Los textos sagrados son de autoría no humana: inspirados por Manu, hijo del sol. Traducidos de la sabiduría que brilla en las estrellas. Dictados por el fuego y el silencio del corazón. Están presentes en todo fenómeno natural hasta ponerse por escrito. Quienes roban de estos textos actúan contra el orden de la naturaleza. Así lo proclama Bhishma en el Mahabharata:

Estas personas no comprenden el sentido de lo que leen de una manera equilibrada, y buscan en vano darle explicaciones. Desean todas las formas de fama y buscan ganarse la vida con la comprensión de los textos sagrados. Todos ellos son de lo peor entre las personas, y están en contra del dharma. Son estúpidos y su visión no está madura. No conocen el verdadero sentido. Su objetivo no es realizarse en los textos sagrados, sino que roban de ellos y señalan lo que consideran que está equivocado para alardear de su conocimiento. Quieren demostrar que saben y critican el discurso de otros. Usan las palabras como armas, como cuchillos. Su manera de ordeñar el conocimiento no da fruto. Conócelos como comerciantes del conocimiento (Bhishma habla a Yudisthira, el rey discípulo), como Rakshasa (espectros salvajes furibundos que viven en las noche). Se ríen del dharma y creen que todo él es engañoso.

Pero este problema, el de la lectura, la comprensión y la confusión, es un problema humano. Y un problema humano no se puede solucionar únicamente en términos humanos, porque un problema no se puede resolver por sí mismo. ¿Y qué hay, más allá de lo humano, que nos pueda guiar? Dios, espíritu, ancestros o naturaleza, son palabras muy fáciles de manipular. Como tantas otras. Se convierten en proyecciones de nuestras quimeras antes de que lo lleguemos a notar.

Puedes leer la traducción inglesa del fragmento citado en la versión inglesa de Bibek Debroy, buscando el apartado Apad Dharma Parva, número 140 (capítulo 1468)

Imágen de Luciano Pouzada