Sobre el enfado

Esta historia comienza parte de un enfado. Esta historia comienza con la furia de un rey: con el odio del rey Shalva hacia Krishna.
Hace miles de años que todo esto pasó. Hace miles de años, Krishna caminó sobre la tierra, y su contemporáneo, el rey Shalva, vio en él a un príncipe arrogante, insolente y poco educado. A Shalva no le convencía el estado de excitación atolondrada con que tantos súbitos devotos le ofrendaban a Krishna sus bienes, su labor, su amor y su tiempo. Con sus artes de engaño, y con su capacidad de manipulación, Krishna había convencido a las masas, y a las mentes más débiles, de que era la encarnación de Dios, y por ello era meritorio de honores superlativos. Pero Shalva estaba dispuesto a terminar con aquella aberración y atacó a Krishna, y destruyó su ciudad.
Shalva recurrió a las artes mágicas del ilusionismo, consiguió confundir a Krishna con el holograma de su padre muerto (ver entrada anterior) y acabó enterrando a su enemigo bajo una montaña de rocas gigantescas.
En el momento en el que las rocas taparon a Krishna, sin embargo, se vio un fulgor fugaz como un instante. Un destello luminoso cegó la mirada de todo el país por menos de un momento. Y el corazón de Shalva fue atravesado por un haz eléctrico, grueso como una cuerda, que comenzaba en las rocas que cubrían a Krishna y terminaba en el fondo de los cielos.
Los que estuvieron presentes en aquella batalla vieron un relámpago que atravesaba el pecho de Shalva. Un relámpago que salía de las rocas, como si en lugar de caer desde el cielo lo hubiera lanzado Krishna en dirección contraria.
Entonces Shalva vio la entrada a un palacio hecho de espejos, con vasijas doradas llenas de agua colocadas en todos los rincones.
-Recuerda- dijo una voz en el corazón de Shalva -Recuerda tu nombre original. Recuerda de dónde vienes.
Y Shalva recordó.
Como si hubiera despertado de una pesadilla, Shalva recordó todas las salas en las que vivían todos sus cuerpos. Y Shalva vio dos guardianes gigantescos, que pudo nombrar como Jaya y Vijaya. Y en uno de los mundos, en el mundo iluminado por los rayos del sol, Jaya y Vijaya eran amigos de Shalva, pero se llamaban diferente. Y toda esa guerra en la que se había embarcado, contra Krishna, respondía al impulso de vengar a sus amigos, muertos en manos de Krishna. Pero aquí, en el palacio de espejos, Jaya y Vijaya eran los guardianes del lugar que se encuentra en todas partes (Vishnu). El palacio en el que vive la vitalidad que hace funcionar nuestros órganos y nos permite hablar, y respirar. El palacio que contiene la sala del trono de la vida.
-Krishna mató a mi amigo Shishupala, en medio de una reunión, y a mi amigo Dantavakra, en la batalla por vengar a Shishupala. Pero ahora veo que ellos son, más allá del tiempo, Jaya y Vijaya, los guardianes del palacio divino. Juntos sufrieron una maldición que los llevó a nacer en el mundo. Nacieron en el plano de las formas iluminadas por los rayos del sol, y allí se confundieron. Olvidaron lo que son. Y yo olvidé junto a ellos.
Durante toda mi vida en este plano me he esforzado por comprender el mundo, pero si yo mismo formo parte del mundo ¿cómo puede mi intelecto entender aquello que es? Si con el acto de comprender me transformo y el mundo junto a mi. Es como querer medir el viento con los dedos.
-Porque tú y yo estamos unidos- escuchó de nuevo el corazón. -Este palacio está en todas partes y sus formas son todos los matices de lo que existe.
Soy la voz de la semilla que germina en todos los seres. Báñate en mis aguas y levanta tu mirada al cielo, soy cada una de las estrellas que te cubren.
En el mundo de las formas me rechazabas, pero yo era el néctar que te permeaba cuando dormías.
Si me rechazas en los otros, estoy también en ti; y si te rechazas a ti mismo soy el mismo rechazo, así como soy la memoria que me recuerda.
Este palacio de los espejos no se puede rechazar. Jaya y Vijaya son sus guardianes, y tú has sido su amigo. Entre estas salas y balcones pasa la brisa de la confianza, la seguridad de la existencia de la vida y la verdad.
Recuerda que en el debate yo soy la escucha. Reconóceme allí donde se encuentra el misterio del silencio y comprende quién eres. Recuerda qué somos y dónde estamos.
En el mundo de las formas el cuerpo sin vida de Shalva cayó de las alturas. Tras él, la ciudadela voladora en la que viajaba este enemigo de Krishna se quebró por la mitad y se desmoronó hacia el mar. Las torres cayeron desde los flancos de la construcción y los soldados que en ella volaban descendieron del cielo junto a las ruinas de esta enorme maquinaria flotante. El peso de las piezas levantó olas gigantes cuando cada una atravesaba la superficie del mar. Después, las aguas se calmaron.
El sol, siguió brillando. Más allá del sol, brillaba la estrella polar, rodeada de los siete vientos primordiales. Allende estas alturas se daban la mano la energía femenina y masculina del universo, en equilibrio. Más allá de esto, estaba el origen de la consciencia y en el origen de la consciencia la semilla del fuego y el sonido original. Más allá de esto la luz es tan flamante que no se puede describir lo que allí pasa. Y aún existe la posibilidad de llegar más lejos. Todas estas son salas del palacio de Vishnu, que lo atraviesa todo.
Y todas estas palabras se derrumbarán con el tiempo, igual que la ciudadela voladora de Shalva. Igual que el odio es lo primero que se desmoronará, como un castillo de arena, en nuestro corazón, cuando muramos. Solo la realidad quedará; profunda y transparente como el océano.

Esta entrada es una combinación del desenlace de la batalla de Krishna contra su enemigo Shalva en Kairata Parva, del Mahabharata, con comentarios de la Bhagavad Gita de Dyañeshvara, más una reflexión sobre las casillas 16, 21 y 27 del juego de Lila.
Estoy buscando maneras de transformar un comentario sobre un fragmento del Mahabharata en un texto que se lea en forma de relato. Es difícil encontrar el equilibrio entre el dinamismo de la acción y la reflexión, así como entre el comentario de los elementos simbólicos sin que el texto se deje de ser el relato de una aventura.

En este cuarto año de Respirar el Mahabharata estoy basando el desarrollo del espectáculo correspondiente en el tablero del juego de Lila, que comparto en el apartado Flechas y Serpientes de este mismo blog. En cada entrada contrasto un fragmento del Mahabharata con tres casillas del tablero y después de 15 días de reflexión sobre ello comparto el escrito resultante. Así, hasta cubrir todo el tablero antes de llegar al 12 de Diciembre de 2019, cuando se estrene el cuarto capitulo de esta performance, en la sala del colectivo CRA’P. Este escrito está influenciado por una reflexión sobre las casillas 16, 21 y 27

El inicio de una era

Propongo un juego:
Pongamos que todo lo que vemos, tocamos y olemos – todo lo que consumimos y todo lo que podemos producir; todo lo que llamamos mundo (con todos los lugares a los que podemos viajar) es una sola habitación en un palacio que tiene mil salas. En este palacio cada sala es igual, o más, espeluznante que esta a la que llamamos mundo.
¿Y si jugamos a que en este palacio existe un rey, que habita una sala del trono, decorada con joyas e inmensos cuencos dorados llenos de agua fresca. Cuencos que parecen espejos. Cuencos que reflejan todo, en todas partes.
Juguemos a que el palacio tiene un gran ministro, que es quien decide los nombres que tienen las cosas, y el ministro tiene cuatro hijos, que corren libres y desnudos entre todas las habitaciones y lo desordenan todo, para que otros lo vuelvan a ordenar.
Para jugar a este juego es necesario entender que hubo una ocasión, en un pasado remoto, en la que los hijos del ministro quisieron entrar a la sala del trono, en la habitación de los espejos, y los guardianes -que son dos y por esto nunca están solos- les impidieron el paso con actitud y palabras ásperas.
Los dos guardianes fueron castigados, inmediatamente, a nacer en el mundo. Porque es así como se accede a esta habitación del palacio en la que vivimos: naciendo en un cuerpo, intoxicado por el deseo, y la furia, y la locura; la locura que le causa a uno el inventar y creerse ideas falsas sobre sí mismo. El jugador que nace en este mundo en el que vivimos olvida el resto de las salas del palacio, o cree que las ha soñado y cuestiona su existencia.
Los guardianes, antes de nacer en el mundo, lloraron y se lamentaron porque no querían alejarse del rey, o la reina, y olvidar las maravillas que habían visto en la sala del trono. El rey los escuchó, se compadeció de ellos, y les prometió que nacerían solamente tres veces en el mundo y, además, el nacería junto a ellos cada vez. En cada uno de sus nacimientos los guardianes estarían obsesionados con la identidad que tomaría del rey en la tierra, y así nunca se alejarían de él. Su obsesión estaría teñida en cada nacimiento por uno de los tres venenos que tiñen la vida en la habitación del mundo: Abusarían del rey en un nacimiento, lo desearían sensualmente en otro y, en uno más, lo confundirían.
-En cada nacimiento yo os mataré personalmente -les dijo la voz del rey del palacio- y de esta manera volveréis a ocupar vuestra posición como guardianes- porque en este juego morir significa solo salir del mundo, pero nunca abandonar el palacio.
En el tercer nacimiento de los guardianes en este mundo, uno de ellos se llamó Shishupala. Estuvo presente en la ceremonia de coronación de Yudisthira (el protagonista del Mahabharata) como emperador del mundo.
En esa ceremonia se decidió ofrecer el máximo honor a Krishna, quien era el primo de Yudisthira, pero también el rey del palacio, nacido para acompañar a su guardián.
Esa decisión indignó a Shishupala:
-En esta sala hay mejores guerreros y sacerdotes más sabios.
Este Krishna no ha demostrado señales de nobleza.
Ni siquiera es rey, sino príncipe.
Oh Krishna, ¿si ves que te ofrecen honores que sabes que no mereces, por qué los aceptas? Un mundo en el que se honra a alguien como tú será un infierno. Ninguna norma tendrá sentido.-
Shishupala estaba devorado por la locura y adoptaba como realidad solo lo que podía leer en una página, pero el oficiante de la ceremonia vea el mundo de otra manera:
-Krishna sostiene todos los mundos.
Los nobles aquí reunidos le debemos todos nuestra vida a Krishna.-
En otras palabras, el oficiante reconocía las reglas del juego y comprendía que Krishna era el rey de la sala de los cuencos como espejos. Entendía que Krishna era el rey, quien había nacido para acompañar a sus guardianes en su paso por la sala del mundo.
Shishupala, confundido, dijo que no recordaba nada de aquello y que para él Krishna no era más que un don nadie. Lo que se llama un transeúnte. Nadie digno de recibir honores.
Y Krishna le cortó la cabeza a Shishupala -tal como le prometió antes de nacer- en medio de la asamblea de coronación, en la sala del mundo.
Algunos reyes murmuraron. Otros abandonaron la asamblea con indignación, y lo que se desencadenó, al cabo de unos años, fue una guerra universal.
Nosotros estamos viviendo las consecuencias de aquél cataclismo; la guerra del Mahabharata, en el mundo, que está en el palacio de las mil salas espeluznantes.
Ahora el reto del juego es entender cómo se juega. Lo estamos jugando todos, pero no todos comprendemos las reglas.
¿Quién, como y qué se gana, cuando se juega bien en este juego?

Fuentes:

Mahabharata: Shishupala-Vadha Parva

 

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