresar lo que llamaríamos <felicidad> o, dependiendo del contexto, otros sinónimos relacionados con lo positivo, como <bondad>.

La etimología de la palabra es fascinante porque la sílaba kha, en sánscrito, se refiere al sol, o al eje de una rueda, así como a cualquier tipo de cavidad: desde la herida de una flecha a un pozo, pasando por las fosas nasales, cuevas y ojos. La sílaba kha también se usa con el sentido de comprensión. Como si el acto de comprender sea un acto de recibir. Un recibir que lleva, de alguna manera, hacia dentro, e ir hacia dentro lleva finalmente hacia el sol. En fin, la capacidad poética de cada lector podrá ayudarle a relacionar estos significados aparentemente dispares.

El prefijo su, que compone la palabra su-kha, puede significar ir, mover o exprimir. Sukha, felicidad, se podría entender como como “impulsar o dar energía a la comprensión del eje de la realidad, exprimir la comprensión interior, etc.

Esto debe ser la felicidad. Comprender el sol interior, que es el eje de la realidad.

Su se traduce normalmente como bueno. Soma, es otra palabra derivada del prefijo Su, y se refiere a quién sabe qué elixir enigmático (hay quien dice que simbólico) que daba la fuerza a los dioses y la inspiración a los poetas de verdad, los poetas que hablaban el lenguaje de la luz de las estrellas. El soma, según los textos antiguos, se extraía de ciertas cañas prensadas y mezcladas con otros componentes. Jala, en sánscrito, se puede traducir tanto por agua, o líquido, como por el tipo de cañas con punta filamentosa que crece en las orillas de los ríos. Muchas de las especies de este tipo de cañas (que tienen el nombre técnico de andropogon) contienen DMT, un componente químico que modifica la percepción humana cuando se combina con los ingredientes adecuados.

Y continuando con las etimologías: Suta, es quien extrae el Soma. Suta es el nombre de un oficio, y se puede traducir como el “extractor” o, siendo excesivamente literales, el “empujador”. El suta es el “empujador”, por el significado del prefijo su antes mencionado. Suta es quien extrae/exprime el soma líquido de las cañas adecuadas y un suta es quien “empuja”, es decir, conduce, carros de batalla. Como si los dos oficios fueran sinónimos. Y suta es también quien narra las historias sagradas de las luchas de los héroes y los dioses.

La relación entre el oficio de narrador y el de conductor de carros se explica con el hecho de que los suta eran hijos de casta cruzada; de la mezcla de sacerdotes y nobles. Brahmanes y Kshatriya, en sánscrito. En tanto a tanto a Kshatriya, guerreros, estaban obligados a estar en el campo de batalla, pero en tanto a Brahmanes, sacerdotes, su linaje les prohibía luchar. Por esta razón los suta acompañaban a los guerreros a las batallas pero no luchaban, conducían los carros y contaban lo que habían vistro cuando volvían.

Qué inspiradora coincidencia, que el conductor quien impulsa el carro a través del espeluznante campo de batalla, donde implosionaban las armas mágicas con todos sus matices de sonido y color, es también el extractor del elixir de la inspiración y quien cuenta las historias embriagadoras de las eras pasadas.

En el Mahabharata, la historia del final de la era en la que todavía quedaba certeza en el mundo; la historia de aquello que desapareció con el inicio de lo que conocemos hoy por historia, el suta que acompaña a los protagonistas se llama Lomaharshana.

Cuando los Protagonistas del Mahabharata se disponen a adentrarse en el monte en el que viven los dioses, atravesando las tierras de Kuvera, el general de los duendes y los espíritus furiosos, Lomaharshana se asusta:

-Oh toros de vuestro linaje, estas tierras son bellas y sagradas. El fuego siempre arde aquí y estos lugares no pueden ser vistos por meros humanos. El Ganges resplandece aquí en sus siete afluentes. Tenéis que mantener una extrema concentración. ¡Aquí tendremos que mezclarnos entre los seres astrales! –

Esta confusión sorprende al mayor de los Pandava (repasemos los personajes: cuatro hermanos y la esposa de los cutaro, más un conductor/suta). Yudisthira, el hermano mayor, nunca había visto a su conductor tan asustado. Aquellos era señal de que tenían que ser más prudentes que nunca…

 

…Y no te pierdas la continuación de este asombroso viaje de los Pandava en las tierras de los dioses leyendo la continuación de esta entrada cuando se publique, dentro de quince días si las condiciones lo permiten.

Los datos que comparto en esta entrada son todos comprobables pero las asociaciones que insinúo son originales. Lo que estoy buscando no es una transmisión objetiva de información sino sondear los umbrales entre la investigación y la literatura, jugando con la pseudociencia entendida como género poético. Lo más importante de este texto y los que vendrán, para mí, es la indagación en la motivación que subyace a cada escrito. ¿Por qué motivo escribo y con qué objetivo? Esta investigación es central en el desarrollo del cuarto capítulo de este voto de 12 años que se llama Respirar el Mahabharata y prefiero de momento no teorizarlo porque siento que es pronto. La manera de desarrollar esta indagación será la publicación de los siguientes escritos en este blog.

La investigación de este cuarto año del proyecto sigue el trazado del tablero del juego de Lilah, que se puede ver en el apartado de flechas y serpientes en este mismo blog. Cada entrada está basada en los conceptos que nombran tres casillas del tablero. En este caso las casillas 18, 53 y 62.

Entre la locura y la inmortalidad

Por muy viejos, experimentados o leídos que seamos seguimos viendo el mundo con una mirada infantil. Por ejemplo, sabemos que el cielo no existe, que lo que de día nos rodea es la luz dispersa el sol, difuminada sobre la aureola de gases que cubren nuestro planeta y, sin embargo, cuando levantamos la mirada lo que vemos es un bello “cielo azul”. Un cielo azul, estirado sobre la línea de un horizonte que, sabemos también, no es plano como lo vemos.
Hablamos también de la “enamoradora” luz de la luna, que no es más que una roca que refleja el sol. Por muchas herramientas que tengamos para analizar el entorno de manera objetiva, nuestra mirada sigue siendo subjetiva. Lo subjetivo -como sentir que soy el protagonista de mi vida-y lo objetivo -como pensar que probablemente todos se sientan tan protagonistas como yo- caminan sincrónicamente uno al lado del otro, a pasos acompasados, como los luminosos gemelos divinos, que algunos llaman Ashvin, que cambian simultáneamente por la tierra y el cielo, así como se corresponden la luz y el poder o el brillo y sus reflejos.
Los Ashvin son gemelos, como el crepúsculo y el amanecer. Son gemelos como la semilla y la flor.
¿Y qué buscan los Ashvin? Pues lo mismo que todos, el elixir de la inmortalidad; Soma, el que fue bien prensado para poder ser degustado por la consciencia que une el exterior con el interior.
En toda ceremonia, en toda acción ritual que una la energía vital con la mente y los sentidos, o el control con la inspiración, emana el elixir de la vida, el dulce soma; y los Ashvin acuden a beber su fluir abundante.
¿Y quién invitó a los Ashvin a ese festín? El sabio Chyavana.
La consciencia de Chyavana es el universo entero. Su dicha son las galaxias así como sus alegrías las estrellas y su cuerpo llegó a quedarse seco y esquelético, viejo como la historia de la tierra, y estuvo cubierto de un hormiguero, porque permaneció décadas meditando en la misma postura.
Cuando el rey Sharyati vino a divertirse junto al lago donde meditaba Chyavana cubierto por un hormiguero, con una corte de cuatro mil esposas que lo acompañaban, iba con él también su hija Sukanya, la de las preciosas cejas.
La joven era tan bella, que cuando comenzó a deambular por el lugar vestida por una sola tela y joyería preciosas, se encendieron dos puntos rojos en el alto y extraño hormiguero que se erguía junto al lago cubierto de enredaderas; eran los ojos de Chyavana.
-¡Qué fenómeno tan curioso!- se dijo Sukanya, y levantó una caña seca del suelo con la cual pinchó uno de los puntos incandescentes.
El dolor enfureció a Chyavan, quien posee los poderes propios de un místico de su talla, y Chyavana reaccionó bloqueando en el mismo instante los canales de evacuación de todos los soldados que acompañaban al rey.
El rey, asustado y preocupado por la salud de sus soldados, miró alrededor del lago con atención y se dio cuenta de que había alguien meditando dentro del hormiguero silencioso.
-¡¿Quién ha molestado a este asceta!?
-Yo no sabía si lo que veía eran dos luciérnagas y las he querido hacer volar- contesta Sukanya, de manera que el rey se dispone a disculparse de rodillas ante Chyavana.
-Tu hija es bella y generosa, pero se ha dejado llevar por la confusión de sus sentidos. Entrégame su mano.
Sin dudar, el rey casa a Sukanya con el rishi (asceta) para salvar la vida de sus soldados, que seguían sin poder evacuar.
Así es como la bella Sukanya pasó a vivir con el anciano y poderoso mago ermitaño que era Chyavana.
Los Ashvin, los gemelos protagonistas de esta historia, la vieron bañarse desnuda en el lago, cada uno desde su ángulo correspondiente, y se presentaron juntos a rendir tributo a la belleza de Sukanya:
-Oh portadora de unos muslos precisos, ¿a qué linaje perteneces?¿Qué estás haciendo en el bosque? Queremos saber sobre ti.
A esto Sukanya se tapó asustada.
-Soy hija del rey Shatyati, esposa y propiedad de Chyavana.
-Bella afortunada, ¿por qué te ha entregado tu padre a alguien que ya ha terminado sus viajes? Brillas en este bosque como el destello del relámpago, no hemos visto a nadie como tú ni entre los dioses. Adornada con atuendos y joyas preciosas relucirías mucho más la perfección de tus formas que así como estás, cubierta de tierra. Este hombre no está capacitado para proteger y mantenerte. Abandona a Chyavana y acepta a uno de nosotros como marido. Pareces de nacimiento divino, no desperdicies tu juventud.
-Soy devota de mi esposo Chyavana, no tengo ninguna duda de esto.
-Somos quienes curan a los dioses, podemos volver a tu marido joven y bello, después elige un marido entre los tres.
Chyavana, convocado, entró a petición de los Ashvin en el lago, con lentitud. Después lo siguió el brillo de los gemelos divinos. Las aguas se quedaron silenciosas. El viento fresco acarició los juncos, y a los pocos instantes amanecieron del lago tres jóvenes apuestos con pendientes brillantes; los tres idénticos en belleza, y traían todo tipo de pensamientos agradables a la mente.
-Elige al que te parezca mejor como marido- dijo uno de los jóvenes, y Sukanya eligió con su propia inteligencia a quien ya era su marido.
Agradecido a los Ashvin por haberle otorgado belleza y juventud el poderoso Chyavana les garantiza el derecho a beber Soma, incluso en presencia del rey de los dioses.
Chyavana y Sukanya pasaron a disfrutar de su amor como si fueran dioses en el paraíso y cuando en añadido, el rey Sharyati fue informado de que su hija y Chyavana eran ambos apuestos y jóvenes ahora, “como hijos de los seres celestiales”, se alegró como si hubiera conquistado la tierra. El rey construyó un gran espacio ceremonial e invitó al sabio Chyavana a oficiar un sacrificio junto a Sukanya, para el cual se preparó Soma, la bebida de la inmortalidad, y se ofreció una parte del precioso jugo a los Ashvin.
Con el Soma, sin embargo, apareció también Indra, rey de los dioses.
-Estos son meros médicos de las divinidades y viven entre las plantas del plano terrenal, son indignos de ser adorados y mucho menos de beber soma.
-Son enormes en su alma,- contestó Chyavana -a sus pasos se desborda la miel, se escurre y gotea desde las alas de los cisnes que levantan sus carros con el amanecer. Los Ashvin curan las plantas de la tierra y nos enseñan a seguir nuestros sueños.
-No son más que sirvientes. Pueden adoptar la forma que desean. Merodean por el mundo de los mortales, ¿cómo pueden merecer el soma?
Pero el rishi no hacía caso a Indra y seguía vertiendo Soma en la copa de los Ashvin.
-Si les ofreces este Soma os golpearé con el rayo.
Y en este momento Chyavana paralizó el brazo de Indra, y con sus poderes creó al demonio de la locura (Mada).
Enorme en su valor e inmenso en su forma. Su cuerpo no podía ser mesurado ni por los mismos dioses y tampoco por los demonios. Su boca era terrible; era gigante y con dientes afilados; la parte inferior de la mandíbula descansaba sobre la tierra y la superior cubría los cielos. Tenía cuatro colmillos que se alargaban kilómetros. El resto de sus dientes tenían también miles de kilómetros de altura, tenían forma de muros y parecían puntas de lanza. Sus brazos eran como montañas, sus ojos como el sol y la luna. Su boca parecía la muerte. Se lamía la boca con su rápida lengua, que se movía brusca como el relámpago.
Tenía la boca abierta y una apariencia aterradora, como si fuera a engullir la tierra a la fuerza. Se dirigía con furia hacia el paralizado rey de los dioses, como para devorarlo. El mundo retumbaba con el sonido de su poderoso y horrendo rugido.
-¡Oh Chayavana, desde hoy los Ashvin serán merecedores del Soma!
Solo entonces, Chyavana liberó a Indra de su conjuro y con sus poderes dividió a Mada y lo repartió entre las bebidas alcohólicas, la lujuria, las apuestas y la cacería, en los cuales renace una y otra vez.
Desde entonces Indra, Vāyu y Dharma beben soma junto a los Ashvin, por esta razón vemos a los gemelos cabalgar en el umbral de cada uno de los velos oscuros que cubren los laterales de nuestra visión. Los Ashvin extienden estos mundos inferiores hacia el cielo para iluminarlos como el océano estrellado.

Fuentes:
Mahabharata, Tirtha Yatra Parva 42-46
Rig Veda, IV.45
Un sueño

Pintura de J. Swaminathan

El propósito de este blog es documentar el tránsito por el voto de estudiar y narrar durante 12 años el Mahabharata. La parte más importante de este proyecto es su dimensión oral. En este momento me encuentro preparando con esmero el estreno del tercer espectáculo basado en el Mahabharata, que se estrenará el próximo 12 de Diciembre. Este curso voy a participar en varias formaciones de yoga y cosmogonía tradicional de la India, puedes ver información sobre los posibles encuentros de narración o formación que propongo en el apartado “próximas fechas” en la parte superior de la página. Algunas propuestas ya aparecen en él y otras serán añadidas próximamente.

¿Cómo nació el viento?

El fuego, para cumplir su función, para arder, necesita combustible y su combustible es el mundo. El combustible del fuego cósmico es el universo, todo lo que se incluye en él; también nosotros.
Nos consumimos en el fuego del tiempo hasta la evaporación, ¿pero por qué?, y ¿Cómo podemos aceptar la pérdida de aquellos que se consumen antes que nosotros?
Personas buenas, creativas, inspiradoras y cercanas a nuestro corazón; algunos de ellos incluso han sido ejemplo para cientos, o miles, de personas y ahora nos referimos a ellos con la palabra “muerto”. ¿Por qué es el mundo de los sentidos un mundo de partidas y despedidas?
En una de las dinastías que se expandieron con justicia sobre la tierra, durante los arcanos siglos de la casi olvidada era de la luz, cuando todos sabíamos lo que teníamos que hacer y lo hacíamos, reinó un monarca llamado Avikampaka. Sus carros fueron todos destruidos en la batalla y quedó a manos del enemigo. Su hijo se llamaba Hari y era iguala Nārāyaṇa en sus cualidades, pero fue muerto en la batalla.
Torturado por la temprana partida de su hijo, el rey deambuló sobre la tierra en busca de sosiego interior. Así se encontró a Nārada, el asceta quien era hijo del mismo impulso de creación universal. Nārada, el vidente, quien vive entre las estrellas y visita la tierra por compasión.
-Escucha con atención- le dijo Nārada al rey: -El señor de todas las criaturas es pura expansión (Lo llaman Brahmā, o Prajāpati). Lo que hace, ante todo, es crear, y al principio las criaturas que creaba no morían, solo se multiplicaban. Se volvían extremadamente viejos pero no morían, y se reproducían, así que todos los mundos se llenaron de tantos seres que nadie era capaz de respirar.
El creador pensaba y pensaba en una solución pero nada se le ocurría. No veía ninguna razón para su destrucción.
De la frustración del creador por esta situación, de la furia que crecía en su interior, nació un fuego que envolvió su cuerpo y quemó todas las direcciones, el cielo, la tierra, el firmamento y el universo entero, con sus seres móviles e inmóviles.
El gran abuelo se enfureció tanto que no quedó nada de la creación. Y entonces escuchó en su interior la voz de una bondad insondable -como si le hablara desde el lugar en el que el universo entero se puede refugiar- (Shiva):
-No deberías enfadarte con los que has creado.
-No estoy enfadado, ni es mi deseo que los sujetos dejen de existir, pero los destruyo para aligerar el peso de la tierra, que se está hundiendo en las aguas por culpa de tantas criaturas.
-Déjalos, al menos, que retornen, una vez destruidos.
Oyendo estas palabras, el creador (Brahmā) contuvo el fuego en su interior. El creador apretó tanto la furia en su interior que del fondo de su alma se manifestó de repente una joven mujer.
Era oscura y vestía atuendos rojos, y rojos eran también sus ojos, y las palmas de las manos. Llevaba pendientes celestiales y joyas divinas. Se colocó a la derecha de Brahmā y este le dijo:
-¡Muerte, cosecha a los sujetos! Te he pensado como la destructora. Destrúyelos, ya sean ignorantes o sabios. Destrúyelos sin diferenciar.
La diosa de la muerte llevaba una guirnalda de flores de loto, y se puso a llorar. Se dobló como un tallo sin fuerza y suplicó con las manos juntas:
-¿Cómo puedes enrolar a una señorita como yo en un acto tan terrible, oh tú, que eres temido por todos los seres? Puedes ver que estoy aterrorizada. Algunos de estos seres son niños, jóvenes y ancianos que no me han hecho ningún mal. Te lo suplico de rodillas. Habrán hijos queridos entre ellos; amigos, hermanos, madres y padres. Si los mato me temo que estaré cometiendo un gran crimen. La pena de los sobrevivientes me abrasará por la eternidad.
Pero Brahmā solo contestó:
-Oh muerte, te he ideado para la destrucción de los sujetos, no pienses más en la cuestión. Ve y destruye; ya no lo puedes remediar.
Pero la bella doncella no se podía mover. Se mantuvo ante Brahmā inmóvil y callada.
Y se dice que después se marchó y estuvo haciendo grandes ejercicios ascéticos, increíblemente difíciles de conseguir. Se mantuvo sobre un pié, canalizando la energía que atravesaba su cuerpo, durante quince millones de años.
Brahmā le volvió a ordenar que hiciera su misión pero ella contestó con más ascetismo (tapas) durante 18 millones de años. Después merodeó con los ciervos y volvió a ejercitar su resistencia por diez millones de años. Después cumplió un extraordinario voto de silencio. Vivió sumergida en el agua 18 millones de años. Peregrinó al Ganges y al monte Meru, en el centro del universo, y se mantuvo inmóvil allí, deseando el bien de todos los seres. Peregrinó al lugar donde se reúnen los dioses sobre el Himālaya y mantuvo el equilibrio sobre la punta de los dedos de los pies por un millón de años.
-Oh muerte, no habrá nada malo en tus actos. Actuaras de acuerdo al ritmo y los designios del universo (Dharma). Los sujetos se afligirán por las enfermedades pero no se te atribuirá ningún pecado. Serás hombre entre los hombres, mujer entre las mujeres y tercer sexo entre los andróginos.
Veo que caen las lágrimas de tus ojos y las estás sosteniendo en tus palmas. Estas lágrimas se convertirán en enfermedades entre los humanos; enfermedades con formas terribles. Oh muerte, en el momento apropiado afligirán a los seres, y cuando llegue su fin estos se verán unidos con el deseo y la rabia. Pero dado que no discriminarás en tu conducta, estarás actuando justamente y nada se te podrá reprochar.
Después de estas palabras la muerte se asustó y empezó a distribuir deseo y rabia para confundir a los seres y llevarlos a su destrucción. La lágrimas que vertía al hacer su trabajo se convertían en enfermedades.
Pero en ese mismo momento, para que pudieran volver, desde el interior de los seres nació Vāyu, el viento, terrible e inmensamente energético. El aliento de todos los seres, que emite un rugido atronador y atraviesa, y llena, y sale expulsado entre todos los cuerpos, los llena y los abandona, los conecta y los separa. Esta es la razón por la que el viento es especial y es conocido como dios de dioses. Todos los dioses tienen características mortales y los mortales tienen rasgos divinos.
-Oh león entre los reyes- concluyó Narada, -Usa tu inteligencia y no te apenes por los mortales. No llores más por tu hijo porque tu hijo ruge con el viento y truena con las tormentas. Reconócelo en la brisa que mece los cultivos y en el aliento que ahora mismo exhalas.

Vāyu, el dios viento, manifiesta las energías ocultas; es el revelador de la felicidad y el que hace todo trabajo. Viene cabalgando su carro de luz y felicidad a verter el elixir de la inmortalidad.
Vāyu acude, con su ímpetu huracanado, a derribar todas las barreras, todas las palabras y todas las expresiones.
Vāyu viene cabalgando noventa y nueve corceles brillantes, que se vuelven cientos, miles, y siguen en aumento.
Cuando llega Vāyu, el toro muge atronadoramente; grande es la Divinidad que ha entrado en los mortales.

Fuentes:
Mahābhārata, Moksha Dharma Parva 248-250
Rig Veda IV.50


Lo que se puede leer en este blog representa un diario del tránsito por este proyecto de 12 años que consiste en preparar 12 espectáculos basados en la narración oral del Mahābhārata, durante 12 años. El aspecto más importante de este proyecto son los encuentros de narración oral. En la puerta superior de la pantalla se pueden encontrar los enlaces a una explicación algo más detallada de la propuesta de este proyecto y a un calendario de los próximos encuentros a los que uno puede acudir.

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