Serpientes en el tapiz

El próximo 23 de Junio, noche de San Juan, por invitación de mi directora María Stoyanova, tenemos la intención de presentar en el contexto del Experimental Room Festival un esbozo del trabajo definitivo sobre el primer libro del Mahābhārata que se presentará el 12 de Diciembre de 2016. Esto es, la primera narración performance de este proyecto.

Me encuentro por esta razón ordenando una vez más el material y asombrándome, una vez más, ante la profundidad (vasta profundidad, lo digo, aunque sea un cliché, porque la profundidad del Mahābhārata es verdaderamente vasta) del Mahābhārata.

Por consejo de María Stoyanova, me encuentro recogiendo todas las historias de este primer bloque del Mahābhārata en 7 temas principales y el ejercicio resulta mucho menos fácil de lo que pueda parecer. María y yo dedicamos una sentada de alrededor de seis horas para poder resumir el material recogido en un número de temas principales, a los cuales llegamos gracias a una preparación previa de varios meses, es fácil perderse en el océano del Mahābhārata. A continuación, el ejercicio de resumir las historias relacionadas con cada tema principal es toda una aventura. De hecho, si uno no quiere dejar de lado las enigmáticas narraciones secundarias que van sacando la cabeza por el Mahābhārata, reunir el texto en pocas líneas argumentales es prácticamente imposible. Es imposible para mí ordenar el material en temas principales, si no quiero acabar renarrando el Mahābhārata.

Por suerte justo la semana pasada me animó la introducción del autor de origen indio Vishnu Sakhram Khandekar a su novela Yayati, basada en uno de los personajes secundarios del Mahābhārata precisamente, en la que defiende que el Mahābhārata existe para ser renarrado en cada época. De la misma manera Lomaharshana, el narrador original del Mahābhārata, está de hecho renarrando lo que aprendió de su maestro Vedavyāsa. ¿Cómo fue la primera narración del mítico Vedavyāsa? Nunca lo sabremos.

Porque el Mahābhārata se contó entero en un ritual. El mundo se estaba reconstruyendo desde las ruinas de lo que había sido. Quedaban muy pocos de los reinos de antaño, y pocos nobles. Un grupo de hombres estaba a punto de empezar un ritual, en medio de la desolación de la época.

Vieron acercarse al lugar a Lomaharshana, el conductor de carros que es quien hace el servicio de explicar, transmitir y comunicar; no desde la memoria sino desde el presente, desde lo aprendido de Vedavyāsa y los rishi, que son las estrellas de la osa mayor. Los rishi son el conocimiento, la consciencia de la expansión del universo. El lugar de encuentro con los rishi es una interacción, un fluir; es el lugar donde se encuentran las propiedades de un extremo con las del otro. El lugar de encuentro es un punto de la interacción entre lo percibido y la interpretación que hacemos de lo percibido, en medio de lo desconocido. Donde se encuentran los rishi se encuentra el universo con la tierra. En ese lugar transmite el conductor Lomaharshana, en forma de historias, no aquello que recuerda, ni lo que sabe, sino lo que es, su esencia inmortal, que es la semilla y el combustible que alimenta el Mahābhārata.

¿Pero de dónde viene Lomaharshana y por qué está el mundo como está?

Lomaharshana viene de presenciar un ritual para matar a todas las serpientes. Un ritual que falló. El mundo está en el estado en el que está a causa de la gran guerra civil, que arrastró tras de sí a todos los reinos de la tierra.

Los nobles han muerto en la gran guerra. Los cinco Pandava, los hijos ideales de los dioses, que pisaban la tierra con la suavidad del felino, han perdido sus ejércitos. Los cinco hermanos ejemplares han tenido que luchar contra su maestro de armas, contra su gurú. Es más, para ganar esta guerra devoradora se han visto obligados a matar a su propio maestro con un engaño.

Este terrible y decepcionante acto no ha quedado sin responder. El hijo del gurú muerto, Aśhvatthāmā es su nombre, entró en el campamento de los Pandava de noche y mató a todos los durmientes, a sus esposas y a sus hijos, a todos los combatientes y a sus descendientes. Aśhvatthāmā levantó hacia el cielo la punta de su flecha, transformó su trayectoria con las sílabas de un encantamiento secreto y dirigió su efecto mortífero contra las matrices de todas las mujeres del bando de sus enemigos. Todos los embriones que se encontraban en las aguas de la gestación fueron asesinados antes de nacer, abrasados por el fuego de la venganza.

Pero en el fondo de la creación, desde el interior de la existencia, desde los tiempos en que los demonios intentaron hundir la tierra en las aguas de la indiferencia, Dios gruñe en su forma de jabalí arcano. Los roncos gruñidos de Dios son tan penetrantes, tan profundos, que alteran las formas de nuestra percepción, siempre buscando sostener la continuidad de la vida y el orden universal. La vibración divina que tomó la forma de Krishna, el amigo hechicero de los Pandava, devuelve la vida al primogénito del hermano mayor, a Parikșit, el “nacido débil”, para que la vida y la familia de los Pandava tenga continuidad.

Parikșit pudo nacer, a pesar del ataque mágico y gracias a Krishna, pero murió mordido por el rey de las serpientes. Parikșit nace, gracias al gruñido cavernoso de Dios, en un cuerpo humano, y el cuerpo humano se cansa y cambia de estados de ánimo con la temperatura ambiente, la humedad del clima y según el tipo y la cantidad de alimento que ha consumido: Parikșit llega cansado y hambriento a la cabaña en la que vive retirado un sabio silente, un rishi, en medio del bosque. Parikșit pide agua y algo de alimento, pero el Rishi ni contesta ni se mueve, y Parikșit, embriagado por el cansancio del cuerpo, moviéndose entre el enfado y el cinismo burlón, decide levantar del suelo el cadáver de una serpiente que divisa entre la vegetación y colgarla encima de los hombros inmóviles del rishi, quién sigue sin moverse. Cuando el hijo del Rishi sale de la cabaña y ve a su padre meditando con una serpiente muerta colgando de los hombros, al lado del insolente rey, maldice a Parikșit a morir por la mordedura de una serpiente.

“Porque todos nacemos bajo una maldición, explica el Mahābhārata: la maldición de los eventos pasados; la maldición de todo lo que precedió nuestro nacimiento, la maldición de las consecuencias del pasado; del karma”

Es por esta razón que Parikșit vive el resto de sus días en el palacio, protegido por mantras y hierbas que curan el veneno. Pero Takșaka, el rey de las serpientes, consciente de los hilos del destino que se deben tejer, reduce su tamaño y entra en el palacio del rey escondido en la fruta de una ofrenda. Cuando el rey Parikșit lo levanta con dos dedos, justo cuando se está poniendo el sol, Takșaka vuelve a su forma original y ante la impotencia de los guardianes y consejeros presentes en la sala, envuelve como una boa a Parikșit, el último superviviente de la masacre del clan de los Pandava. Ambos se elevan al cielo juntos, peleando, y se incendian hasta convertirse en una gran masa llameante y en esta forma son absorbidos por la tierra hacia las profundidades, hacia los pasadizos subterráneos en los que reinan las serpientes.

En el ritual organizado para vengar este evento estuvo presente Lomaharshana. De allí viene, y allí escuchó todos los pormenores de la guerra que dejó el mundo en el estado en el que lo dejó.

¿Y las serpientes fueron todas destruidas entonces?

No lo fueron. No fueron todas las serpientes destruidas porque antes de la creación del mundo los dioses se aliaron con sus enemigos, los Asura, para batir el océano universal y extraer de él un elixir. Los dioses colocaron a la montaña Madara sobre la espalda de la tortuga Akupāra, que vive en el fondo del océano universal; querían usar a la montaña de hélice y a la tortuga de punto de apoyo, pero necesitaban una cuerda suficientemente larga para enrollar alrededor de la montaña y hacerla girar. Vāsukī, la serpiente, gracias a su habilidad de tomar el tamaño que quería, se ofreció para ser usada como cuerda. El movimiento creaba tanta energía que de la boca de la serpiente salían vientos en llamas y tanto humo negro, y tan espeso, que se convirtió en nubes de tormenta de las que cayeron rayos y lluvia mezclada con fragmentos de flores y plantas que salían volando de la montaña en su virar. A causa del esfuerzo de la serpiente, y conscientes de la maldición que existía sobre todas las sierpes, los dioses pidieron a Brahma, el que da forma al destino, que hiciera algo por Vāsukī y su clan.

La bendición de Brahma fue decretar que la hermana de Vāsukī se casaría con alguien que tuviera su mismo nombre, y el hijo de ambos sería la salvación de las serpientes. Este hijo fue Āstika.

¿Pero cuál es la maldición de las serpientes y de dónde viene, y cómo salvó Āstika a sus hermanos?

Todas las serpientes originales nacieron de una sola madre. En aquellos tiempos la reproducción no era sexual, el mundo no estaba tan sumido en la dualidad como ahora (discurso Bhisma) sino que se concebía por decisión. El padre de las serpientes tenía dos esposas: una pidió tener más de mil hijos que pudieran tomar las formas que quisieran y fueran los más poderosos sobre la tierra. La madre de las serpientes creó un huevo, y de él nacieron todas las serpientes originales. En una ocasión las dos esposas hicieron una apuesta: la madre de las serpientes insistía en que la cola del caballo original, el primer caballo que cabalgó sobre la tierra, era negra y la otra esposa mantenía que era blanca. Las dos esposas apostaron que la que se equivocase se volvería esclava de la otra y dado que la cola del caballo original era blanca, la madre de las serpientes les pidió a sus hijos que se convirtieran en pelos negros y cubrieran juntos la cola del caballo. Las serpientes se negaron, en un primer momento, y su madre las maldijo a todas a morir en el fuego, cuando en un futuro lejano el rey hiciera un ritual para matarlas. Dado que el poder de las serpientes era excesivo, Brahma aprobó la maldición. Sin embargo  gracias a los esfuerzos desinteresados de Vāsukī Brahma permitió también el nacimiento de un salvador para las serpientes.

Cuando el ritual comienza a hacer su efecto y la combinación de cantos y actos mágicos empieza a absorber hacia el fuego del ritual a todas las serpientes de la tierra, como ríos al mar, y el humo de sus grasas quemadas empieza a elevarse hacia el cielo, la hermana de Vāsukī llama a su hijo y le explica que ha llegado el momento en el que puede cumplir la razón por la que nació, el destino de su vida. Āstika, el salvador de las serpientes, se acerca al lugar del ritual, a pié y solo, y se presenta ante el rey alabando todas las cualidades que un rey como él debe tener. Āstika demuestra conocer profundamente el significado de la figura real y transcendente del rey. El discurso que ejecuta es largo y permite múltiples lecturas y relecturas a la luz de las enseñanzas del resto del Mahābhārata. Āstika asocia al rey con la importancia de su linaje, de sus ancestros, y puntualiza el significado simbólico o esotérico de un ritual oficiado por el rey, comparando el ritual que está viendo con rituales que se efectúan paralelamente en otros planos de la realidad. Los rituales que efectúa el rey humano en la tierra resuenan en los rituales que todos sus antepasados hicieron y aquellos que harán sus descendientes. Los rituales del rey resuenan en los rituales que hace en el plano celestial Indra, el rey de los dioses. Los presentes en el ritual tienen la misma importancia que los planetas y las estrellas en el espacio, sosteniendo la materia con su campo gravitacional; gracias a este sostén los humanos pueden vagar sobre la tierra, y el humo espeso que se eleva de la hoguera es el trazo que deja la transformación de los elementos, siempre necesaria para el movimiento del universo.

A todo esto el rey queda impresionado, y declara que el chico que tiene delante habla como un anciano. Satisfecho, el rey le ofrece a Āstika que le pida el favor que desee. Āstika no se lo piensa y con firmeza exige que se suspenda el ritual.

Āstika vuelve victorioso y las serpientes estas le ofrecen todas, a su vez, que les pida el favor que quiera. Āstika pide a las serpientes que quienes escuchen contar su historia pierdan el miedo al veneno de las serpientes subterráneas.

Los deberes que me pone María Stoyanova es concretar qué son las serpientes. Creo que esta pregunta queda abierta, de momento, pero lo que quiero señalar en esta entrada es todo lo que tengo que dejar de lado para que un resumen del ritual inicial del Mahābhārata se convierta en una narración lineal. Nos falta la historia del hermanastro de las serpientes, Garuḍa, hijo de la madre que perdió la apuesta, nos falta ver algo más quién es Vedavyāsa, por qué Dios gruñe como un jabalí, quién es krishna, por qué no se movió el rishi que burló el rey, con quién se casó la hermana de la serpiente Vāsukī y cómo reaccionó el rey cuando Āstika le pidió suspender el ritual, entre otros.

La historia del batir del océano universal, además, el evento en el que Vāsukī fue tan útil a los dioses, es otro de los puntos clave del inicio del Mahābhārata. La historia del batir del océano merece un resumen de por sí, y lo tendrá, pero inevitablemente tengo que mencionar esta historia en el resumen del primer punto. Hablando exclusivamente del ritual inicial del Mahābhārata, y resumiendo al máximo, es inevitable hablar del final del Mahābhārata y de los primeros eventos de la creación: el batir del océano universal y el jabalí divino. El Mahābhārata es como un tapiz tejido hacia todas las dimensiones y la única manera de narrar el Mahābhārata con coherencia es hilar uno mismo su propio hilo, con palabras propias añadidas a las del Mahābhārata. La vida, para mí, es igual. Todos los eventos y las interpretaciones que hacemos de los eventos están relacionadas, de alguna manera. Existo gracias al campo gravitacional de los planetas en el universo, gracias a las condiciones atmosféricas de la tierra, a los eventos históricos que me precedieron, a la relación de mis padres, etc. Hablar con coherencia con cada vecino, y hablar de lo que toca, del presente, sin irse por las ramas, es todo un arte. En la vida y contando el Mahābhārata. El valor añadido del Mahābhārata, a mi parecer, es el recordarnos, a los lectores y oyentes, que la vida tiene muchas capas y muchos planos. Los dioses, la historia, los objetos materiales, las fantasías que proyectamos, todo existe. El arte es poder verlo todo, sin negar la vida, y moverse con acierto dentro de este tapiz multidimensional.

Snakes_and_Ladders

 

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