¿Cómo se ven los dioses?

Continuando con las personalidades mencionadas en la entrada anterior de este blog, y con la historia que comenzó en ella:

Vishvamitra, el rey que había descubierto que las capacidades espirituales podían ser superiores a los del poder físico material, comenzó una severa práctica energética y ritual. Así, tras años de ascetismo riguroso, ganó poderes mágicos espeluznantes como el dominio de los elementos naturales. Obtuvo visión de la expansión universal, que brilla en el interior de nuestra mirada y nos habla mediante los pensamientos. “Te has convertido en alguien que realmente ve el poder de los reyes, en un rajarishi”. Así habló la voz de la expansión universal (brahmā) al corazón de Vishvamitra. Pero Vishvamitra no quedó satisfecho, porque seguía compitiendo con el vidente de videntes (Mahārishi) Vashishtha.

Entonces llegó al refugio de Vishvamitra el rey Trishanku. Trishanku acudía a él tras ser rechazado por Vashishtha, porque aquel rey había pedido al sacerdote de sacerdotes que oficiara un ritual para elevarlo al cielo en vida, y con el cuerpo que tenía.

Trishanku, tras ser rechazado por Vashishtha, había recurrido a los hijos del mismo sabio, y estos se habían enfurecido con él, por pedirles algo que su padre ya le había denegado. Por esta razón el rey Trishanku se presentaba ahora ante Vishvamitra, porque había oído que este sacerdote real estaba enemistado con el linaje de Vasishtha.

Vishvamitra aceptó el reto, y se reunieron, para a asistir su llamado, numerosos rishi (ascetas renunciantes) quienes temían sus recién adquiridos poderes mágicos. Todos aceptaron, por miedo, participar en aquel ritual reprobable. Todos, menos los hijos de Vashishtha.

La ceremonia se ejecutó a la perfección; se entonaron los sonidos exactos en cada momento preciso, y se hicieron los gestos necesarios. Se ofreció soma, o néctar de la inmortalidad, extraído de la unión del mundo vegetal con el mundo creativo. Pero ningún deva acudió. A pesar de que los deva (ángeles, o “dioses”) se alimentan de soma, y dependen de los rituales humanos para acceder a él… no vinieron.

Y antes de seguir con la historia, me gustaría detenerme en esta imagen.

¿Qué significa que los dioses no acudan a un llamado? ¿Cuándo están los dioses, y cuándo no? ¿Cómo entender esto con la mentalidad moderna?

Vamos a explorar esta cuestión desde lo poético, mediante el relato que contó el rishi Agastya al príncipe Rāma, hace dos eras:

En una ocasión en la que los deva principales acudieron a alimentarse de Soma, se acercó al lugar de la ceremonia Rāvana, un ser terrible, extremadamente poderoso, rebosante de furia y ambición desbocada. Los deva le tenían tanto miedo a la actitud belicosa de Rāvana que Indra, el rey de los dioses, se escondió en el cuerpo de un pavo real. Y Yama, el dios del dharma, se escondió en el cuerpo de un cuervo. Kubera, el dios de las riquezas, se escondió rápidamente en el cuerpo de un lagarto; Varuna, el dios de las profundidades, se escondió en el cuerpo de un cisne, y el resto de dioses se escondió en otros animales.

Así se escondieron los guardianes de las cuatro direcciones; el este se convirtió en un pavo real, el norte en un reptil, el oeste en un cisne y el sur en un cuervo. Y cuando el peligro pasó los deva agradecieron a quienes les habían cobijado regalándoles dones especiales:

Indra, el guardián del este, le dijo al pavo real que ya no temería más a las serpientes, que su plumaje estaría decorado con ojos, como los mil ojos de Indra que se abren en todas partes.

-Cuando yo haga llover- dijo Indra -te llenarás de dicha.

Yama, el guardián del sur y de la armonía universal, liberó al cuervo de la mayoría de los sufrimientos que padecen el resto de aves:

-La maldición de la muerte no te perseguirá- dijo Yama al cuervo -y vivirás mientras nadie te cace. Y todos los ancestros que viven en mis dominios (las tierras de los ancestros) se sentirán aliviados del hambre, junto a sus descendientes, cada vez que tú comas en la tierra.

Varuna, el dios de las profundidades en las que se pone el sol, dijo al cisne:

-Escucha mis palabras forjadas en la dicha: tu tinte será encantador, suave y parecido al disco lunar; y recordará a la espuma inmaculada. Cuando te acerques a las personas siempre serás precioso de ver, y como signo de mi gratitud alcanzarás una complacencia inigualable.

Entonces Kubera, el señor de las riquezas, y de todos los minerales del interior de las rocas, le dijo al lagarto:

-Tu color brillará como el oro. Estoy satisfecho contigo. Tu cabeza no se deteriorará y mantendrá el brillo de mi satisfacción.

Así se lo contó Agastya a Rāma, y así lo recuerda la naturaleza de todos estos animales, desde hace milenios y milenios.

La naturaleza se repite en cada generación, y en esta repetición nace la evolución. Con la naturaleza se repiten las cualidades de los dioses. “La repetición ritual es una expresión temporal de un suceso que acontece en el eterno presente. Como quitar un trozo de papel que está varias veces doblado; plegado sobre sí mismo es el eterno presente, y al desplegarlo se ven los agujeros repetidos en la expresión temporal [1] .

Cuando hablamos de dioses nuestra mente los puede imaginar como sombras de una geometría enigmática trazada sobre los horizontes de la consciencia, pero ante nuestros ojos son los colores del pavo real, la magnificencia del cisne y los movimientos eléctricos del lagarto.

¿A dónde nos lleva este conocimiento? A experimentar los dioses en el entorno natural:

Partiendo de la base de que todo conocimiento está dentro nuestro porque estamos ya dentro de la divinidad, se podría decir que la experiencia, -y entendiendo ex como “hacia fuera”, y haciendo una etimología peculiar de peri como “piros”, fuego- sería como una salida hacia fuera de este fuego interno, siendo el fuego como no mero calor, ni luz, sencillamente, sino como esclarecimiento. Podría entenderse como que en la experiencia es sacar hacia fuera la comprensión, o el esclarecimiento, que ya permanecía en potencia dentro nuestro”.

Así es como en el océano podemos ver a Varuna, sin que Varuna sea el océano, o a Indra en el pavo real, sin que el pavo real sea Indra. Porque el mundo en el que vivimos no es solamente material, ni psicológico (que es una extensión de lo material).

Hay una parte importante de nosotros que no conocemos, y esta parte, precisamente, es la que lleva el timón de nuestras vidas – nos guste o no.

Continuaremos en la próxima entrada…


[1] Las frases en cursiva son la respuesta que dio Mariano a la pregunta ¿Qué es la repetición? ¿Y qué es la experiencia? Mariano es un lector de este blog, pero no sé prácticamente nada de su currículo vital. Lo que sé es que mantenemos una correspondencia regular extremadamente inspiradora.

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