El miedo al conflicto en nuestra humanidad compartida

Saludos a ti, que estás leyendo estas líneas. Bienvenid@ a este viaje a bordo del Mahābhārata, la historia más larga del mundo: En este escrito propongo introducir uno de los referentes menos conocidos en el Mahābhārata, Satyaki, para proponer una reflexión sobre algo que nos hace humanos, con una mención a la inteligencia artificial.

Hago un inciso antes de empezar, para remarcar que no uso la palabra “personaje” para referirme a Satyaki, porque el Mahābhārata no tiene personajes. Un personaje es la invención de uno o varios autores. Puede estar inspirado en alguien que existió realmente, pero su historia es inventada. El Mahābhārata se presenta, en cambio, como la crónica de unos hechos antiguos, pre-historicos, pre-recuerdo, pero reales. No es lo mismo habar de un personaje que de un ancestro. Aunque con el tiempo el recuerdo de lo que hizo un ancestro se puede fraccionar en versiones distintas y contradictorias no es el mismo respeto el que la situación nos impone cuando hablamos de un ancestro que cuando hablamos de un personaje inventado. Cuando hablamos del Mahābhārata hablamos de ancestros y es este tipo de respeto el que la situación pide. Aunque sin perder, por supuesto, la mirada crítica y el derecho a formarnos nuestra propia opinión de los hechos. Porque este escrito va de opiniones personales, en gran medida.

Satyaki fue un guerrero del clan de los Yadava. Un clan que tenía como capital la ciudad costera de Dvarak, cuya característica más destacable es que fue el clan en el que nació Krishna, la encarnación de la divinidad en la tierra.

Satyaki tuvo una relación especialmente cercana a Krishna. Fue discípulo especial del primo de Krishna, Arjuna, de quien se decía que era el guerrero perfecto. Antes del gran choque entre los Pandava y los Kaurava por la sucesión del imperio, Satyaki acompañó a Krishna en una misión de paz a la corte de los Kaurava. Krishna quiso probar un último intento para convencer al emperador de aceptar las condiciones de paz que le ofrecían los Pandava, y evitar así la guerra.

En aquel encuentro el emperador Duryodhana dio la orden de atar a Krishna y encarcelarlo, por el atrevimiento de pedirle que cambiara de opinión. Y entonces tuvo lugar uno de los eventos más importantes de los que relata el Mahābhārata, porque Krishna descartó su forma humana y manifestó su forma original, con brazos que llegan a todos los rincones del mundo y pies enraizados en la base de la existencia.

La mayoría de los presentes se desmayó, o no fue capaz de visionar aquella revelación, pero Satyaki fue uno de los pocos que permaneció plenamente consciente y nunca olvidó quién era realmente Krishna. Por esto, cuando Krishna se ofreció a dirigir en persona el carro del rebelde Arjuna, pero en cambio ceder el control las tropas que comandaba al déspota Duryodhana, Satyaki no acató la orden; aun siendo soldado de Krishna. A pesar de que, por acuerdo político, y por orden de Krishna, Satyaki debía luchar junto a Duryodhana, se negó a hacerlo y optó por tomar el bando de Arjuna, su maestro. El bando que era también el de Krishna, de quien sabía que era la encarnación de la divinidad. Y a esto quería yo llegar: al desacato de Satyaki, por “lealtad”. Porque siento que el Mahābhārata nos muestra aquí una de las claves de lo que nos hace humanos: La opinión personal.

Volviendo al tema de la inteligencia artificial, que mencioné en la entrada pasada, es interesante mencionar el estudio publicado por el equipo del investigador Jerry Wei, donde demuestra que uno de los defectos de la inteligencia artificial es que puede dar información falsa al usuario si intuye que esto es lo quiere oír (ver concepto sycophancy). Esto es así en lo referente a ideales políticos, pero también resultados matemáticos. Y pasa porque el programa funciona como herramienta y no expresa ninguna opinión personal. La diferencia con los humanos es que tenemos una opinión. De las opiniones nacen enfrentamientos, más o menos pacíficos. Y cuando el Mahābhārata dedica tantas páginas (un par de miles) a describir con detalle un conflicto -la guerra en la que luchó Satyaki junto a Arjuna y Krishna- leerlo se convierte en una meditación sobre el conflicto, y uno empieza a ver que el conflicto forma parte de esta humanidad compartida que somos.

Lo humano no está confinado al cuerpo de cada uno de nosotras, ni tampoco a las ideas que nuestras neuronas barajan, sino que se encuentra en el campo que compartimos: un campo externo e interno a la vez. Lo humano está en el encuentro: en el espacio físico, emocional e intelectual que compartimos, y este espacio es también la arena en la que nos enfrentamos unos a otros.

Dado que no somos herramienta, tenemos opinión y nos respondemos unos a otras. Vivir nuestra humanidad no pasa por negar nuestras opiniones, sino por encontrar el equilibrio para expresarlas sin tener que llegar a la guerra. Así nos avisa el Mahābhārata, la voz de la humanidad anterior.

Los Kaurava, mis cien enemigos

Existe un largo período de la humanidad prehistórica al que llamamos la Edad de Piedra. Sin embargo para la joven humanidad aquella fue más bien la Edad de las Estrellas, la edad de la magia del cielo estrellado, la era del conocimiento de la manera de llegar a ser estrella.

El interior de muchos sarcófagos en el antiguo Egipto todavía estaba totalmente cubierto de estrellas; la leyenda de Hércules lo llevó a convertirse también en constelación, y algunas reminiscencias de esto podemos ver en el Mahabharata también, cuando Bhīșma, uno de sus personajes principales, elige morir durante el solsticio de verano, para iniciar el camino hacia el norte, el sendero de las estrellas.

Las estrellas esparcidas sobre la bóveda nocturna son un arquetipo del ser humano y sus peregrinaciones de vida en vida.

El arquetipo de todas las cualidades luminosas de la humanidad separadas y unidas a la vez, como en una gran colmena. Esas partes de nosotros seccionada en fragmentos, que quiere verse reunida de nuevo.

El Mahabharata es la historia de una guerra. La guerra de cinco hermanos: El sostén,

la energía,

la realeza

y la salud,

contra sus 100 primos:

las cualidades que no nos gustan ver en la humanidad.

Pero es una guerra que los Pandava, los cinco hermanos protagonistas, no desean.

Los 100 Kaurava, los 100 hijos de un rey ciego y una reina que no quiere ver, son el enjambre de las cualidades que no queremos aceptar en nosotros.  El enjambre que Bhīșma (el abuelo, tanto de los Pandava como de los Kaurava) no consigue reunir.

A las luces que decoran el cielo las vemos como nuestra voluntad de abrazar todo y ser todo; su profundidad nos mantiene en resonancia con la plenitud. Los esfuerzos de Bhīșma para evitar la guerra simbolizan la energía de la voluntad, que nos lleva de nuevo, con cada latido, la comprensión de que la verdadera vida no tiene fin y va de nacimiento en nacimiento.

El corazón de todos los corazones, el contenedor místico de la plenitud de la vida, se hunde en la colmena celeste; la colmena que nos enfrenta a una aparente paradoja, que exige ser resuelta sobre Kurukśetra, sobre el campo del Mahabharata; sobre la tierra.

Los 100 Kaurava se pueden tomar como un símbolo de nuestro cuerpo físico, con sus millones de células yendo y viniendo, renaciendo tantas veces y laboriosamente recolectando miel. ¿Para quién?

Para nosotros, su dios.

Eso nos lleva, también, a experimentar la multitud divina, exuberante en el pulsar de la vida, en un solo corazón, que es el cielo.

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En el corazón del cielo todos los seres son uno.

El corazón del cielo se va volviendo una vivencia más y más amplia a medida que intimamos la unión con nuestro auténtico ser. Primero unimos la vida que vivimos al más allá, después a nuestras vidas pasadas y futuras, hasta unirla finalmente a las vidas de todos los seres vivos. Esta es la comprensión que nos fue ofrecida en la pre-historia, en esa fase temprana de nuestro sendero hacia la eternización. Y puede que la eternidad no consista solamente en esto, pero esta comprensión nos lleva a la dulzura de la eternidad, y la podemos saborear aquí y ahora.

 

P.D: El texto de arriba es una adaptación de un fragmento del estudio de Medhananda sobre el juego egipcio de Senet, que servirá de base para el inminente estreno del segundo espectáculo de Respirar el Mahabharata, el próximo 12 de Diciembre, en Buenos Aires, Argentina.

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