Sobre el propósito humano

Bailar el Mahabharata. Cuando bailas una música en vivo es como si no supieras cuál será el siguiente sonido, o si el ritmo cambiará o no, pero bailas lo que suene. Bailas la sorpresa y bailas la continuidad.

La realidad, nos sorprenda más o menos, siempre es la misma. Estamos en ella; somos realidad. Bailamos realidad.

Como una canción nueva, la realidad nos sorprende con matices que ya conocíamos. Como cartas de una baraja, siempre las mismas pero en sucesión sorprendente.

¿Y qué es lo que nos sorprende? Lo inesperado. ¿Pero qué puede ser inesperado si todo es, y será, siempre, ad aeternum, la misma realidad? La sorpresa, vista así, desde lo metafísico, es un juego de escondite con uno mismo. Juego a sorprenderme con las caras que la vida me muestre aunque que, detrás, está la misma vida de siempre.

Y hay una historia que habla de todo esto. Dice que el mundo va para peor. ¿Alguien lo duda? Que estamos confundidos. ¿Alguien lo duda? Y que todo está perdido, y a la vez ganado. ¿Alguien lo duda? Esta historia nos dice que los seres humanos venimos de la luz, y que la luz nace de la consciencia universal.

Seres vivos que vivieron en otros planetas, planos, mundos, lugares, que los nuestros, dejaron al sol con nosotros para que nos cuidara. Y el sol tuvo dos hijos: el/la padre/madre de la humanidad (Manu) y su hermano/hermana que vive en todos los mundos y los limita, usando al tiempo como herramienta. Este es Yama -o Yami, en femenino- quien pone y mueve los umbrales de lo posible y lo concebible, en cada momento y cada lugar. El/ella baraja las formas. Con estas formas nacemos y desaparecemos. En Manu, nuestro ser común, que es hijo/a del sol; descendiente de la luz, que emana de la conciencia universal; la que expande la realidad.

Esto, cuenta la historia, es lo que hay. La música que bailamos.

El rey de la baraja, Yamaraj (raja es rey en sánscrito), el que mueve los límites, tuvo un hijo humano. Así lo cuenta también la bíblia: “los hijos de los de arriba tuvieron hijos con las hijas de Adán” (Génesis 6:4). Este hijo se llamó Yudisthira. Tenía la visión de su padre y sabía por ello que todo estaba perdido. Y ganado. Por eso accedió Yudisthira a participar en una partida de dados amañada. Una partida en la que perdería todo su reino. Y con ello se perdería también la paz en la tierra; y la memoria de aquellos tiempos; y las criaturas que entonces vivían. Pero a la vez se ganaría todo.

¿Qué es lo que se ganaría? Esto. Esto que tenemos. Esto que nos queda, que es la realidad.

¿Y qué es la realidad? La realidad es lo que existe. Lo que hay. Aviones, tierra, miedo, periódicos, teorías, contrateorías, amor, contratos, sexo, enfermedad, dinero, colores, sonidos, palabras, alegría. De todo esto, hay. Todas estas palabras existen. La ignorancia, también, existe. El futuro, por ejemplo, es algo de lo que ignoramos los detalles, pero existe. Y también existe la sorpresa. Algo que ya existe nos puede sorprender gracias a la ignorancia.

Hay un momento en el Mahabharata en el que un rakshasa -un ser que toma la forma que quiere y vive establecido de manera permanente en la furia- toma la forma de un bramán mendicante, de un sabio sin posesiones ni hogar, y se acerca a los protagonistas de la historia. Se acerca a los hermanos de Yudisthira, el hijo de Yama, el rey de la baraja.

El rakshasa, en la forma de un bramán, pasa unos días con Yudisthira, sus hermanos y su esposa, charlando sobre filosofía y compartiendo las ceremonias diarias. Pero cuando ve el momento adecuado el rakshasa escapa con las armas de los protagonistas.

En ese momento Yudisthira atrapa al espíritu y lo inmoviliza con su peso.

-Aves, animales, rakshasas, gandharvas y yakshas (diferentes seres invisibles, para los que nuestro vocabulario no tiene palabras, a menos que recurramos a alguna jerga ocultista, donde encontraremos equivalentes como elementales, entidades astrales parásitas o guardianas, etc.), todos reciben su sustancia de los humanos y así lo haces tú. Si nuestro mundo sufre, también sufren los mundos de los dioses y los ancestros. Ellos prosperan con la devoción y las ofrendas rituales. Nosotros somos los guardianes de todos los reinos. Oh tú, que vives de los humanos. Habíamos visto como mirabas nuestras armas, pero como habías tomado la forma de un bramán y no nos habías ofendido ni en palabra ni en actos no teníamos razón para actuar contra ti, aunque desconfiáramos.

Y este comentario de Yudisthira está en la línea de lo que el hijo de Yama responde siempre cuando se le pregunta por qué accedió a apostar todo su reino a los dados y por qué no se venga de los que organizaron esa partida, que estaba amañada: porque todo está perdido, y a la vez ganado. Porque la era que viven Yudisthira y su familia está por terminar. Y todo cambiará de forma, y los ríos serán distintos y nadie puede saber cómo serán los dioses y el resto de seres que viven de los humanos. Quedará la humanidad, en la tierra. Hasta el fin, que será un principio.

Y esta humanidad, de la que viven todos los seres ¿Qué es? Yo no lo sé. Pero lo sabemos todos. Las historias sagradas (Mahabharata, Purana) hablan de samkalpa. Y samkalpa, en sánscrito, es la unión de sam y kalpa, siendo kalpa una palabra que une significados relacionados con repetición cíclica y ritual. Kalpa puede ser un eón, estaciones del año, festividades y ceremonias que se repiten en fechas concretas. Sam, por otra parte, es un prefijo que significa juntar y unir. Samkalpa se usa también, como compuesto, para referirse a un propósito. Una directiva de acción, que marcará cierto patrón en el actuar de una persona.

Si esto es la humanidad, como dicen las historias sagradas, somos un propósito del cosmos, que reúne ceremonialmente cuerpos, costumbres y sociedades, que sostienen a los dioses, los ancestros y todos los seres invisibles. Dentro de la danza cósmica, un propósito, nos mueve a ser humanos. Esto es lo que tenemos. Este propósito mueve la baraja de posibilidades; siempre las mismas pero en sucesión sorprendente.

 

 

El proceso de este cuarto año del propósito de narrar el mahabharata durante 12 años está centrado en la indagación en el sentido del azar. Para hacerlo me baso, además del contenido del Mahabharata, en el fantástico juego de Lilah y sus significados. Esta entrada está influenciada por el sentido de las casillas 4, 42 y 63. El próximo 12 de Diciembre se estrenará el cuarto capitulo de esta performance de 12 años, que tendrá la forma de una partida grupal al juego de lilah, en forma de taller y narración oral. El estreno será en la sala del colectivo CRA’P, que está apoyando este proyecto con una residencia artística.

El centro de todos los mundos

Hubo un tiempo,
en el que rechazaba mi prójimo
si su fe no era la mía.
Ahora mi corazón es capaz
de adoptar todas las formas:
es un prado para las gacelas,
y un claustro para los monjes cristianos,
templo para los ídolos
y la Kaaba para los peregrinos,
es recipiente para las tablas de la Torá
y los versos del Corán.
Porque mi religión es el amor.
Da igual a dónde vaya la caravana del amor,
su camino es la senda de mi fe.

El corazón de este poeta medieval tiene seis caras. Como un cubo. En la primera cara pastan las gacelas, en la segunda se busca en silencio la vía hacia el cielo, en la tercera se traen ofrendas a las mil caras de la divinidad, hacia la cuarta dirige todo el planeta plegarias, en la quinta se guardan las letras del misterio insondable y en la sexta la revelación de Gabriel. El corazón de Ibn Arabi tiene seis caras, como un dado.
La mano del jugador lanza el dado y el cuerpo del jugador mueve el brazo que lanza el dado. La fuerza vital del jugador mueve su cuerpo y esa fuerza vital vive del alimento y el aire que brotan del mundo. El jugador se sostiene en el mundo y el mundo en el universo. El universo es todo y es el universo quien lanza el dado, mediante el jugador.
Lo que mueve el universo es su corazón.
El corazón es un órgano que recibe y manda vida, en términos materiales. En términos alegóricos corazón significa centro. El corazón del universo, el corazón de una enseñanza, es el centro; la esencia.
Si algo une las seis caras del corazón del poeta es que todas se refieren a lo sagrado; desde de la sagrada naturaleza, jardín de vida, a la sagrada revelación. Lo sagrado es lo que une al universo. En lo sagrado se encuentra la humanidad. En el interior del corazón tenemos todos el mismo acceso a la vida, la misma entrada al universo.
El monarca sentado en un trono con joyas y marfil incrustado tiene un corazón y el ermitaño sentado sobre una roca tiene un corazón.
El monarca ungido con sándalo tiene un corazón y el mendigo cubierto de barro tiene un corazón. Quien viste caras telas de seda tiene un corazón y quien viste harapos tiene un corazón.
El rey reparte comidas con todo tipo de sabor por la generosidad de su corazón y cada uno de los comensales tiene un corazón. Cada uno de los cocineros, con sus pendientes relucientes, tiene un corazón. El guerrero que conquista reyes, dioses y serpientes tiene un corazón. Los derrotados tienen un corazón.
Cuando todas las caras del cubo están conectadas el corazón es uno. La furia los separa. La rabia le fue entregada a la humanidad para la destrucción del mundo. Los que están confundidos creen que la rabia es energía, pero quien está sobrellevado por la rabia difícilmente podrá mostrar su verdadero poder cuando el momento lo requiera.
El ser humano puede encontrar su auténtica energía cuando no está atado a la rabia. La rabia bloquea el perdón y sin el perdón no habrá paz entre la gente. El nacimiento de cada ser depende de la conciliación. Es a causa de que existan personas con capacidad de conciliación que los seres siguen naciendo y continúa la existencia.
La conciliación es la luz del conocimiento. Todos los textos sagrados nacen de una conciliación profunda con la realidad. Quien comprenda esto podrá conciliarse con el funcionamiento del mundo. La conciliación es la expansión universal hacia todas las direcciones. La conciliación es la verdad, la conciliación es el pasado y el futuro. Todo ascetismo es conciliación. La conciliación es pureza. La conciliación sostiene el cosmos. Los que pueden llegar a la conciliación son los que comprenden el mundo y el sentido de los ritos. La conciliación es la verdadera energía. La conciliación es la verdad de los que son sinceros. La conciliación es generosidad. La conciliación es fama. La conciliación es la única vía hacia el corazón. El corazón es la vía hacia el brazo que lanza los dados del destino. La conciliación une a todas las facetas de la vida y convierte cada instante en una puerta abierta hacia el mundo.

***

Esta entrada es una reflexión sobre la discusión que tiene Yudisthira con su esposa Draupadi y su hermano Bhima en el desierto.  El debate gira entorno a la palabra sánscrita Kṣamā, que suele traducirse por perdón o paciencia y, por el contexto y la etimología de la palabra, traduzco como conciliación o perdón. El último párrafo del texto está basado en el discurso del sabio Kashyapa sobre Kṣamā, que Yudisthira cita a sus opositores, en Kairata Parva 27 a 31.

 

 

Entre los embaucadores, soy el azar

¿De qué trata el Mahabharata? Es una pregunta que me hago a menudo.

Es una pregunta sin fondo para mí porque lo único que se me ocurre es que el Mahabharata va sobre “la vida” y La Vida, la verdad, todavía no sé exactamente lo que es.

La Bhagavad Gita (Bhagavad-gītā) es uno de los cantos del Mahabharata y el más conocido probablemente. Consiste en una conversación entre el arquero Arjuna y su compañero Krishna. Krishna es un personaje del Mahabharata, y un avatar divino, una encarnación de Dios sobre la tierra. Esta semana pasada me han llamado la atención dos versos de este canto: El primero corresponde al momento en que Arjuna, consciente de que está hablando con Dios personificado, le pregunta a Krishna si podría ver su forma divina, o la auténtica forma de Dios. Aquí lo que me ha llamado la atención es que lo primero que Krishna responde es: «observa los Āditya, los Vasu, los Rudras, los dos Ashvins y también los Maruts (…) observa todas las maravillas, Arjuna» (BG 11:6). No es la primera vez que leo esta frase y siempre la he pasado por alto, pero ahora me ha tocado de manera especial porque estos nombres (Ādityas, Vasu, Rudras, Ashvins, etc.), son precisamente lo que vengo contemplando los últimos meses, y con asombro creciente.

¿Qué son todas estas palabras sánscritas? Quiero decir, ¿qué son de verdad? Porque existen muchas explicaciones sobre ellas, podemos explayarnos con generosidad sobre cada una de estas palabras, pero lo que me interesa ahora va un poco más allá. Lo que quiero compartir aquí es la sensación de encantamiento que me produce el espacio que se extiende entre los nombres sánscritos y entre los motivos narrativos que se repiten en los Purana y en el Mahabharata.

Pero cuando quiero hacerlo me quedo sin palabras.

Para seguir describiendo lo que quiero describir solo se me ocurre seguir usando el lenguaje del Mahabharata, y sus símbolos:

Lo que Kirshna nombra a Arjuna en la estrofa que he citado, los Āditya en el espacio, los Rudra en el cielo y los Vasu y Ashvin pasando por la tierra, son puntos cardinales de lo que se llama Hiranyagarbha (Hiraņyagarbha), cuya traducción más habitual es “el huevo dorado”, del cual se dice que es el mundo fenoménico en el que vivimos. Esto se traduce así porque hiraņya, la primera palabra del compuesto, significa oro destilado. Pero hiranya significa también semen. Significa semen, también, porque se dice que el hiraņyagarbha se formó cuando una gota de esperma cósmico cayó en las aguas eternas y se convirtió en un feto dorado (otra de las traducciones posibles de hiraņyagarbha), o receptáculo o matriz-seno de esperma/oro. Dentro de este seno dorado opera Brahmā, la expansión universal, que elabora y modifica las formas del cosmos.

Garbha puede significar huevo, pero también parte interior del santuario de un templo, seno, útero, dormitorio o los vapores que el sol levanta de la tierra para que los devuelva el cielo durante la estación lluviosa. Hirnayagarbha es la matriz inseminada de la vida, como la luz del amanecer.

Probablemente no exista una manera más exacta para describir la vida que la descripción simbólica de un huevo/útero/santuario hecho de esperma dorado, en cuyo interior contiene dioses, héroes y espíritus. Probablemente no la haya porque cualquier otra explicación no sería menos metafórica que esta. ¿O acaso decir que la vida es una tensión circulante de núcleos energéticos que llamamos átomos y quarks es menos metafórico? ¿Y una combinación azarosa de espirales de ADN, es eso menos metafórico? ¿Menos poético?

«Entre los embaucadores, soy el azar», le dice Krishna a Arjuna poco antes de mostrarle su verdadera cara (BG 10:36). Esta es la otra frase que me ha atrapado esta semana.

No olvidemos la diferencia de matiz; yo estoy intentando definir qué es la vida, pero lo que Arjuna le pide a su amigo divino no es ver la “vida”, sino el auténtico de rostro de Krishna, y lo que Krishna le muestra es el rostro de Dios. ¿Pero qué es Dios?

Dios es una palabra traviesa: el creyente no necesita que se la expliquen y al ateo no le interesa que se la expliquen. La palabra Dios lo puede significar todo o nada; es sinónimo de la más profunda verdad y de la mayor farsa. Krishna parece moverse sobre esta cuerda floja en el Mahabharata. Pero el Mahabharata, además, es una catedral de la poesía. El mahabharata es una obra orfebrería del lenguaje y por esto nos regala frases como «entre los embaucadores, soy el azar».

Los embaucadores manipulan el resultado de los dados, suman y dividen las cuentas, se esconden cartas en las mangas y en los calcetines, cooperan para engañar al inocente, pero nunca pueden controlar el azar. El embaucador tiene cartas escondidas para sustituir a las que no le convienen, pero no puede predecir qué cartas le ofrecerá la baraja; por muy preparado que esté, siempre habrá un instante que le sorprenderá desprevenido.

La palabra sánscrita que usa el verso 10:36 del Bhagavat Gita es chalayata (chalayatām), de la raíz chala: cubrir, tapar, envolver y esconder; como un chal envuelve el cuello o un objeto que queramos cubrir.

Eso hacen los embaucadores cuando intentan cubrir el azar. De hecho el mismo dado es un objeto que cubre el azar y lo interpreta. Un cubo con números pintados a cada lado no significa nada fuera de la convención humana, o fuera de las reglas del juego. El azar agita un cubo y las consecuencias de la tirada dependen de las normas acordadas. Las consecuencias de la tirada dependen de las capas con las que cubramos el acto en sí, el arrojar un cubo sobre una mesa.

Esto hacen las palabras también: envolver, tapar, decorar la realidad. ¿Pero qué es la realidad sin las palabras? Las palabras forman parte de la realidad. Las palabras son como una danza de abanicos o telas transparentes que transportan el azar. Y el azar es ese momento de sorpresa que activa un reflejo incontrolable en los ojos y el corazón. Qué pesado sería si el dado no cayera más que sobre el número que nosotros eligiéramos, qué aburrido y qué opresivo, ¿cómo podríamos vivir sin lo inesperado?

Los Āditya luminosos, los Rudras grises que serpentean lentamente por el cielo alrededor de los relámpagos que saltan como cabras grilladas junto a los Maruts y los Ashvins que cabalgan los rayos del sol para repartir su miel sanadora a la humanidad, ayudados por los Vasu escondidos entre los aspectos físicos de la tierra, son la fuente de asombro que abre las puertas a la realidad cuando nos quedamos sin palabras.

A partir de esta semana voy a estar contando historias del Mahabharata en dos teterías de Barcelona, usando el azar como guía. Todos los lunes estaré de las 16.30 a las 18.00 en LaClandestina y los miércoles de 17.00 a 21.00 en Mailuna. El formato que quiero probar es más íntimo que el de los espectáculos. Contaré historias para una, dos o como máximo cinco personas y en voz baja, alrededor de una de las mesas del lugar. La selección de las historias será a medida de lo que dé de sí el encuentro y un elemento de azar que será el dado que guiará el juego de Gyan Chaupar, que quiero compartir con quien se decida venir. Gyan Chaupar es un juego de azar transcendental de la India, “el juego de los santos” lo llama el escritor Harish Johari. Consiste en representar sobre un tablero el juego del despertar universal, Māyā Līlā. Si te interesa puedes venir a la hora que quieras dentro de los márgenes mencionados y sumarte al juego. No se trata de espectáculos de una durada determinada sino de encuentros informales alrededor de los relatos sagrados de la India. Puedes venir y partir cuando quieras, yo estaré compartiendo historias con quién se quiera quedar.

Tema: Baskerville 2 por Anders Noren.

Subir ↑