En la entrada pasada escribí sobre el nacimiento de Drona, y en esta he querido hacer un inciso y presentar al Drona guerrero. Porque es lo que estoy transitando ahora -estoy estudiando los libros del Mahābhārata que hablan de la guerra- y porque me parece un aspecto importante de Drona.
A partir de las acciones de Drona en la guerra, y lecturas relacionadas, en estos pasados quince días he buceado hondo en la presencia del horror y la violencia en el Mahābhārata, y sobre todo en el mundo. Ayer terminé de escribir la entrada que he estado preparando, y me di cuenta de que era extremadamente oscura. Incluso demasiado.
Primero se me ocurrió escribir un aviso al lector, al inicio de la entrada, advirtiendo de que lo que venía podía herir la sensibilidad y recomendar a quien no tuviera ganas de transitar estas palabras de violencia y terror extremas se abstuviera de leer. Pero algo me faltaba todavía, y a última hora de la noche llegué a la conclusión de que si bien preparar y escribir esta entrada me ha sido útil como proceso catártico, no es el momento de compartirla.
En su lugar, lo que comparto esta vez es una traducción y adaptación del himno 33 del segundo mándala (círculo de himnos) del Rig Veda. El Rig Veda es una recopilación de himnos en sánscrito, que se recitan en contextos rituales. Las palabras que usan estos himnos son polisémicas, por lo que se pueden leer de varias maneras. No solo el contenido de cada himno sino también la estructura como se recopilan todos tiene un sentido simbólico profundo, y el Mahābhārata se considera una narración que desvela (a su manera) las conexiones escondidas entre las palabras de los himnos védicos. Existen cuatro recopilatorios de himnos védicos, el Rig Veda, Sama Veda, Yajur Veda y Atharva Veda, pero el Mahabharata se menciona tradicionalmente como un quinto veda. Es en este sentido que considero relevante traducir este himno, y por su temática.
El himno que comparto está dedicado a Rudra, “el aullador”. Rudra da miedo, porque se aparece como un aspecto tormentoso de la divinidad, y también guerrero, pero a su vez Rudra rescató las hierbas sanadoras de las profundidades de las aguas cósmicas, y enseñó a los ancestros de la humanidad los secretos de la medicina. El himno que comparto es un canto a la sanación en el horror, que es lo que busco en el Mahābhārata.
Lo que presento es un medio camino entre la traducción y la renarración. La multiplicidad de sentidos del sánscrito original la adapto al contexto mítico védico y del Mahābhārata, y omito algunas repeticiones para ofrecer este canto a la sanación del horror, que resume el proceso por el que he pasado estas semanas, sin tener que descender a infiernos que pueden causar malestar en el lector. En la próxima semana continuaremos con Drona, espero…
No nos impidas ver la deliciosa luz del sol,
Oh padre de los truenos.
Que nuestro linaje supere estos obstáculos y se pueda multiplicar.
Que la sanación que otorgas disperse la enfermedad, Y las dificultad,
y me permita sobrevivir a las nieves de cien inviernos.
A tu rugido, que es la frecuencia que lo remueve todo,
le pido que me lleve allende las dificultades,
hasta la orilla del bienestar.
Escúchame, y no te enfurezcas si me dirijo a ti de manera descuidada;
bendice nuestra descendencia con la sanación que otorgas.
Que este canto que te ofrezco convierta tu aullido en canción,
y que pueda celebrar la vida en el alimento
y acogerme a tus bendiciones.
Que tu mano saludable me otorgue el perdón.
Dedico estos saludos al brillante y reluciente bramido supremo,
que asume todas las formas poderosas y estables
de la abundante tierra, decoradas con destellos celestes.
La fuerza del vuelo de la flecha que ha lanzado es la de la expansión cósmica.
Expreso alabanzas cuando presencio el poder con el que cabalgas la terrible gacela estrellada.
Te lo pido como un niño dirigiéndose a su padre:
Concédeme la bendición de la medicina que recuperaste de las aguas.
Solicito estos medicamentos que han beneficiado a nuestros ancestros,
Pido que nos pase de largo la inmensa furia que sacude los mundos
Y que nuestros descendientes, libres de daño,
puedan seguir reverenciando la creación
con sus ofrendas.