Esta gran historia
llamada Mahabharata
vuela hacia lo más alto:
Puede hablar de la tierra
con la mirada del águila,
que observa de arriba
cómo huyen los soldados
sobre las vastas estepas
donde pasan las batallas.
Pero lo que nos relata
comienza con un detalle,
una pregunta concreta:
¿Por qué mordió una serpiente
al rey? Pregunta, su hijo,
el próximo emperador.
Esta pregunta concreta
representa un detalle
en el urdimbre del tiempo.
Un episodio pequeño
para la gran humanidad,
pero vital para el rey.
El Mahabharata nace
en un acto de venganza
a manos de un monarca
que desea exterminar
la raza de las serpientes
acusándolas de su dolor.
Y mientras las persigue
pregunta ¿“cómo hemos
llegado a esta situación”?
Una pregunta concreta,
cuya respuesta despliega
la historia del mundo.
Pues el contexto importa.
Y el contexto es todo
lo que en el mundo pasa.
Aquel rey fue un detalle
del urdimbre de las eras:
dilatado, infinito,
y por esto intrincado,
engranado y complejo,
cual laberinto labrado.
Porque la vida es vasta,
pero cada nacimiento
es un evento único.
La trama y el fragmento
se engarzan en el bosque
compacto de los eventos,
que dibujan con detalle
el tapiz de apariencias
que llamamos realidad.
Dese de la altura somos
una sola existencia
cambiando con velocidad.
Pero es en el detalle
donde cada mirada vive
separada de las demás.
Y también siento que cuando
conocí el Mahabharata
yo me sentí atraído
por la misma pregunta:
¿Cómo hemos llegado aquí?
¿Por qué tanto sufrimiento?
Entre el vuelo del águila
y la mirada del ratón
se abre un misterio,
como los engarces
que se multiplican sin fin
sobre el tapiz del tiempo.
Como la multiplicidad
de miradas que habitan
este universo único,
que es simple, predecible,
como cada respiración.

Imagen de portada: Tapiz de la creación, catedral de Gerona, s. XI-XII.
Imagen final: Asian Art Museum of San Francisco. Imagen cosmológica jainista, Rajastan, anónimo, aprox. 1750-1850.
